Por Cecilia Hopkins
Prolífico como la mayoría de los dramaturgos jóvenes, Luis Cano es el autor, entre muchos otros textos, de El aullido, Mal amor no pudo llamarse y Dis Pater, esta última estrenada hace tres años con dirección de Francisco Javier. Premiada durante el último Festival Internacional de Buenos Aires, su pieza Socavón acaba de reestrenarse en el Rojas, con su propia dirección. Interpretado por Osmar Núñez, el monólogo deja al descubierto la trama que subyace en torno del asesinato de la mujer del protagonista, mientras va a la ferretería a comprar un cuchillo.
A escenario limpio, el hombre se abisma sobre sus recuerdos y habla reproduciendo varias voces. A veces, el racconto de los hechos toma la forma de un interrogatorio, aunque se sabe a las claras que no está rindiendo cuenta de sus actos ante un tribunal. Este efecto polifónico es sin dudas uno de los aciertos del texto, aunque no se distinga con claridad si se trata de una estrategia propia de la narración o si las diferentes voces que atraviesan el discurso de este hombre son el efecto de su estado de alienación creciente. En todo caso, ambas posibilidades pueden coexistir y complementarse.
Luego de una convivencia de tres años, el hombre ha encontrado a su mujer muerta de un navajazo en el cuello. Soporta lo mejor que puede las preguntas cordialmente insidiosas que le disparan sus vecinos, la presión de sus miradas y cuchicheos. Todos parecen disfrutar juzgando su modo de vida, su vestir desaliñado, las discusiones que solía mantener con la mujer. La interpretación se destaca, tanto por ceñirse apropiadamente a la economía de movimientos que le ha pautado la dirección de Cano, como por el amplio registro vocal que pone en juego a lo largo del breve texto. La excelente iluminación de Alejandro Le Roux colabora estrechamente con la narración, al sugerir el modo en que el recuerdo del hombre selecciona los datos de la realidad, lo que manifiesta y lo que oculta.
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