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La melatonina, una hormona que
puede servir contra el Alzheimer

Una investigación que se lleva a cabo en la UBA evidencia que la llamada hormona del sueño detiene la evolución normal de esa enfermedad neurológica.

El investigador Daniel Cardinali, profesor titular de la cátedra de Fisiología de la UBA.


Por Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) La melatonina podría servir para tratar el mal de Alzheimer. Una investigación del Laboratorio de Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UBA observó que el suministro de la hormona del sueño detiene la evolución normal de la enfermedad neurológica, que empieza afectando la memoria y el sentido de la orientación y produce un envejecimiento total en pocos años. �La melatonina no cura el Alzheimer, pero encontramos que produce una reducción significativa de la evolución de la enfermedad. Retarda la aparición de síntomas más graves del mal, como la agitación incontrolable del paciente, y aumenta la sobrevida una vez diagnosticado�, reveló a Página/12 Daniel Cardinali, profesor titular de Fisiología de la UBA.
El descubrimiento del equipo interdisciplinario que trabaja en el Laboratorio de Neurociencias del Departamento de Fisiología de la UBA motivó que comenzaran investigaciones similares en los Estados Unidos, con mayor número de pacientes en observación. Actualmente se está realizando un estudio con enfermos tratados en varios centros médicos especializados en Alzheimer, bajo la supervisión de la American Alzheimer�s Association y otro a cargo del National Institute of Health, a quienes se les está suministrando melatonina. 
Según explicó Cardinali, la primera pista sobre las posibles bondades de la melatonina en el tratamiento de pacientes con Alzheimer la tuvieron unos años atrás, a partir del caso de dos hermanos gemelos univitelinos, a quienes les habían diagnosticado la enfermedad neurológica con una diferencia de seis meses, probablemente con un origen hereditario, ya que su madre también había sufrido el mismo mal. 
�A uno de ellos le prescribieron melatonina para tratar los trastornos del sueño que aparecen a medida que avanza la enfermedad. Al otro no. El que recibió cuatro años y medio la melatonina no solo mejoró sus problemas de sueño sino que sigue viviendo en la actualidad con su esposa, lo que significa que no entró en la etapa avanzada de Alzheimer. En cambio, el otro murió al cabo de cinco años de la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad, es decir, hizo la evolución normal de la patología�, detalló Cardinali, quien viene estudiando la melatonina desde su introducción comercial al país en 1995 y es investigador del Conicet, y vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Sueño y del Club Internacional de Melatonina, con sede en París. �El de los gemelos fue un hecho anecdótico, pero nos dio la pista de que podía haber alguna relación entre la melatonina y el Alzheimer�, explicó Cardinali. Las primeras observaciones del caso fueron publicadas en el Journal of Pineal Research en 1998. 
Actualmente, el Laboratorio de Neurociencias tiene bajo estudio a más de 25 enfermos de Alzheimer que reciben melatonina hace cinco años. �Todos ellos han normalizado su sueño y tenido una reducción significativa de la evolución de la enfermedad�, señaló el científico, destacado por el Journal of Pineal Research como uno de los tres investigadores más productivos en el tema melatonina y glándula pineal. 
Secretada por la glándula pineal, situada en el medio del cerebro, la melatonina es una hormona que regula el reloj biológico interno de las personas. En otras palabras, es una sustancia responsable de la apertura y entrada al sueño. �Se le atribuyeron cualidades de antienvejecimiento y potenciador de la vida sexual, que no tienen ningún aval científico. La melatonina no es una panacea para todo (por ejemplo, no sirve para los jóvenes), pero ahora estamos encontrando sus reales efectos�, señaló Cardinali, un experto en la sustancia. 
�Se estima que a partir de los 60 años, dos tercios de las personas experimentan una disminución de la producción de melatonina. Al tener una menor cantidad de la hormona, los ancianos sufren de un insomnio matutino. Con la melatonina pueden recuperar el sueño como individuos de 40 años�, agregó el especialista. �En el sueño lento �que se produce al comienzo dela noche y cuyo pico máximo ronda las 3 y 4 de la madrugada� se da la respuesta inmune, la recuperación de los tejidos y la consolidación de la memoria�, detalló Cardinali. Por tal motivo, considera que al mejorar los problemas del sueño en los pacientes de Alzheimer, se observa una reducción significativa de la evolución de la enfermedad.

