Por Martín Granovsky
La última vez que se vieron fue en Washington, en la oficina
de ella. Se había desatado un principio de incendio en el Departamento
de Estado. Madelaine Albright interrumpió por un momento la reunión
con Adalberto Rodríguez Giavarini. "Yo pedí que lo impresionaran,
pero no tanto", dijo a sus colaboradores. Albright llega hoy a la Argentina
y encontrará al canciller en deuda con tanta emoción: la relación
con Washington es tan previsible, como gustan decir los diplomáticos,
que si Rodríguez Giavarini no incendia el Palacio San Martín
la visita pasará sin sobresaltos.
Siempre queda una variante, por supuesto, y es que sea Albright la que aporte,
otra vez, la emoción. Pero anoche, al menos, los argentinos indicaron
a este diario que la secretaria de Estado no había anticipado, por
ejemplo, una propuesta especial para que el país participe de la
crisis colombiana.
El destino, además, no es solo Buenos Aires. Albright llega de Brasilia
y completará la gira con Santiago, La Paz y Quito. Si es cierto que
América del sur está dividida en tres áreas --Colombia
con la inestabilidad de los narcos y la guerrilla, la zona andina (menos
Chile) en turbulencia permanente y el Cono Sur pobre pero institucionalmente
estable-- la jefa de la diplomacia norteamericana se llevará una
impresión directa de buena parte de ese mosaico. Por cierto, no le
dará un uso personal. Si gana Al Gore, tiene pocas chances de seguir
en el Ejecutivo. Y si gana George W. Bush, menos.
Antes de llegar, Albright ya definió a Fernando de la Rúa
y Rodríguez Giavarini como "grandes amigos" y a la Argentina,
sorprendentemente, como "un país exitoso".
Aquí la secretaria de Estado se verá, entonces, con sus amigos,
y también con empresarios de la Cámara de Comercio Argentino-Norteamericana,
pero el embajador James Walsh sumó dos novedades a la agenda.
Una es al visita al nuevo edificio de la AMIA.
La otra, el encuentro con la sociedad civil, como definieron los norteamericanos
a los contactos que mantendrá con Abuelas de Plaza de Mayo, la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos y el Centro de Estudios Legales y Sociales.
Una ronda de consultas permite pronosticar el grueso del temario con De
la Rúa y el canciller:
Quién paga la Organización
de las Naciones Unidas. Washington aporta ahora el 25 del presupuesto de
la ONU, pero quiere bajar su cuota a 22. Para hacerlo necesita que otros
países corran con el tres por ciento de diferencia y quiere que uno
de ellos sea la Argentina. El argumento es que no se trata de un país
pobre (en todo caso, pertenece a la clase media baja) sino de uno que ostenta
una renta per capita de más de ocho mil dólares anuales. El
problema para la Argentina es la penuria fiscal. Y algo más: que
si aumenta su cuota en la ONU tendrá que aumentar sus aportes en
otros organismos internacionales, como la OEA.
Cómo abrir los cielos
más rápido. El tema está lejos de ser poético.
Washington quiere que la Argentina permita nuevas frecuencias de vuelo a
United y American. En su viaje a los Estados Unidos, hace dos meses, De
la Rúa dijo que la cuestión corresponde al Congreso pero prometió
flexibilizar los cielos. Albright pedirá más.
La desregulación telefónica.
Es la clave de la relación entre los dos países en los próximos
años. Desregular significa, sobre todo, la entrada de más
empresas norteamericanas a un mercado que aún dominan las europeas
Telefónica y Telecom. Albright apoyará calurosamente la desregulación
que entusiasma mucho más al secretario Henoch Aguiar que el ministro
Nicolás Gallo.
Perú. Los dos países
están de acuerdo en que el gobierno de Alberto Fujimori tiene una
calidad institucional deficiente, a tal punto que arrancó con represión
y muertos en el centro de Lima. Sin embargo, es difícil que se produzca
un horizonte de endurecimiento mayor al actual. Sería esencial para
eso un giro en la política brasileña, que no se ha producido.
Venezuela. Los Estados
Unidos están francamente irritados por el saludo de Hugo Chávez
a Saddam Hussein. La Argentina también, pero es probable que el Gobierno
intente no hacer suyo ese conflicto.
Paraguay. Aunque precaria,
la victoria liberal para la vicepresidencia está fresca. Albright
se felicitará por la falta de incidentes y querrá saber si
los argentinos ven nubarrones tras la histórica derrota colorada
en las elecciones del domingo, histórica no solo porque ganó
un liberal sino porque ahora Paraguay tendrá un presidente que el
pueblo no votó para ese cargo --Luis González Macchi llegó
desde el Senado por acefalía presidencial-- y un vice que sí
recibió la bendición popular.
Colombia. Es el gran intríngulis.
La Argentina mira la crisis de lejos. Su mayor aproximación es la
relación Antonio-Shakira, y parece improbable que Albright comparta
ese prisma. Washington quisiera que el resto de América latina se
involucre más, pero aún no definió el modo. Solo ejercita
su típico estilo de machacar y machacar sobre un tema --en este caso,
el necesario compromiso de América latina-- para que quede instalado,
con la idea de que la instalación ayude en el momento en que realmente
varíe su política. Como en el caso de Perú, Paraguay
y Venezuela, será crucial la respuesta que la secretaria de Estado
haya recibido de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Felipe Lampreia, el presidente
y el canciller de Brasil, un país que comparte largas fronteras con
ellos.
|