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EL JUEZ SE PRONUNCIO CONTRA ERMAN Y DI TELLA Y NO DIJO NADA DEL EX PRESIDENTE
El procesamiento ya llegó a los ministros

El ex canciller (quien esquivó dos cargos graves) y el ex ministro de Defensa de Carlos Menem quedaron procesados por Urso en la causa de la exportación ilegal de armas a Croacia y Ecuador porque el destino final marcado en los decretos que firmaron con Menem no era el verdadero. 

Antonio Erman González durante una de sus visitas a Tribunales. Quedó más comprometido. 

Guido Di Tella se declaró �satisfecho� en términos personales. 


Por Adriana Meyer

t.gif (862 bytes) Víctor Alderete y María Julia Alsogaray no son los únicos ex funcionarios que cayeron en desgracia. Los ex ministros Guido Di Tella y Antonio Erman González, junto al ex vicecanciller Juan Carlos Olima, fueron procesados por el juez federal Jorge Urso en la causa abierta por la venta ilegal de 6500 toneladas de armas y municiones a Croacia y Ecuador. El motivo es su firma en decretos presidenciales que corresponden a alguien que Urso no citó ni procesó: el ex presidente Carlos Menem. 
El escándalo fue uno de los más pesados que debió afrontar Menem. Provocó la renuncia del ex ministro de Defensa Oscar Camilión, el procesamiento del ex jefe del Ejército Martín Balza, se produjo la extraña muerte del capitán Horacio Estrada, ex funcionarios se enredaron con los traficantes Monzer Al Kassar y Diego Palleros y un hombre de confianza de la familia, el ex presidente de Fabricaciones Militares Luis Sarlenga, está preso. 
La causa está en el final de la etapa de investigación. Pero recién podrá encaminarse al juicio oral cuando la sala II de la Cámara Federal porteña resuelva una veintena de incidentes y otras tantas apelaciones.
González fue considerado partícipe necesario del delito de falsedad ideológica de los dos decretos presidenciales que tenían a Panamá y Venezuela como destino falso del material bélico. El juez lo embargó por 400 mil pesos. Olima corrió la misma suerte. Di Tella fue encontrado responsable del delito de ocultación de pruebas y embargado en 50 mil pesos. Urso consideró insuficientes los elementos de prueba como para procesar a Di Tella por el ilícito endilgado a González y Olima y dictó la falta de mérito a los tres con respecto a la venta de 51 millones de dólares en armas y municiones a Bolivia. 
Erman quizás imaginaba lo que terminó ocurriendo: en su resolución, de un centenar de carillas, Urso utilizó los argumentos de Cavallo en su libro El peso de la verdad, que había señalado a González y a Olima como quienes �idearon� la modalidad de colocar armas argentinas en países con conflictos a través de decretos que incluyeran gran cantidad de material, destinos falsos y empresas dedicadas al transporte.
Urso sostuvo que los decretos presidenciales 1697/91 y 2283/91 son �ideológicamente falsos� porque el destino que preveían para el armamento (Panamá) �no era real�. El magistrado concluyó que sin la contribución de González �el hecho no hubiera podido consumarse�. El proyecto que dio lugar al decreto 2283/91 incluyó, según el juez, una cantidad de material bélico �considerablemente superior� a la requerida por la firma compradora que, finalmente, �recaló en Croacia�. Urso subrayó que �desde agosto de 1991 a marzo de 1992, se autorizó la exportación de una importantísima cantidad de armamento a un país (Panamá) de escasa dimensión geográfica, carente de Fuerzas Armadas, intervenido por los Estados Unidos y sin conflictos bélicos�. Esa situación, según el juez, �debió despertar la percepción de quienes intervinieron de manera decisiva en el dictado de los decretos�. Y agregó que el González �tenía suficientes razones para desconfiar de cuanto se estaba actuando, pero no hizo nada�.
El 13 de febrero de 1995 el entonces embajador argentino en Perú, Arturo Ossorio Arana, transmitió a la Cancillería un cable que consignaba la presunción de los servicios de inteligencia peruanos sobre vuelos procedentes de la Argentina con material bélico para Ecuador. Cuatro días después de aquel alerta partió el primer embarque de armas a Ecuador, lo cual implicó, según el magistrado, un grave incumplimiento del compromiso argentino de propiciar la paz entre Quito y Lima, asumido en 1942 mediante el Protocolo de Río de Janeiro. En abril de 1995 Urso solicitó esa documentación a la Cancillería, pero recién le fue entregada en setiembre de 1998 cuando Camilión habló de su posible existencia en el Palacio San Martín. 
Al ser indagado, el 22 de marzo pasado, Di Tella negó que el cable hubiera sido una �advertencia� y aseguró que supo de él cuando tomó estado público a través de los medios. En esa oportunidad, el ex funcionario estimó que no era válido que un ministro dedique su tiempo a recopilar documentación que le pida un juez. Urso calificó de �inaceptable� que el titular de la Cancillería �aduzca no haber tomado conocimiento de la información que el cable �de manera clara y precisa� contenía�. Y concluyó que quedó en evidencia �la intención del ex ministro de privar a la investigación de un elemento probatorio de significativa importancia�. 
El fiscal del caso, Carlos Stornelli, había pedido al juez que procese a Di Tella no sólo por ocultamiento de pruebas sino también por haber introducido falsedades en cuatro decretos presidenciales de instrumento público y por poner el peligro la paz de la Nación. �Estoy muy satisfecho con la resolución del juez Urso, pues demuestra que no existe responsabilidad penal mía en dos de las tres acusaciones que el fiscal me dirigiera�, se alegró el ex canciller. Stornelli aseguró que apelará. 
�Soy un juez amoroso�, contestó Urso cuando los periodistas le preguntaron si es un instructor �moroso�, como lo señaló en una resolución la sala II de la Cámara Federal, en referencia al prolongado trámite que tuvo la investigación. 

