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Como todo México, Chiapas empieza a escribir una nueva historia

Al igual que Vicente Fox en las presidenciales, el candidato opositor al PRI, Pablo Salazar, ganó las elecciones para gobernador en el Estado más conflictivo del país. "Este pueblo decidió cambiar su destino", dijo.

Por Pablo Rodríguez

t.gif (862 bytes)  “Casi el 50 por ciento de los chiapanecos votó por nuestro partido, el Partido Revolucionario Institucional.” El anuncio del candidato del PRI Sami David transpira orgullo herido. Porque más allá de que arañar el 50 por ciento en una elección nunca es despreciable, sí es relativa su importancia cuando se sale segundo en una región donde no se perdió nunca en 71 años. Eso es lo que pasó en Chiapas. Escrutado el 95 por ciento de los votos, el Consejo Estatal Electoral declaró al candidato opositor Pablo Salazar como el ganador de las elecciones para gobernador en Chiapas con el 52,7 por ciento de los votos. Sami David llegó al 46,9 por ciento. “Este día quedará en nuestra memoria como el día en que el pueblo de Chiapas decidió cambiar su destino colectivo”, clamó Salazar en Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado más conflictivo de México.
Efectivamente, más allá de la emoción desatada en las palabras de Salazar, el cambio que ocurrió en Chiapas parece ser muy importante. Si México estuvo gobernado durante 71 años por el PRI, en Chiapas la fuerza del superpartido era aún mayor: la fórmula priista para la presidencia de México llegó a triunfar en este Estado en las mismas elecciones que ganó Vicente Fox en todo el país. Y en ese mismo Estado fue donde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) puso en 1994 la primera piedra en el camino del PRI. Ese año quedó claro para todo el mundo la pobreza, la corrupción y la represión que existía en un Estado donde la gran mayoría de la población oprimida es indígena. Pero lo que también quedó claro es que, a través de una política de militarización del Estado, los mismos caudillos de toda la vida del PRI podían mantener el funcionamiento de la maquinaria.
Los mismos zapatistas, a la luz de esta comprobación, desdeñaron la participación en cualquier tipo de elecciones. Ahora que la maquinaria dejó de funcionar, ellos mismos recibirán toda la presión del que la derrotó para que se retome el diálogo que había comenzado cuando se firmaron los Acuerdos de San Andrés de Larraínzar en 1996 sobre los derechos indígenas. “Nosotros esperaríamos que haya alguna señal, algún guiño de la otra parte para ver cómo vamos reconstruyendo esa relación que quedó inconclusa o perdida desde 1996. Es importante ya empezar a buscar tender puentes para la paz en Chiapas”, dijo Salazar en rueda de prensa.
Hasta el momento, el subcomandante Marcos, líder del EZLN, permanece en silencio desde la Selva Lacandona. También se mantuvo en silencio en ocasión de las elecciones presidenciales, pero varios voceros zapatistas dejaron en claro que la organización estaba a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). De alguna manera, Salazar debería significar alguna tranquilidad para los zapatistas: tiene un currículum impecable en cuanto a buscar una solución al conflicto chiapaneco y representó a la oposición unida, al PRD y al Partido Acción Nacional (PAN) de Vicente Fox. Pero la tendencia derechista de lo que será el próximo gobierno nacional (del PAN y no del PRD) quizá despierte dudas en la guerrilla. Otros analistas consideran que el perfil conciliador de Salazar es lo peor que le podría pasar al EZLN, ya que lo obligaría a dejar los actos reflejos de radicalización que se correspondían exactamente con la política represiva del PRI.

 

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