 

 

Un mal aún sin cura

El mal de Alzheimer es una terrible enfermedad neurológica que afecta a un 20 por ciento de la población mayor de 70 años en el mundo. Todavía no se ha encontrado su cura. En algunos pocos casos puede haber un componente hereditario, pero en la mayoría el origen es azaroso. Por ahora, los tratamientos tradicionales sólo logran atenuar, hasta cierto punto, sus síntomas. La enfermedad consiste en un proceso degenerativo del sistema nervioso. En una etapa temprana la persona sufre pérdida de la memoria reciente, se confunde los lugares, tiene cambios de ánimo o personalidad, mayor demora en las tareas rutinarias y dificultad para administrar el dinero. En una etapa intermedia empieza a necesitar supervisión: tiene mayor pérdida de la memoria y confusión, dificultad para reconocer a los amigos íntimos, leer y pensar con lógica, repite frases y padece problemas motores. En una etapa avanzada, no puede reconocer a su propia familia o su imagen en el espejo y sufre incontinencia intestinal y urinaria. A partir del momento en que no puede vivir más en su casa, la sobrevida se calcula entre 4 a 6 años.

 

 

opinion
Por Juan José Zanola *

La gente espera la rentabilidad social

La trágica muerte del doctor René Favaloro funcionó como un disparador para instalar en la opinión pública el debate sobre la crisis de la salud y la seguridad social en la Argentina y su principal herramienta: el sistema de obras sociales.
Al menos por unos días, se habló en los medios masivos de comunicación sobre la solidaridad social y la necesidad de que el conjunto de la sociedad, por medio del Estado, se haga cargo de financiar a aquellas instituciones que no son rentables, pero que brindan servicios esenciales que hacen la diferencia entre la vida y la muerte.
Los fervientes fieles del dios del mercado vieron cómo se derrumbaban, en el escenario real y en el mediático, los fundamentos de su prédica diaria en favor de la consigna que reza que todo lo que da pérdida debe cerrar.
Frente a la indignación por el suicidio de Favaloro, que la gente interpretó como la indiferencia del Estado para evitar la caída de una gran institución, para todos comenzó a resurgir, en parte, aquella conciencia sobre la justicia social que había quedado sepultada bajo el excluyente discurso de la globalización y de las recetas magistrales del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pese a que en los medios se suele hablar de solidaridad, ésta siempre se remite a lo individual, que generalmente deviene en asistencialismo, no a la obligación del Estado como compensador social de las desigualdades que puede generar la política económica en vigencia.
Esa conciencia solidaria, la que forjara la doctrina del justicialismo, de un Estado con presencia y políticas firmes en favor de los que menos tienen, fue minada progresivamente por un capitalismo salvaje frente al que el país parece haber capitulado sin reservarse, siquiera, algunos proyectos propios de cara al futuro.
Las obras sociales fueron, en este contexto, el blanco preferido de los adalides del mercado y de los cultores de las recetas del FMI. Indiscriminadamente fueron lanzadas acusaciones de corrupción y de ineficiencia que sólo pretendían abonar el camino para la destrucción de un sistema solidario �que cuida la salud y la calidad de vida de millones de personas� y así dar paso a un nuevo esquema fundado en las leyes del mercado.
Nadie habla de la gran corrupción que fue estatizar la deuda. No pagar impuesto a las ganancias por 8 mil millones de pesos al año, o evadir los aportes y contribuciones de los trabajadores por 12 mil millones de pesos al año, es una constante e impúdica forma de corrupción de la que nadie se horroriza.
Por medio de las obras sociales son cubiertas las falencias del Estado en materia de salud y, ese espíritu solidario, que regula su funcionamiento, hace a veces que sean brindados servicios a desocupados sin cobertura y que se aprueben más tratamientos y operaciones de alta complejidad de los que pueden ser pagados.
¿Debe negarse la salud a un trabajador porque las cuentas no cierran? ¿Deben ser cerradas las obras sociales cuando no son rentables? Puede admitirse que la salud sea un negocio en ciertos segmentos, pero no se puede librar su suerte al mercado. El Estado debe intervenir y participar con políticas activas que aseguren salud para todos.
Algunos funcionarios, no obstante, parecen no haber acusado recibo del claro mensaje de la ciudadanía con motivo de la muerte de Favaloro: con la salud no se juega.
La gente no quiere más oír hablar de cuentas que no cierran; quiere que los funcionarios se preocupen por la rentabilidad social, por la salud, por la prevención, por el bienestar de los habitantes de este país. ¿Tiene eso, acaso, un precio?
La inmolación de Favaloro allanó el camino para que en la Argentina se vuelva a hablar de solidaridad. No echemos su sacrificio en saco roto y, mientras comenzamos a sentar las bases de otro país, defendamos con todasnuestras fuerzas la justicia social que por décadas nos distinguió como Nación.

* Secretario general de la Asociación Bancaria y secretario de Acción Social de la CGT.

 

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