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OPINION

Carta abierta a Andrés D�Alessio

Por Alfredo Pedro Bravo

Al repasar de los diarios los artículos que me interesan y guardo para leer, cuando puedo darme tiempo y espacio en mis obligaciones, volví a conectarme con la nota que el periodista Martín Granovsky efectuara el domingo 6 del corriente, en el diario Página/12, sobre la carta que le dirigiera el reconocido y respetado Comité de Abogados por los Derechos Humanos de Estados Unidos de Norteamérica.
Por ella, tomé conocimiento de que el general José Teófilo Goyret se desempeña como profesor en el Programa de Relaciones Internacionales para graduados en la Facultad de Derecho.
Si bien me llamó la atención la presencia en esa casa de estudios de quien sustentara que se estaba luchando contra el enemigo de la humanidad y fuera solidario con el siniestro plan de sus camaradas que “optaron por la puesta en marcha de procedimientos clandestinos e ilegales, sobre la base de órdenes que, en el ámbito de cada uno de sus respectivos comandos, impartieron los enjuiciados”, como usted lo afirmara en la sentencia con que se condenó a los ex comandantes del tristemente célebre proceso, más me sorprendió saber que no estaría de acuerdo con la realización de un debate público sobre la verdadera personalidad de quien requisó y confiscó el 25 de mayo de 1977 el diario La Opinión.
Con toda sinceridad, me cuesta creer, doctor D’Alessio, que haya dicho que “los cargos que ocuparon los funcionarios no son tan importantes como los actos que realizaron en sus funciones”.
Para el caso, su definición resulta ser un sofisma. No se llegaba a un cargo de trascendencia y con cierta cuota de poder si no se pertenecía a la camada de promoción de los gobernantes o no se estaba fielmente identificado con los objetivos y fines del llamado “proceso de reorganización nacional”, que carecía de plazos para la devolución del gobierno republicano y representativo, a los legítimos poseedores de la soberanía popular. Me pregunto entonces, ¿los planificadores o los diseñadores intelectuales de tan macabra política, que exigía el cumplimiento de las pautas y órdenes de trabajo para ser eficiente funcionario o ejercer de la mejor manera el rol asignado, y los “encubridores” o los “cómplices” primarios y secundarios no tienen ninguna responsabilidad o estas categorías tipo ya no existen en la legislación penal?
Digo esto porque la denominada “Junta” suscribió un “acta declarando que las operaciones contra la subversión y el terrorismo llevadas a cabo por las fuerzas armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias se fueron ejecutando conforme a planes aprobados y supervisados por los mandos superiores orgánicos de las Fuerzas Armadas y por la Junta Militar”, que, con fecha 28 de abril de 1983, firman Nicolaides, Franco, Huges y fuera publicada en el Boletín Oficial del 2/5/83.
Esa “acta”, que de un “visto y considerando” muy breve, contiene sólo dos artículos, se instrumentó en base a los decretos 2770/75, Consejo de Seguridad Interna, Constitución, Competencia; 2771/75, Consejo de Defensa, Convenios con las provincias para colocar bajo su control operacional al personal policial y penitenciario para la lucha contra la subversión y 2772/75, Fuerzas Armadas, Ejecución de las operaciones militares y de seguridad necesarias para eliminar la subversión.
Además, quiero recordar el episodio en el cual le tocó actuar directamente a Goyret, después de la entrevista que le hicieran José Timerman y la esposa de Jacobo, para ubicar a su marido, secuestrado en julio de 1977 por segunda vez. No habían transcurrido dos horas de la desesperante solicitud de paradero que le formularan, cuando Goyret hizo comparecer a Héctor –hijo del director titular de La Opinión– para comunicarle que iba a ser recibido por el comisario Etchecolatz y para ello le estableció un zigzagueante recorrido para poder ver a su padre.Su intervención y las consultas que imaginamos debe haber realizado, dada la relevante condición del hasta entonces desaparecido Jacobo Timerman, vienen a demostrar la identificación subordinación y valor de Goyret con el contenido de la citada “acta de la Junta Militar” publicada en el referido Boletín Oficial.
Si bien hoy podemos rescatar alguna acción de aquellos tiempos, en que la vida no tenía validez alguna para los mesiánicos e iluminados salvadores de la patria, no es menos cierto que todos aquellos conciudadanos carentes de un cierto nivel social o de una sobresaliente notoriedad profesional, sin pasar por los tribunales ni tener derecho a defensa, fueron a engrosar la lista de los hoy ausentes. ¿En cuántas oportunidades, con su palabra o con un concepto definitorio, alzó o bajó el pulgar el general José Teófilo Goyret; cuántas veces miró para otro lado; se hizo el desentendido; se escudó en su desempeño intelectual; negó la información sobre los hábeas corpus presentados; ocultó y distorsionó las críticas al gobierno de facto provenientes del exterior y en cuántas oportunidades durmió tranquilo, besó a sus seres queridos sin que lo acosaran los fantasmas del terrorismo de Estado que él sirvió y apoyó?
Doctor D’Alessio: como ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, que juzgó a los ex integrantes de las sucesivas Juntas Militares, con todo respeto le pregunto si usted dejaría que a su hijo lo formase en la vida y en el derecho un hombre que, usando las armas que le entregó el pueblo para su defensa, las volviera contra él; que derrocó un gobierno de jure; que violó los derechos y garantías consagradas en la Constitución Nacional; que colocó al pueblo todo en total estado de indefensión; que prefirió adherir y pertenecer al partido de la muerte, que frente a los detenidosdesaparecidos se plegó a esa desvergonzada campaña que, santificada por la “iglesia del silencio”, publicitara que “los argentinos somos derechos y humanos”; que enseñó como estrategia militar que el frío derrotaría a los ingleses como a Napoleón y que Washington sería neutral; que sigue gozando de la impunidad más absoluta y que cotidianamente aporta para consolidar el país de la desmemoria con su intelecto y sus clases.
Si esto no fuera suficiente para realizar ante los estudiantes y los graduados el debate público sobre la personalidad de José Teófilo Goyret, le digo que se estará pretendiendo enterrar una vez más a los detenidosdesaparecidos, en el campo non sancto de la injusticia y de la mentira.


 

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