Por Felipe Yapur
Fue una especie de catarsis colectiva que duró algo más de siete horas. Durante la sesión que comenzó anteayer en el Senado, y contó con la imprevista participación del ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, se produjeron fuertes cruces y recriminaciones ante la falta de precisiones y por las consecuencias que producirá la denuncia de soborno a legisladores para que aprobaran la Ley de Reforma Laboral. Obviamente, el principal destinatario de las flamígeras frases fue el senador del PJ Antonio Cafiero. Cuando todo concluyó, ningún senador justicialista ni radical se animó a calificar a la sesión como exitosa. Un influyente legislador del PJ dijo que �todos estamos manchados por la sospecha. Si querían hacernos un daño, lo lograron y lo peor es que es irreversible�. Sin saberlo, un senador radical haría una reflexión similar al sostener que �a todos nos afecta. A algunos más que a otros, pero nadie quedó exento�.
Durante toda la tarde de ayer el rumor más fuerte era que no se iba a realizar la sesión. Los integrantes del mayoritario bloque opositor no querían debatir y hasta lo habían adelantado a sus pares del radicalismo. Pero un senador del PJ advirtió que de no bajar al recinto, �el Senado podía estallar. Mejor nos decimos todo ahora y que se termine de una vez�. Sus colegas aceptaron y comenzó el debate sin la presencia del vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez. La sorpresa de la noche fue, sin dudas, la llegada de Flamarique al recinto.
�Si hay un senador de este cuerpo que haya hablado conmigo o con algún funcionario de este gobierno de alguna transacción horrorosa para votar esta ley y deteriorar las instituciones de la Nación, que me lo diga en la cara�, dijo desafiante el ministro para luego anunciar que esperaba las preguntas de los senadores. Los legisladores del PJ tardaron unos segundos en responder. El primero en hacerlo fue el justicialista disidente Alberto Rodríguez Saa, quien lo interrogó sobre aquella famosa frase que le atribuyen al ministro que sostenía que a los senadores los arreglaba �con la Banelco�. Flamarique dijo, mientras fumaba un cigarrillo tras otro, que se trataba de �una mentira que ya fue aclarada�.
Inmediatamente la discusión se centró en dos puntos: los dichos de Cafiero y el anónimo que develaba �la trama secreta� de los sobornos. El primer punto tuvo dos momentos, el primero entre Cafiero y el senador radical Leopoldo Moreau. El segundo fue entre Cafiero y el ministro, donde abundaron las chicanas de uno y otro lado.
Las preguntas formuladas por el bloque justicialista fueron poco precisas y hasta reiterativas. La mayoría fueron aprovechadas para disparar críticas al gobierno de Fernando de la Rúa y al secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido, a quien le atribuyeron la organización de una �terrible� operación de prensa destinada a desprestigiar al Senado. De las críticas tampoco estuvo exento Chacho Alvarez, quien se incorporó a la sesión poco después de que el ministro comenzara a responder las preguntas de los senadores. Cerca de las dos de la mañana la sesión comenzaba a declinar. Nadie respondió a la requisitoria del ministro y Cafiero continuaba firme en la tesis de las certezas de soborno, pero sin pruebas. Y todos repudiaron el anónimo. Flamarique lo calificó de �libelo mentiroso� y recordó que �en base a un anónimo me persiguieron, me expulsaron de la Universidad y mataron a mucha gente en la Argentina�.
Unos minutos antes de que Alvarez levantara la sesión se produjo el último altercado entre Moreau y Cafiero. El radical acusó a su par del PJ de no animarse a develar los nombres de los senadores que habrían sido sobornados. �Le dije que no tengo pruebas�, dijo Cafiero en voz alta.
�Usted es un irresponsable porque, además, es la fuente de (Joaquín) Morales Solá �gritó Moreau.
�Usted sabe como todos los demás y no se haga el sordo. No mire para otro lado �respondió también a los gritos. Pero todo quedó allí, porque Alvarez los cortó y poco después, retirado ya del recinto Flamarique, los senadores aprobaron el proyecto donde se solicita a la Procuraduría General de la Nación que investigue las denuncias de soborno. Eran las dos y media de la madrugada del jueves.
Media hora más tarde, el Senado estaba prácticamente vacío. La extensa y discutida sesión había concluido. El ministro ya se había retirado. Sólo quedaban unos pocos legisladores. En el comedor de la Cámara alta un influyente senador del PJ se desplomó en una de las sillas, lucía cansado, agotado. Ordenó un bife de chorizo. Esperó unos segundos en silencio, luego tomó aire al tiempo que ponía su mano derecha en la frente y dijo: �No importa si es verdad o mentira lo de los sobornos. Lo real es que estamos acabados, nadie nos quita el estigma. Nuestra carrera política está terminada. Pero ojo, esto también afecta a los radicales y hasta a Chacho, a pesar de que él no lo crea�. Un par de mesas más atrás estaban dos legisladores radicales, no disimulaban que oían la reflexión, uno de ellos asintió, coincidiendo con el legislador del PJ.
Entre los radicales el análisis de lo ocurrido tampoco arroja resultados satisfactorios. Todos coinciden en que es preciso bajar el perfil del conflicto. Pero muchos de ellos sienten que están pagando injustamente los costos del affaire que �sin duda responde a una interna justicialista�.
El análisis también incluye el rol que jugó Alvarez, de quien dicen que �jugó como siempre: solo. Y nos dejó a nosotros embarrados junto a los peronistas�. Pero otro importante senador radical fue un poco más allá al sostener que �la actitud de Chacho es sospechosa, parece más una maniobra de alguien que está buscando un pretexto para romper con una coalición política. El tiempo lo demostrará�.
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