 


 

DARIO ALESSANDRO APUNTA MAS ALTO
�Menem firmó los decretos�

�Desde que asumió la Alianza hay un marco positivo, que posibilitó el libre funcionamiento de las instituciones�, señaló ayer Darío Alessandro, jefe del bloque oficialista en Diputados, sobre el procesamiento de los ex ministros menemistas Guido Di Tella y Antonio Erman González por el caso de la venta ilegal de armas. 
Aunque en voz baja todos coincidieron en aplaudir la medida, los dirigentes aliancistas se limitaron a destacar en público el accionar de la Justicia. �El marco ha cambiado, por eso hay que dejar que la Justicia actúe libremente�, dijo Alessandro.
Claro que, además, el Gobierno se ocupó de subrayar las vinculaciones del ex presidente Carlos Menem con el escándalo de las armas. �No hay que olvidarse que Menem firmó los decretos�, añadió el diputado. Otro legislador frepasista, Rafael Flores, sostuvo que �en vez de agitar las aguas cada vez que regresa al país, Menem debería comparecer ante los tribunales para explicar los negocios que hizo como jefe de Estado�.
Más allá de las expresiones públicas, lo cierto es que los funcionarios festejaron la decisión del juez Jorge Urso. 
Pendientes del escándalo por supuestos sobornos en el Senado, aseguraban que cada avance en las investigaciones repone capital político de la Alianza, en sintonía con aquella promesa electoral de que �esta vez, los corruptos irán a la cárcel�.

 

 

El retrato de los dos procesados

Di Tella, el gran traductor
Por Martín Granovsky

Adalberto Rodríguez Giavarini, que acusa a Guido Di Tella de haber hecho frivolidades con las Malvinas, no podría repetir el ataque en la cuestión de las armas. El comunicado emitido ayer por Di Tella revela una fina construcción que reúne una sensación de que reina el sálvese quien pueda entre los viejos funcionarios de Carlos Menem y la alegría individual por el fallo del juez Jorge Urso, que, parece interpretar el ex canciller, lo ubica entre quienes podrán salvarse. �Estoy muy satisfecho con la resolución del juez Urso en lo que a mí respecta�, dice, y afirma confiar �en que la acción de la Justicia conseguirá, al final del camino, identificar y castigar a los auténticos delincuentes que dañaron gravemente el prestigio internacional del país y la política exterior que nosotros encabezamos�. 
Tanta felicidad, claro, es proporcional a la infelicidad de Antonio Erman González, pero Di Tella nunca le tuvo simpatía. Más aún: salvo su devoción inicial por Domingo Cavallo, este ingeniero con posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachussetts y exquisito placer por los matices del inglés convivió diez años con Menem porque sólo fue enteramente leal al Jefe, sin mediaciones ni roscas laterales. Ni siquiera dudó en elegir a Menem contra su antiguo socio político Antonio Cafiero, cuando en 1992 fue vocero público del ex presidente en una feroz pelea contra el entonces presidente del Partido Justicialista. 
Comando civil en la Revolución Libertadora, miembro de la Democracia Cristiana, jura que empezó a cambiar su pensamiento cuando se enteró de que su bando había producido 300 muertes, y terminó haciéndose peronista a principios de los �60. Fue la misma época en que fundó el Instituto Di Tella, con las exposiciones de arte en la calle Florida que merecerían en 1970 la obsesión punitiva del dictador Roberto Marcelo Levingston. Una obsesión tan frenética que un día, cuando Di Tella encargó una residencia a Clorindo Testa, le indicó: �Quiero una casa que me libre de la tentación de invitar al general Levingston�. 
Años después, su casa sería la sede de las grandes decisiones para consolidar el alineamiento automático de la Argentina con Washington. Guido José María, nacido en 1930, hijo de un dirigente antifascista que aquí se convirtió en pilar de la industria liviana, siempre supo que la supervivencia en la Cancillería se alimentaba tanto de la incondicionalidad hacia Menem como de su capacidad para traducir al mundo la fabulosa conversión de un peronista al liberalismo económico. Di Tella dejó una frase para la posteridad (�con los Estados Unidos las relaciones deben ser carnales�), pero desparramó otras, aunque hoy sean menos populares. �Menem es como Julio Argentino Roca�, dijo. �Cambió al país, lo modernizó, terminó bien y volvió.� También lo definió como el autor de la menemtroika, una reforma económica que sería equivalente a la destrucción de la oxidada maquinaria comunista por parte de Mijail Gorbachov. Y dijo que Menem era �el autor del milagro argentino�. 
O sea, un semidiós de la política. Y, con la mano en el corazón, podría preguntarse Di Tella, ¿no es un sacrilegio mezclar a los semidioses y a sus mejores intérpretes entre los hombres con nimiedades como el contrabando de armas? 

