Por Diego Fischerman
Podría hablarse de un virtuoso del contrabajo y no se estaría diciendo casi nada. Podría entrarse un poco más en detalles y asegurar que la técnica de Renaud García-Fons es absolutamente asombrosa, que nunca se escuchó nada igual, que su dominio del instrumento, tanto cuando lo toca con arco como cuando lo hace con los dedos, es tan absoluto como impactante. Aun así no alcanzaría para describir a uno de los músicos más interesantes, originales y creativos de la actualidad. García Fons, francés con ascendencia española, compañero de ruta de artistas como el saxofonista alemán Michael Riessler, el guitarrista flamenco Pedro Soler, el intérprete de oud Rabih Abou-Khalil o el exquisito acordeonista JeanLouis Matinier (junto a quien suele acompañar a la cantante argentina radicada en París Silvana de Luigi), es, simplemente, un músico inclasificable.
Hace unos años se hubiera hablado sin demasiada vergüenza de �fusión�. Pero referirse a músicas de fusión implicaría la pretensión de que hubiera otras que no lo fueran. Y tal cosa no existe. Si hay algo contradictorio con la idea de cultura, es la idea de pureza. El saber del hombre crece exclusivamente gracias a los intercambios, a las nuevas ideas que desequilibran a las viejas. A los nuevos problemas que dejan caducas las viejas soluciones, a las mezclas. Y en ese sentido, la música de Renaud García-Fons es un canto a la cultura. Discípulo de François Rabbath, el notable contrabajista que en una época acompañaba a Paco Ibáñez, en sus temas se cruzan las culturas del Mediterráneo (lo griego, lo árabe, lo andaluz) con el jazz y, curiosamente, con el tango. Es que Matinier, que toca con él en tres de sus discos editados por el sello ENJA, aparece como el continuador más claro (y menos mimético, de paso) del estilo de Piazzolla. El tema �Natgo� (un anagrama nada disimulado) incluido en el CD Alboreá es una buena prueba.
Sus discos para ENJA, conseguibles por primera vez en Buenos Aires desde que una disquería céntrica distribuye localmente su excelente catálogo, son cuatro: Légendes (1993, contrabajo solo), Alboreá (1995), Oriental Bass (1997) y Fuera (1999, en dúo con Matinier). La hipótesis desarrollada a lo largo de esos cuatro álbumes ejemplares puede resumirse en una frase utilizada por el propio García-Fons en las notas de Oriental Bass: �Tuve un sueño acerca de un contrabajo �mitad gitano, mitad morisco� que viajaba desde la India hasta Andalucía, recorriendo el Mediterráneo de norte a sur. El contrabajo no es un instrumento tradicional ni un instrumento oriental. Pero su rango de sonoridades y las maneras en que se lo puede tocar �tanto pizzicato como con arco� lo hacen sentir confortable en la vecindad de ciertos instrumentos de la música oriental. Por muchos años mi estilo de composición y de improvisación fue guiado por estas relaciones y por el amor hacia otras músicas. Yo pienso mi música como un canto imaginario... una plegaria�.
Si bien lo tímbrico es un dato esencial en su música, tanto por los instrumentos con los que toca (acordeón, laúd, oud, flauta, trombón, clarinete, percusión) como por su propio sonido (nasal, intenso, de una pureza cristalina en los ataques, regodeado en los armónicos más agudos) es en lo formal donde se encuentra la originalidad máxima. Con reminiscencias del jazz-rock de Return To Forever, con sus cambios de compás y sus cortes repentinos, o del contrabajo de Miroslav Vitous, con sus pasajes de agilidad extrema tocados con el arco, lo cierto es que la música de García-Fons no se parece a nada. Capaz de sonar casi como una guitarra (en �Hommage a Ostad�, de Oriental Bass) o con el empuje de una locomotora (en �Al Camarón�, de Alboreá) en sus discos, además formidablemente grabados y presentados, no hay desperdicio.
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