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![]() Siempre perspicaz, para ayer el ejército colombiano ya se había dado cuenta de que tenía un enorme problema de imagen en sus manos. Nunca proclive a la autocrítica, no perdió tiempo en echarle la culpa a la guerrilla por la moderna masacre de los inocentes. El primero en hablar fue el comandante de la Cuarta Brigada, Eduardo Herrera, en cuya jurisdicción estaba el municipio de Pueblo Rico. Herrera insistió que todo fue un �hecho fortuito�, una repercusión trágica de una exitosa operación iniciada el sábado para impedir que la guerrilla tomara Jericó, un municipio vecino. Ante los periodistas, el general recitó la historia oficial: �El sábado se inició una operación que permitió el martes un primer contacto donde murieron dos guerrilleros y uno resultó herido. Luego, la unidad de cierre advirtió que (los guerrilleros) estaban huyendo por la cima de una montaña y fue a su encuentro, pero coincidentemente en ese momento los excursionistas llegaron a la zona y los insurgentes aprovecharon para escudarse delante de los menores y disparar a la tropa�. El comandante del Ejército, Jorge Mora, enfatizó que �a ningún colombiano le cabe en la cabeza que los soldados vean a un grupo de niños, entre los ocho y diez años, y les disparen�. En eso se equivocaba. Varios colombianos, del municipio de Pueblo Rico para ser precisos, dijeron exactamente eso. �Es absolutamente falso que se hubiera presentado un enfrentamiento entre los soldados y los insurgentes; si no, ¿dónde están los guerrilleros y soldados heridos?: en la región no había guerrilla; los militares dispararon directamente contra los niños desde ambos lados del camino, fue algo atroz�, declaró el concejal local, Hernando Higuita. El concejal aseguró que dos de los soldados �lloraron la muerte de los seis niños y admitieron que habían cometido un error�. Esto último fue confirmado por la directora del colegio donde asistían las víctimas, a quien algunos sobrevivientes dijeron que �los soldados lloraron y se preguntaron ¿qué fue lo que hemos hecho?�. Aunque el crimen es claro, su castigo no es para nada seguro. Nadie confía en el ejército colombiano, con larga experiencia de encubrir sus desmadres contra civiles. El concejal Higuita llegó a decir que temía por su vida. El presidente Andrés Pastrana intentó acallar las dudas al asegurar que se pondría personalmente al frente de la investigación. �Yo mismo me encargaré de que se hagan las investigaciones que sean necesarias hasta que se esclarezca de forma absoluta la responsabilidad que exista por estos terribles hechos y se sancione a los responsables.� Pero sus dos años en la presidencia ya le enseñaron a Pastrana a no poner nunca las manos en el fuego por su controvertido ejército. Por lo tanto, ayer generalizó que la masacre era un producto más de una guerra civil que debía terminar: �No podemos dejar de pasar un día más en que siga desfalleciendo bajo las balas y las bombas, el tierno e inocente futuro de Colombia. Es urgente que realicemos ya, a la máxima brevedad, los acuerdos humanitarios que nos permitan sacar a la población civil del conflicto y sobre todo a los niños�. En concreto, fue un pedido a la guerrilla de que aceptara un cese al fuego. No era ningún consuelo para los familiares de los muertos, enterrados ayer. �¿Cómo reparo a mis hijos?�, preguntó la madre de uno que murió y otro que fue herido.
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