Por Juan José Panno
Una vez, como remate del relato de un golazo de Independiente, dijo el inimputable José María Muñoz: �Este gol tiene nombre y apellido: Bo... Chini�. El furcio quedó en la historia de la radio. El gol de Samuel, en cambio, no fue gol ni tiene nombre. Pero también quedará grabado en la historia (en la del fútbol, en este caso). Como ya se sabe, en la noche del miércoles el defensor de la Selección Argentina perdió increíblemente, debajo de los tres palos del arco de Paraguay, la posibilidad de marcar el gol que le hubiera dado la victoria a su equipo. Lo que no sabe, lo que nunca se podrá entender, es cómo cuernos esa pelota que tenía mansita y servida no concluyó su recorrido natural dentro de la valla.
�Al arquero no lo vi, no esperaba la pelota, pasó todo muy rápido -explicó Samuel�. Desde que el arquero primero le erró y después el tiro de Ayala pegó en el palo y me vino a mí, es lo único que me acuerdo. No la quise mirar en la tele�.
Samuel tenía muchas opciones. A saber: a) empujar la pelota de derecha; b) empujarla de zurda; c) empujarla de derecha y de zurda como aquel recordado doble golpe de un penal de Palermo contra Platense; d) tirarse al suelo y cabecear la pelota como si se tratara de una víbora; e) pegarle de rabona, como lo hacía Borghi; f) levantarle y pegarle de pechito, como Carrizo contra Peñarol; g) levantarla y manotearla como Maradona contra los ingleses, sin que nadie se diera cuenta; h) pegarle con el diario que utilizó Bonano para convertirle un penal a Chilavert en la misma cancha. Etcétera.
Sin embargo, no hizo nada de eso. Samuel, señoras y señores, inventó el emparamiento de la pelota. Emparamiento es una mezcla de empujar la pelota y pararla. Quiso, tal vez, pararla. Intentó, quizás, empujarla. Pero no hizo ni una cosa ni la otra. Samuel, digamos, paró la pelota y se le escapó. No lo suficiente para que llegara hasta la red, ni lo mínimo para poder darle de nuevo. Se sabe que el tipo es zurdo, lo que pudo dificultarle la concreción del gol con la derecha, pero estaba tan cerca de la línea que el hecho de no haber convertido el gol no sólo pone en duda su condición de bípedo, independientemente del merecido calificativo de cuadrúpedo que surge como chanza fácil e inevitable.
El (no) gol de Samuel quebró el record mundial del (no) gol marcado (el record) por el español Julio Cardeñosa en un partido contra Brasil, en el Mundial 78, que dejó a los gaitas fuera del campeonato. Millones de hispanos iniciaron por entonces una larga fila desde Santander a Cádiz para putearlo en vasco, catalán, gallego y castellano al pobre Cardeñosa. El chaval había recibido la pelota en el área chica sin porteros ni vecinos y en vez de hacer tic y mandarla a la red, dio un pasito más; entonces, la pelota se le retobó y se le quedó atrás y cuando el hombre finalmente pateó ahí apareció un negro brasileño que salvó el incendio a su equipo. Las llamas cubrieron definitivamente al Cardeñosa en cuestión, como lo hacen hoy con nuestro querido antihéroe.
Le pasó a Samuel, le podía haber pasado a cualquiera. Es inocente, pero la historia no lo absolverá.
|