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Disparen contra la Guardia Civil

Luego de sufrir reveses en la última semana, ETA respondió ayer asesinando a dos guardias civiles en Aragón.

t.gif (862 bytes)  Las víctimas fatales de ETA son cada día de menor rango. Y de mayor vulnerabilidad. Ayer la organización separatista asesinó a dos agentes rasos de la Guardia Civil, un hombre y una mujer, con una "bomba lapa" colocada debajo de su patrullero. El ataque se produjo en la región de Aragón, en una diminuta localidad ubicada cerca de los Pirineos. El ministro del Interior español, Jaime Mayor Oreja, aseguró que los responsables se infiltraron desde Francia, adonde regresaron después del atentado. La comunidad política vasca, exceptuando por supuesto al brazo político de ETA, condenó unánimemente el ataque. Según cifras del gobierno español, el ataque de ayer suma 11 muertes desde que ETA rompió su tregua el año pasado, y 780 desde que comenzó su lucha armada en 1964. "La gran proeza de ETA ha sido matar a dos españoles", sentenció amargamente Mayor Oreja.
El coche bomba de ayer puede considerarse como un contraataque, o una venganza. La Guardia Civil fue siempre uno de los principales enemigos de ETA. Pero en las últimas semanas habían surgido algunos motivos adicionales para que sea atacada. El 15 de agosto, guardias civiles capturaron e hicieron estallar un coche abandonado por una célula etarra con 100 kilos de explosivos abordo. Y el sábado la policía vasca había desarticulado al "comando Araba" de ETA, capturando a tres personas, 24 kilos de dinamita, seis granadas, cinco bombas?lapa, nueve detonadores, y diversos materiales para armar bombas. Confrontado con dos golpes, uno detrás de otro, ETA parece haber decidido replicar lo antes posible. Y contra los objetivos más vulnerables que pudiera encontrar.
Estos se llamaban Irene Fernández Pereda (de 32 años) y José Angel de Jesús Encinas (de 22). Estaban destacados en el pequeño pueblo de Sallent de Gallego, con unos 500 habitantes. Hace tres años ese lugar ya había sido testigo de un ataque de ETA contra un cuartel de la Guardia Civil, que no causó víctimas fatales. Tal no fue el caso ayer. El atentado fue extremadamente simple. A las 6.10 locales, cuando los guardias civiles encendieron su auto para comenzar su recorrida diaria, una bomba lapa estalló por la puesta en marcha del motor. La explosión se oyó en todo el pueblo. Pereda murió instantáneamente, convirtiéndose en la primera mujer asesinada de la Guardia Civil. Su compañero agonizó por tres horas antes de fallecer en el hospital.
Que el ataque respondiera a una serie de reveses para ETA no resultó mucho consuelo. "ETA trata de responder a actuaciones policiales por la Ertaintza (policía vasca) y la Guardia Civil", explicó el ministro Mayor Oreja tras reunirse con los familiares de las víctimas. Ante una cifra cada vez mayor de cadáveres, el ministro se ocupó de recalcar que la lucha antiterrorista se mantendría dentro de "los instrumentos del Estado de derecho".

 

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