Por Horacio Bernades
Marcelo es un pibe de barrio, sencillo e hincha de Temperley, que a la salida del recital-despedida de Sui Generis en el Luna conoce a Alicia, bonita y concientizada. Alicia estudia en la facu y tiene un novio militante, que está haciendo la colimba en el sur. Más allá de las diferencias (Marcelo casi ni sabe quién es el Che y se duerme viendo películas polacas en la Cinemateca, a Alicia no le gusta ir a bailar y presta servicio en el dispensario Padre Mugica) se gustan e iniciarán una relación. Esta se extenderá a lo largo de 25 años, desde ese día de 1975 en que se conocen, con el obvio trasfondo de todos y cada uno de los hitos históricos de la Argentina, en este último cuarto de siglo: los sueños revolucionarios del �73, Sui Generis, dictadura, desaparecidos, Malvinas, Alfonsín, el menemismo. Este es el tercer film de Alberto Lecchi que se estrena en lo que va del año, después de "Operación Fangio" y "Apariencias"
Nueva muestra de un cine argentino que parece haber crecido mirando Nos habíamos amado tanto y Cinema Paradiso, Nueces para el amor es una película que tiene todo lo que se supone que debe tener para retratar su tiempo, por detrás de una historia de amor. No falta nada: ni los temas de Sui Generis y Aquelarre en la banda sonora, ni los jeans pata-de-elefante, ni las preguntas �¿de qué signo sos?� cuando ellos se conocen y el consabido �¿qué nos pasó?� de cuando las ilusiones ya se cayeron. Claro que el guión parece, por momentos. escrito por Fabio Alberti. Entre un desfile de imágenes de noticiero, que van desde Videla gritando goles en el Mundial �78 hasta Monzón, Sabato y Maradona, intenta abrirse paso una historia de amor que bien podría ser la de un teleteatro. Sin ir más lejos, en los años 70 Alberto Migré supo aggiornar sus prototípicos folletines con alusiones, tan literales como las de esta película, a la �realidad política y social�.
En el centro de la historia hay un triángulo, integrado por un hombre que no se decide entre los sueños de un mundo mejor y su gris realidad de contador público, y por dos mujeres que representan ambos mundos (la esposa-bruja y la de los sueños). Recurriendo a los recursos habituales (titulares de diarios y noticieros de televisión para informar al espectador, diálogos que expresan todo lo que los personajes sienten, pasaje gradual del color al blanco y negro para significar la pérdida del paraíso histórico), Nueces para el amor no tiene casi lugar para las sorpresas. Como si no bastara con cambiar de actores para representar el mismo personaje en distintas etapas de su vida (Malena Solda se convierte en Ariadna Gil, y Nicolás Pauls en ... su hermano Gastón), para satisfacer las necesidades de coproducción se llega al extremo de poner a una madrileña a hacer de porteña.
Las vueltas de tuerca argumentales incluyen el ingreso de la protagonista a un manicomio y una historia menor que incluye un desaparecido. Que en un film argentino no haya un solo actor que haga papelones (salvo una loca de manicomio que anda revoloteando por ahí) es prueba importante de la capacidad del elenco, que es lo mejor del film. No puede dejar de encomiarse la extraordinaria sugestión de la española Ariadna Gil. Que hasta logra, en lo que tal vez no reconozca antecedente alguno, aspirar las eses y limar las zetas, pasando más que dignamente por argentina.
�REGLAS DE COMBATE� ABURRE CON SUS ESTEREOTIPOS
Apenas otro film nacionalista
Por Martín Pérez
En la guerra de Vietnam, un combatiente se llama Uno, y el otro se llama Dos. En una encrucijada se jugarán su destino lanzando una moneda. Uno irá directo a una emboscada, Dos capturará al responsable de ésta. Y le salvará la vida a Uno de la manera más brutal. Tres décadas más tarde, Hodges y Childers (Uno y Dos, respectivamente) se reencuentran cargados de medallas. Herido en aquella emboscada, Hodges se retira del servicio luego de años de escritorio. Childers lo consuela: �No te estás perdiendo nada... Ya no hay frente, no hay enemigos�. Acto seguido, es enviado a Yemen al frente de un escuadrón de marines, para evacuar al personal de la embajada de EE.UU., rodeada por una encrespada multitud antiimperialista. Caen uno, dos, tres marines. Childers ordena abrir fuego contra la multitud. El saldo final del incidente es 83 muertos y cien heridos.
�¿Qué sucedería si un yemenita matase a 83 norteamericanos?�, se preguntan en el gobierno. �Si soy culpable por eso, soy culpable por todo lo que hice en los últimos treinta años�, reflexiona Childers, dubitativo pero con el pecho lleno de medallas. Condenado por la opinión pública e incluso por sus superiores, Childers le pide a Hodges que lo defienda en la corte marcial. Hodges no puede negarse: le debe la vida a su ex compañero. Y es así como Uno y Dos volverán a enfrentarse juntos contra el mismo enemigo: la doble moral y la hipocresía de una sociedad que los manda al frente y luego les da la espalda. Los juzga.
Jugando el juego preferido de quienes prefieren justificar lo injustificable, Reglas de combate enfrenta al espectador, primero a un asesinato a sangre fría en el campo de batalla y después a una masacre. Y luego se dedica a sumergirse en las bizantinas discusiones que llegan después de producidos los hechos. Semejante planteo preanuncia, al menos, un film vigoroso, en el que el cine intenta descubrir la esencia de lo que la sociedad no quiere mirar. Nada de eso sucede. Es sólo un recorrido por los tópicos cinematográficos habituales en esta clase de films �el significado de la bandera de EE.UU, el llanto de un niño en medio de la guerra, la flaqueza de los políticos, los códigos de los combatientes�, en el que el prestigioso Friedkin (El exorcista, Contacto en Francia) apenas parece dedicado a demostrar la inutilidad de estas cuestiones mismas en un medio que ya no puede descubrir ninguna esencia.
Reglas de combate es una película de catálogo. Salvo sus dos protagonistas �los impecables, pero demasiado ocupados de hacer de sí mismos, Tommy Lee Jones y Samuel Jackson�, el resto del elenco flaquea atrapado en sus personajes unidimensionales, especialmente Guy Pearce (Los Angeles al desnudo), como un implacable fiscal militar. Así, termina siendo una película inútil y recurrente. La clase de filmnacionalista que no se comprende cómo puede ser estrenado, justamente por una compañía multinacional, en el resto del mundo.
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