Por Horacio Bernades
A esta altura, ya hace rato que los iniciados saben del alto nivel de creatividad y calidad estética que pueden llegar a alcanzar algunos animé, nombre que se les da a los productos de animación japoneses. Allí se los produce con el mismo furor con que se fabrican autos, chips o computadoras, y, como en todo, cantidad y calidad pueden ir de la mano. El estallido de la animación japonesa es contemporáneo al de la animación occidental, y se remonta a fines de los años �80/comienzos de los �90. Con un grueso volumen de producción anual, es lógico que a lo largo de una década haya surgido ya una buena cantidad de obras mayores. Empezando por Princesa Mononoke y otras del maestro Hayao Miyazaki, y siguiendo con obras como la saga Neon Genesis Evangelion, Perfect Blue y Akira.
Lamentablemente, poco de todo ello llega hasta la Argentina. Hace unos meses se había editado Akira, que tiene ya más de diez años de antigüedad. Ahora el mismo sello, Plus Video, está haciendo llegar a videoclubes otros dos animé de calidad, editados separadamente, en versiones dobladas a un castellano neutro. Se trata de Alita, ángel de combate (1993) y Ghost in The Shell (1995), que habían conocido, tiempo atrás, un reducido lanzamiento a venta directa. Al igual que Akira, ambas están basadas, como es sumamente frecuente, en �mangas�, nombre que se les da a las historietas en Japón. En los tres casos se trata de fábulas de ciencia ficción. Ghost in The Shell es, como Akira, un largometraje creado especialmente para su difusión en video, lo que en Japón se conoce como OVA (siglas de �original video animation�). Alita, en cambio, fue originalmente una serie de televisión, y lo que se edita ahora es un episodio doble, con un argumento autoconclusivo.
De las dos, se destaca claramente Ghost in The Shell. Como suele ocurrir en los animé producidos para televisión, Alita es más sencilla estéticamente. Aunque la historia tiene las complejidades que son habituales en el rubro y no faltan planos bañados en un subido color hollín, emanado por el mundo chatarrero en el que viven los protagonistas. Alita es una niña construida por un �médico de androides�, que suele recorrer los basureros buscando partes de cuerpos para armar. A la vez, el hombre es también un �cazador de cabezas de robots�. La niña, aunque es una dulzura y tiene esos ojazos grandes y melancólicos tan típicos de la animación japonesa, de algún lado sacará un tremendo instinto asesino, además de capacidades inusitadas para el combate a muerte con gigantescos robots. De dónde lo saca es uno de los enigmas que se plantean, y que abre la cuestión a un tema muy caro a la literatura y el cine de ciencia ficción, como es el de la memoria del androide.
Sin ir más lejos, ese tema es una de las cuestiones centrales de Ghost in The Shell, cuyo título original es Kokaku Kidotai, traducible por �Interfase hombre/máquina�. Más pertinente que el que tuvo en Occidente, el título nipón refiere a un mundo en el que los cyborgs son tantos o más que los seres humanos. Escrita por el autor de mangas Masamune Shirow, la historia es complejísima. Como casi todos los miembros de las fuerzas de seguridad, la mayor Kusanagi es un androide, que lo único que tiene de humano son sus neuronas. El problema es que las neuronas sirven para pensar, y Kusanagi comenzará a atormentarse con preguntas sobre su origen y sus escasos recuerdos, que ni siquiera sabe si le pertenecen o le fueron injertados, práctica común en esa sociedad futura.
Con evidentes ecos de Blade Runner, Robocop y El vengador del futuro, el tormento de Kusanagi se potencia con la aparición de Puppetmaster, algo así como un �hacker de almas�, a las que capta y parasita. Cuando Puppetmaster pase a ocupar el cuerpo de un robot que es una mujer rubia, el juego de opuestos con la morocha Kusanagi quedará definitivamente instalado, rumbo a su paradójica e inquietante resolución. Llena de referencias a la sociedad informática e incluso a Internet (algo sumamente llamativo, teniendo en cuenta que el comic original es de fines de los �80), Ghost in The Shell es una obra consumada, tanto en términos visuales como de diseño de producción. Dirigida por el multitalentoso Mamuro Oshii, sus oscuras visiones de una sociedad hipertecnológica no excluyen ciertos momentos de un raro y elegíaco lirismo, en el marco de una serie de verdaderas proezas visuales que marcaron todo un hito para la animación.
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