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Por James Neilson Los
socialistas, alfonsinistas y otros "progresistas" que militan
en la Alianza tienen todo el derecho del mundo a quejarse por la voluntad
de "su" gobierno de aferrarse a lo que llaman el "modelo
conservador" que le fue legado por el peronismo. Pero también
tienen el deber de señalar que la alternativa a "los ajustes
sucesivos" que tantos los molestan no sería el inicio de una
etapa de prosperidad óptimamente repartida por ellos mismos sino
una serie de impuestazos feroces de los cuales las víctimas principales
serían sus propios simpatizantes. He aquí el gran dilema
de la progresía local: dice que quiere reducir, cuando no eliminar
por completo, la brecha terrorífica que separa a los pocos ricos
de los muchos pobres, pero no está dispuesta a reconocer que la
redistribución que según parece reclama tendría consecuencias
desastrosas para los que, si bien no son ricos, distan de ser indigentes.
Sus líderes dan a entender que, una vez ajustados algunos multimillonarios,
sería sencillo "nivelar hacia arriba", aunque saben que
se trata de un disparate, y de este modo contribuyen a prolongar el reino
de quienes tienen motivos de sobra para esperar que las cosas se mantengan
tal como están para siempre.
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