Erman, disgusto tras disgusto
Por Susana Viau

Sin un verano como el de 1991, el juez Jorge Urso hubiera tenido que colocar otro nombre en el acta de procesamientos. Es que ese enero, �el genio de las finanzas�, como lo había llamado su amigo el Presidente, se sintió impotente ante un dólar que se cotizaba a 6700 australes y llegaba a 8400 cuarenta y ocho horas más tarde. No quiso ver más. Antonio Erman González corrió a Olivos y presentó su renuncia al Ministerio de Economía.
Poco después volvería a las reuniones de gabinete, como titular de la cartera de Defensa.
Hasta allí, la vida del riojano nacido en mayo de 1935, en Villa Castelli, había estado signada por un perpetuo ascenso. Hijo de Pastora González, fue cadete de librería y locutor. Creía, vagamente, que su vocación pasaba por los números y estudió Ciencias Económicas. Lo que sí sabía con certeza era que le gustaban el canto, la guitarra y Ramona Gramajo, madre de cuatro de sus cinco hijos, la mujer con la que vivió 18 años hasta que un cáncer truncó la relación. Fue en 1972. Un año después, reincidió con Cristina Caballero. Las segundas nupcias llegaron con su debut formal en la política, como candidato a gobernador de La Rioja por la Democracia Cristiana. Su rival era Carlos Saúl Menem. Y frente a él, perdió. En dos ocasiones. Pero Menem �siempre se habló de un secreto vínculo familiar entre ambos� en otras tantas lo nombró presidente del banco de la provincia. Tenía razones de peso: Erman había sido contador de la curtiembre Yoma y, más importante aún, había dibujado la legitimidad de los bienes de Menem, cuestionados por la Conarepa, el órgano de fiscalización creado por la dictadura militar. Luego, el extravagante gobernador lo ascendería a ministro de Economía de la provincia. En el cargo se lució con un par de creaciones: los bonos riojanos (una invención prodigiosa que se autodestruía con el uso a causa de la mala calidad del papel) y el Certificado de Cancelación de Deuda. Los resultados de la gestión no lo cubrieron de gloria: el banco quedó con un pasivo de 60 millones y la provincia con una deuda de 80. En 1987, gracias a la �ley de banca extra� pergeñada por Jorge Yoma, se convirtió en diputado nacional.
Tras las elecciones de 1989, Menem lo convocó: fue vicepresidente del Banco Central, ministro de Acción Social, ministro de Economía. Seguía tocando la guitarra y concurriendo a los �encuentros matrimoniales� del Opus. Su paso por Economía y Defensa estuvo plagado de disgustos: el Plan Bonex, el Swifgate, los choques con José Luis Manzano, con Roberto Dromi y el último, letal, con Domingo Cavallo, que lo sentenció como hombre del partido de Alfredo Yabrán. Para entonces, comenzaba a desenredarse la madeja de la venta ilegal de armas. Después, ya como ministro de Trabajo, fue descubierto cobrando un grueso retroactivo de su jubilación de privilegio. Había empezado el tiempo de los tropiezos: la chanchería modelo que montó en Carlos Keen, en Luján, no anduvo como se esperaba. Dicen que ningún chanchero se hace rico. Pero había sido una apuesta. Y, comentan sus ex compañeros de gabinete, a ese hombre de apariencia juiciosa y maneras corteses, mentor de los secretos fiscales de Carlos Menem, lo seducen las apuestas, esa cuota de azar a la que se le saca filo en las mesas de Las Vegas. 

 

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