Heridas, silencios y cansancios
Por Horacio Verbitsky
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Por primera vez desde que concluyó la dictadura militar, las Fuerzas Armadas desfilaron con todos sus efectivos por las calles de la Capital. Con el menemismo, sólo dotaciones menores lo habían hecho, en Mendoza y Tucumán. La ocasión fue el sesquicentenario de la muerte del Libertador José de San Martín. Más allá de la objetable militarización de su memoria, el festejo tuvo aspectos dignos de mención. �Que su recuerdo sea prenda de unión y de paz�, propuso el presidente Fernando De la Rúa, quien además alegó que �hemos sufrido enfrentamientos, han quedado heridas, silencios y cansancios�.
Como el propio presidente recapituló, �hemos ganado la democracia� y hoy las Fuerzas Armadas están subordinadas a la Constitución. Nueve de cada diez de sus integrantes no participaron en la guerra sucia militar contra la sociedad argentina de la década del �70. No habían egresado de las escuelas o revistaban en el grado inferior, que no actuó más que en operaciones formales de control. Sólo los actuales oficiales superiores y una porción de los oficiales jefes más antiguos cumplieron roles policiales en los años de la dictadura. La fracción de ellos que intervino en secuestros, torturas y asesinatos fue mínima. Por eso es inaceptable la intención del Jefe de Estado Mayor del Ejército, Ricardo Brinzoni de atar a los pies de esos jóvenes los grillos de un ayer tenebroso, del que no tuvieron responsabilidad ni deberían contaminarse.
También habló el director del Instituto Nacional Sanmartiniano. El general de brigada (R) Diego Soria trazó una semblanza oportuna de San Martín. Dijo que siendo un hombre de armas buscó reducir los daños al mínimo y que ello simbolizó la �sumisión de la espada a la inteligencia� (de más está decir que no en el sentido militar del término). Agregó que no había �derramado nunca sangre de compatriotas�, había practicado la tolerancia y preferido la razón a la fuerza. También recordó su generosidad con el vencido y su desdén por los honores. Es decir, todo lo contrario de las actitudes que predominaron entre 1976 y 1983 en las Fuerzas Armadas más obtusas, prepotentes, enconadas, sanguinarias, irracionales, crueles, ineptas y amantes del oropel que haya conocido la historia nacional.
Es difícil disentir con el general Soria, cuando postula que el mejor homenaje a San Martín es �inspirarnos en su ejemplo�. Si lo hacen nadie se los reprochará. Que los jóvenes desfilen con la frente alta y que aquellos que ensuciaron los uniformes paguen en la cárcel los crímenes cometidos. Que aquel tiempo de horror sea repudiado con la misma claridad y convicción en las unidades militares de hoy que en el resto de la sociedad, que así las heridas cierren, sean honrados los silencios (impuestos a las víctimas del terrorismo estatal), y una entusiastaadhesión al ideario de San Martín reanime del comprensible cansancio por aquel pasado atroz.
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