OPINION
Dos amores
distintos
Por Mario Wainfeld
El
chiste era contado, temo que con más gracia que aquí, por
el humorista español Gila. Un gallego, propiamente en Galicia,
tenía casi como único capital una vaca. La lavaba a diario,
se despertaba al alba para ordeñarla, reptaba buscándole
pasturas más o menos comestibles. En invierno la hacía dormir
dentro de la casa para que no se resfriara. Un buen día la arropó
con la frazada de su cama matrimonial. Su esposa sufrió un ataque
de celos y lo arrinconó: "Ya ni me miras. Le dedicas todo
el tiempo. No lo soporto más. Elige: o ella o yo". El gallego
respondió "mujer, no te pongas así..., son amores distintos".
También son distintas las relaciones entre Fernando de la Rúa
con Fernando de Santibañes por un lado y Carlos "Chacho"
Alvarez por otro. Es posible que quiera a los dos. Y es verosímil
que necesite a ambos. Pero lo cierto es que a uno, antes que nada, lo
quiere y a otro, antes que nada, lo necesita.
Una de las pocas figuras políticas del radicalismo que tiene entrada
cotidiana con el Presidente y cuenta con su permanente aval, describió
así su relación con el ex financista, pidiendo reserva de
sus señas personales: "De la Rúa me quiere, me escucha,
me consulta. Pero es naturalmente desconfiado, aun de mí. Es que
sólo confía a fondo en su propia familia, que integran sus
dos hijos Antonio y Aíto... y también De Santibañes".
La sorpresiva designación del ex financista en la Secretaría
de Inteligencia del Estado (SIDE) tuvo para el Presidente dos funcionalidades.
La primera fue llenar el gabinete de economistas respetables para el establishment
y "los mercados". La segunda, posicionar a su amigo en el quinto
piso del edificio de 25 de Mayo al 500, esto es, a menos de cien metros
de la Casa de Gobierno.
La designación de Alvarez como vicepresidente obedeció a
razones de otro calibre, ligadas al equilibrio interno de la Alianza.
Fue desde el vamos una garantía para evitar una fuga de votos frepasistas
y para solidificar el compromiso de toda la coalición con el Gobierno
después. Además, last but not least, para permitirle a De
la Rúa limitar al máximo posible el poder de casi todo el
aparato del radicalismo.
Alvarez desató una crisis de gabinete cuando comenzó a responsabilizar
(por acción u omisión) a De Santibañes con relación
a una operación que incluyó publicaciones con intromisiones
en su vida privada. El Presidente viene intentando calmar a Alvarez. Primero
procuró, vanamente, convencerlo de la inocencia del Señor
Cinco. Luego le prodigó gestos de confianza: lo hizo el viernes
pasado cuando fue a buscarlo al Senado para entrar ambos juntos a la Casa
de Gobierno y, según informa la nota central de esta página,
también le ofreció conceder al Frepaso un puesto en la SIDE.
Un espacio que, reconocen fuentes cercanas a Alvarez, el partido minoritario
de la coalición gobernante no reclamó con énfasis
(o quizá no reclamó tout court) cuando se conformaba el
equipo de gobierno.
Algunos atribuyen esa desidia a un proverbial desdén de Chacho
por esas pequeñas batallas. Otros, chachistas de la primera hora,
le recriminan al actual ministro de Trabajo Alberto Flamarique, principal
operador del Frepaso, no haberse interesado en esa tarea que --según
ellos-- Alvarez le encargó en los pasillos del Hotel Intercontinental.
De ser aceptada, la propuesta presidencial implicará una suerte
de reparación a Alvarez sin tener que prescindir de los servicios
del actual jefe de la SIDE. Más peliagudo sería un escenario
en el que el vicepresidente rehusara el convite. Y puede que así
obre al menos por dos razones: a) por considerar magra la reparación,
b) por sopesar como un presente griego hacerse corresponsable --en minoría
y por abajo-- de la gestión de una SIDE conducida por quien considera
un adversario y a quien muchos frepasistas sindican como un incompetente.
En ese supuesto seguiría pendiente la resolución de un conflicto
institucional que, según Alvarez, no es consecuencia de una disputa
ideológica con el fundamentalismo liberal del Señor Cinco,
sino de la pérdida de las mínimas confianza y solidaridad
políticas.
Los personajes de los chistes se desvanecen cuando se relata el final.
Nunca se sabrá qué pasó entre el gallego, su mujer
y la vaca. Más pronto que tarde se conocerá si De la Rúa
consigue resolver la encerrona que le produce el enfrentamiento entre
uno de sus mejores amigos y su mejor aliado.
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