Por Mariana Enriquez
Si hay un negocio que florece en Internet es el del sexo. Y no exclusivamente mediante la proliferación de sitios pornográficos más o menos convencionales, repletos de fotos y videos que funcionan como una revistas condicionadas virtuales. Si Internet es todavía un espacio anárquico donde cada individuo puede mostrar y compartir sus gustos y obsesiones, es lógico que también compartan las fantasías sexuales. Y que además puedan encontrarse los gustos y fetiches más diversos. Otra posibilidad de la sexualidad en la red es su reinvención como sexo virtual. �Todo el mundo está teniendo cuidado y buscando formas de excitarse que no impliquen la relación sexual tradicional, con intercambio de fluidos� dice uno de los tantos entrevistados en �Sex Bytes�, el nuevo programa para adultos que explora la oferta sexual en la red y que el jueves 7 de setiembre estrenará la señal de cable I-Sat.
�Sex Bytes� es una serie documental de una hora, realizada por los mismos productores de �Real Sex�. Y si bien está orientada al sexo virtual, no sólo presenta casos (cuatro por episodio) de gente que lo practica. También se interna en la vida privada de personajes que exponen sus prácticas eróticas en la red, y de aquellos que tienen una miniempresa basada en ello. Claro que, en general, ni personajes ni prácticas son convencionales. Y tampoco lo es la presentación de los casos. A pesar de la notable preparación de escenarios (los entrevistados claramente �actúan� para la cámara) las escenas son explícitas, de contenido adulto y sorprendentemente eróticas. Una pareja que practica el sexo tántrico (y que tiene un amplio website donde predican las bondades de la sexualidad energética y mágica) hace el amor frente a las cámaras, ella dolorosamente delgada y con las cejas depiladas, él rapado y cubierto de piercings, como dos personajes de alguna narración cyberpunk. O una pareja de exhibicionistas que tienen su propio sitio y que hacen el amor ante las cámaras en los callejones de Nueva York. O el inquietante mundo del sadomasoquismo, con mujeres hermosas que le practican torturas genitales a hombres de negocios que se dejan filmar dócilmente, o no menos inquietantes hombres de negro que flagelan a sus parejas mientras ellas gozan dentro de jaulas y atadas con cepos que se venden, justamente, por Internet.
En términos de sexo puramente virtual, �Sex Bytes� explora varias posibilidades. En el primer episodio, una veterana del cybersex (una mujer cuarentona y sofisticada, de rasgos asiáticos) escribe fantasías desde su laptop, en la intimidad de su living, para que las lean y pongan en escena una pareja joven e inexperta que busca nuevas emociones. �Es maravilloso contribuir a la excitación de otros�, dice la experta. �El cybersex no es para estúpidos. El órgano sexual más importante es el cerebro. ¿Si es mejor que el sexo real? Puede serlo.� Otra posibilidad de la nueva tecnología es el cambio de espacio para los espectáculos de strip tease: en el segundo episodio, una bailarina exótica cuenta cómo decidió abandonar los bares, con sus horarios estrictos y su contacto directo con los hombres que a veces puede resultar complicado, para desnudarse frente a una computadora, a pedido de un cliente online, que desde la tranquilidad de su casa accede a un espectáculo de desnudismo en una pantalla. O una ex prostituta que en su juventud trabajaba con empresarios y hombres ricos, y hoy comparte sus increíbles historias en Internet, mediante la publicación de sus memorias en la red, historias acompañadas por fotos y breves videos hardcore, a modo de una fotonovela virtual. Quienes acceden deben pagar, por supuesto.
�Cada generación tiene su área de exploración� dice un master sádico entrevistado en el primer episodio. �Y esta generación está explorando el sexo en una forma muy abierta.� La idea detrás de �Sex Bytes� parece ser la destrucción de los límites en la experimentación sexual, no ignorando el cuidado pero tampoco permitiendo que el miedo reprima el erotismo y las inmensas posibilidades de la sexualidad del nuevo milenio.
Un millón al sobreviviente
Richard Hatch, un consultor de empresas de 39 años, homosexual asumido, se llevó el millón de dólares de premio en la serie de TV real �Survivor�, que terminó en Estados Unidos tras 13 semanas de emisión. Los 16 participantes en la �búsqueda del tesoro� combinada con técnicas de sobrevivencia pasaron 39 días en una isla del Mar de la China, Pulau Tiga, comiendo ratas, gusanos y arroz, valiéndose de sus propios medios de subsistencia. Hatch, acostumbrado a negociar con empresarios, demostró su sabiduría para tejer alianzas de voto que le permitieron llevarse el premio. Transmitida por CBS, la serie batió records de rating: en su última emisión llegó a 40 millones de espectadores.
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