Por Cristian Alarcón
En la esquina de 5 y 59 de La Plata, ayer pasadas las 12, pegaba un sol limpio como el que hubo el 17 de agosto del �93, el día en que desapareció el estudiante de periodismo Miguel Bru. Y desde la vereda de enfrente de la comisaría 9ª, nadie hubiera podido imaginar que esas cien personas alrededor de una placa tapada con un paño blanco estaban allí en realidad en el más profundo de los repudios y no en un festejo patrio. �Perdón, Miguel, yo te tengo que pedir perdón por dejar estampado tu nombre en la pared de una comisaría, que era un lugar que odiabas, por culpa de estos hijos de puta�, gritó Rosa Schönfeld de Bru y ya no pudo contener la ira. Recién después cayeron las cintas, dejando al descubierto el mármol blanco en el que se lee: �En esta comisaría, Miguel Bru fue torturado, asesinado y desaparecido. A siete años seguimos preguntando, ¿dónde está Miguel? Exigimos justicia�. Tres policías miraban de costado a unos metros.
Bajo el peso de la contradicción entre buscar un lugar para inscribir la memoria de su hijo y que la única referencia sobre el destino de su cuerpo sea la comisaría platense donde fue asesinado, Rosa Bru encabezó ayer el descubrimiento de esa placa, una marcha del silencio más, y el estreno de un documental sobre el caso, hacia la noche (ver aparte). La historia de ese trozo de denuncia que quedó pegado para siempre sobre la entrada de la 9ª, justo al lado de una placa oficiosa en bronce, comenzó hace algunos meses, cuando una de las madres de víctimas de la represión aportó una idea sobre esta particular forma de escrache. �Esto fue tomando cuerpo en la Comisión de Amigos y Familiares, pensando en que así como los policías no nos dieron otro lugar sino que eligieron hacerlo desaparecer, nosotros también elegimos dónde tenemos que recordar�, le dijo ayer Rosa a Página/12.
La Comisión presentó hace dos meses un proyecto para la instalación de la placa en la mesa del entradas del Concejo Deliberante local. La propuesta fue votada por unanimidad. El mediodía de ayer fue una reunión que, si no hubiera sido por los micrófonos y la escenografía bonaerense de la 9ª, y su frente de ladrillos de vidrio azul y patrulleros, habría tenido el tinte de las ceremonias póstumas íntimas.
�No sé si estoy traicionando a Miguel trayendo su nombre a este lugar inmundo, pero estamos seguros de que sirve que quede escrito lo que hicieron, para que lo lleven sin poder borrarlo por el resto de los días �dice Rosa�. Ahí torturaron hasta la muerte no a Miguel, a un ciudadano. Porque se lo han hecho a tantos que no conocimos, o que conocemos, pero la gente no. No todos tienen la oportunidad de continuar una lucha como nosotros y por eso tenemos el deber de decirles que en siete años no nos pudieron hacer callar.� Estela Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, amiga de Rosa Bru, habló del �coraje de esa mujer�. �Sabemos nosotras que estamos en el mismo lugar que ella; que si Rosa encontrara el cuerpo de su hijo algún día, con el mismo coraje nos acompañaría en nuestra lucha�, dijo.
La semana del aniversario de la desaparición de Bru estuvo llena de expectativas sobre la espera de una resolución del Tribunal de Casación platense. El sargento Justo López, sentenciado a cadena perpetua por torturas seguidas de muerte, está en libertad y los jueces deben decidir si confirman o no la sentencia de la Sala Primera en lo Penal y Correccional, que en un juicio oral de dos meses condenó en mayo del �99 a cuatro policías por el crimen de Miguel Bru. Sólo dos de ellos están presos: el subcomisario Walter Abrigo, por tortura seguida de muerte, a cadena perpetua; y el suboficial Ramón Ceresetto, que fraguó el libro de entradas de la comisaría donde se leía Miguel Bru, a siete años.
El comisario Juan Domingo Ojeda fue sentenciado a dos años de prisión y se dedica a manejar un remise por las diagonales platenses. Ojeda es el mismo hombre que fue oficial de la comisaría 5ª, un centro clandestino dedetención durante la última dictadura. Un testigo que declaró en los Juicios por la Verdad hace dos semanas dijo que era Ojeda quien se encargaba de algunos turnos de la sala de torturas.
Algunos carteles lo repetían por la tarde, cuando después de las cinco una columna salió de la puerta de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social hacia la Legislatura, la Casa de Gobierno y del viejo edificio de Vialidad, donde funcionan las oficinas del Tribunal de Casación Bonaerense. Esta semana, fuentes cercanas a los jueces habían adelantado que ayer se iban a expedir. Sobre la avenida siete, con las manos sosteniendo el largo cartel de siempre en el que se lee ¿Dónde está Miguel?, Rosa volvió sobre los asesinos: �Vamos a seguir pidiendo justicia y cárcel para (el policía libre) Justo López, aunque a Miguel no le dieron la oportunidad que estos cobardes tienen de ser juzgados�.
TESTIMONIOS SOBRE EL CASO
Miguel en un documental
Después de la larga caminata por los tres poderes provinciales, en el Salón de los Espejos del Jockey Club, un edificio con abolengo comprado por la universidad, se estrenó ¿Dónde está Miguel? Un documental definitivo sobre la desaparición de Miguel Bru. El trabajo es una coproducción de la Comisión de Familiares y Amigos de Miguel y el Area Audiovisual de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata.
Con guión y dirección de Jorge Jaunarena y Pablo Torello, registrado en sistema Beta Cam y editado digitalmente en la isla de edición de la facultad en la que estudiaba Miguel Bru, el documental es un recorrido dinámico y testimonial por los caminos del caso.
Sin voces en off, con una historia construida desde los microrrelatos de los testigos, el documental profundiza en el contexto político de la desaparición en democracia de un estudiante. Su novia, sus amigos de la casa en la que ensayaba con su banda punk, la prostituta que trajo luz por primera vez al caso, los jueces que condenaron a los policías, sus padres, los presos que vieron cómo fue torturado, se mezclan con las opiniones y la información que aportan el penalista Eugenio Zaffaroni, el periodista Horacio Verbitsky y la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto. De fondo, y como estructura sutil de la estética del video, hay un permanente destello de imágenes que salieron de una revisión obsesiva de más de 300 horas de material de archivo.
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