El submarino Kursk, herido de muerte en el fondo del mar de Barents, sigue siendo una coraza inexpugnable, que mantiene en su interior a sus 118 tripulantes. Tampoco pudieron socorrerlos ayer los doce buzos noruegos, especialistas en trabajos de rescate en profundidad, que intentaron durante todo el día, pero no pudieron abrir las escotillas de la nave. Hace ya nueve días que el submarino nuclear ruso permanece hundido, semiinclinado, a 108 metros de profundidad. Si no pudieron lograr su objetivo, los marinos noruegos trataron de revertir el pesimismo que las autoridades rusas sembraron respecto de la suerte de la tripulación: el vocero de las fuerzas armadas del país escandinavo, John Espen Lien, dijo que no descarta que en el interior del submarino haya personas con vida. El propio presidente ruso, Vladimir Putin, aseguró que hasta el último momento haremos todo lo que podamos para rescatar a quien pueda ser salvado, contradiciendo a quienes dieron por muerta a toda la tripulación. Para hoy está previsto el descenso del minisubmarino británico LR5, que intentará acoplarse al submarino. El gobierno ruso evalúa, entre las causas de la catástrofe, una colisión con un submarino que podría pertenecer a la OTAN. Ayer, las tenues expectativas de rescate se vieron interrumpidas por permanentes versiones contradictorias entre el gobierno ruso y el noruego. Los buzos noruegos habían iniciado el descenso durante la madrugada y obtuvieron imágenes del exterior del submarino. Pero, mientras descendían, los rusos desmentían que se hubiera iniciado la operación de rescate. En la superficie, el buque noruego Seaway Eagle se había estacionado exactamente sobre el Kursk. A diez kilómetros del lugar, el navío Normand Pioneer cargaba a bordo al minisubmarino británico LR5, encargado de conectarse a las escotillas para rescatar a los posibles sobrevivientes. Los buzos debían previamente verificar el estado de las escotillas, y abrirlas para ingresar a la cámara donde se encuentran los manómetros que indican la presión interior del submarino. Con una presión normal, la tripulación podría sobrevivir hasta el 22 de agosto, pero la presión de 10 kg provocada por el accidente, según nuestras estimaciones, no lo permitiría, había declarado el viceprimer ministro, Ilya Klebanov. Es puramente teórica la posibilidad de que algunos tripulantes hayan podido sobrevivir a la catástrofe. Poco después de la primera inmersión, la versión oficial rusa señaló que la escotilla delantera estaba seriamente dañada, tenía grietas que habían dejado entrar el agua, y que era imposible abrirla. También sostuvo que de los 9 compartimentos del submarino, al menos 6 estaban llenos de agua. Según la televisión rusa, la escotilla estaba deformada por los golpes contra el fondo del mar, lo que impedía abrirla. Pero según el gobierno británico, que participa desde el miércoles en el rescate junto a noruegos y rusos, la escotilla trasera se encontraba en buenas condiciones. La cámara transportada por un robot dirigido por los buzos noruegos por control remoto, que funciona bajo el agua mediante iluminación especial, envió imágenes hacia el exterior. Según los especialistas, se podía detectar una profunda grieta que había provocado el ingreso del agua. Pensamos que el minisubmarino enviado por los británicos no podrá acoplar sus sistemas de escape al Kursk y ahora nuestra mayor esperanza es que se pueda efectuar el rescate mediante una operación manual, en la que se usará conjuntamente con la nave británica una campana de buceo del barco noruego, explicó Klebanov. La deformación en las escotillas explicaría el motivo por el que fracasaron los intentos por unirlas a las de las sondas enviadas durante la semana pasada. Los doce buzos noruegos forman parte de un equipo que habitualmente trabaja en la construcción de plataformas petroleras submarinas en el Mar del Norte, a 300 metros de profundidad. Según la prensa noruega, las tareas de rescate del Kursk, a 100 metros de profundidad, son prácticamente ideales. Descienden en grupos de tres y pueden mantenerse bajo el agua durante seis horas. Las imágenes tomadas por el robot tambiénmostraban la proa del submarino prácticamente destrozada por la explosión y los golpes recibidos contra el fondo. Durante toda la mañana, los buzos intentaron abrir la escotilla delantera. Lograron descorrer el cerrojo, pero no tuvieron éxito en abrir la compuerta. La primera conclusión de Keblanov fue que el cuerpo de uno de los marineros había quedado atascado al intentar abrirla. Por la tarde, el comando noruego desmintió esa versión y consideró como muy probable que haya oxígeno y no agua en su interior, desmintiendo la versión oficial rusa. De ser así, el LR5 podría acoplarse a la escotilla. En caso contrario, la compuerta deberá ser abierta manualmente y con ayuda de una grúa. Mientras continuaban los intentos de rescate, la población rusa volvió a cuestionar severamente al presidente Vladimir Putin por la demora en aceptar la ayuda noruega y británica y asociaban el silencio del gobierno con el ocultamiento de información durante el desastre de Chernobyl. Por su parte, Klebanov anunció que, a partir de hoy, una comisión del gobierno analizará las causas de la catástrofe, entre las que se evalúa una colisión con otro submarino. Asumimos que se trató de un objeto submarino de al menos 8000 toneladas de desplazamiento.
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