El País de Madrid
Por Juan Arias
Desde Brasilia
El 31 de agosto y el 1º de setiembre, los presidentes de los 12 países de América del Sur (Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela) van a celebrar su primera cumbre en Brasilia, con motivo de los 500 años del Descubrimiento de Brasil. Un tema evidente va a ser Colombia, país al que esta semana el presidente norteamericano Bill Clinton inició la entrega de 1300 millones de dólares para erradicar el narcotráfico. Luiz Felipe Lampreia, ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, sociólogo, 58 años, casado y padre de cinco hijas, rechaza toda posibilidad de intervención extranjera en Colombia, y niega que la reunión pretenda lanzar la hegemonía de Brasil sobre la región.
�¿Cree que va a tener una repercusión especial el tema de Colombia en esta cumbre? Toda la prensa brasileña sostiene que Colombia supone hoy un problema para Brasil.
�Aún no tengo claro qué postura van a tener los presidentes sobre el tema. Obviamente es un tema de gran importancia para todos. Está claro que para Brasil, por ejemplo, el conflicto que se plantea en Colombia, con todas sus peculiaridades y el fuerte papel que juega el narcotráfico, es una fuente de gran preocupación para nosotros y, sin duda, constituye la más seria amenaza a la seguridad nacional brasileña en este momento. De ahí nuestra disposición a discutir el tema de Colombia en la cumbre y, si es el caso, aportar nuestra visión sobre el conflicto.
�¿Y cual es esa visión?
�Llegar a una solución de paz que pueda resolver la impasse, porque sería muy preocupante que se pueda romper el diálogo sobre la paz. Por eso hay que tomar toda una serie de iniciativas para apoyar al gobierno constitucional y democrático de Pastrana. Algunas ya se están haciendo como ocurrió, por ejemplo, en Madrid con la reunión de hace dos meses, en apoyo al Plan Colombia.
�Entre las medidas que Brasil piensa para ayudar a Colombia, ¿figura su participación en una hipotética fuerza internacional para actuar en aquel país?
�Ya hemos dicho claramente que Brasil no participará de esa fuerza internacional. Es más, somos contrarios a la existencia de una fuerza foránea militar en Colombia. Pero debo añadir que Estados Unidos no nos ha pedido eso.
�¿Está seguro de que la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright no se lo ha pedido en su reciente paso por Brasil, como ha insinuado la prensa?
�Seguro que no. Nadie nos lo ha pedido, ni siquiera los líderes militares norteamericanos.
�Supongamos que mañana se lo pidan.
�Les diríamos que no. No es este nuestro deseo. No queremos involucrarnos en ese conflicto. Ni siquiera queremos que se usen las infraestructuras de Brasil, como las pistas aéreas, por ejemplo, ni directa ni indirectamente.
�¿Están preocupados con la posibilidad de que la guerrilla colombiana pueda atravesar las fronteras del Amazonia?
�Sin duda existe la preocupación por nuestra parte de que el conflicto pueda extenderse de forma militar, civil o a través del narcotráfico. Y se lo hemos dicho públicamente al gobierno de Estados Unidos.
�De lo que suelen quejarse fuera de Brasil, empezando por Estados Unidos, es de que ustedes no tienen una política del todo clara sobre ese inmenso territorio que a veces parece tierra de nadie.
�Desde el punto de vista simbólico la Amazonia tiene fuertes referentes en el imaginario brasileño. Existen, desde hace siglos, preocupaciones, y con fundamento, de que puedan existir planes internacionales para apropiarse de la Amazonia. Esa preocupación existe prácticamente desde mitad del siglo XIX.
�Pero no puede negarme que fuera de Brasil extrañe el que un señor privado pueda del día a la noche comprarse en Amazonia un territorio como toda Francia y Bélgica juntas.
�Tenemos una evidente dificultad para el control de ese espacio y de lo que en él ocurre. Quien vuela sobre la Amazonia entiende esa dificultad. Imagínese que para atravesar cien metros de esa foresta un batallón de 100 hombres emplea una hora de tiempo. Ahora estamos trabajando con radares y aviones muy sofisticados en ese territorio que supone dos tercios del territorio y en el que vive sólo el 5 por ciento de la población. Por otra parte la Amazonia constituye un reto para los aventureros. De ahí que allí ocurran cosas que serían impensables en otras regiones del país.
�El diario Miami Herald ha escrito que la cumbre de Brasilia pretende lanzar a Brasil como nuevo líder de América del Sur. ¿Qué ofrece Brasil para concurrir a ese liderazgo?
�Brasil llegó a la vida independiente como el único país de lengua portuguesa, como la única monarquía y además como una monarquía europea. Por ello Brasil ha estado siempre muy condicionado por su diversidad. Brasil tiene como vecinos a 11 países de los cuales 10 son independientes. Desde este punto de vista Brasil siempre ha estado muy atento a no presentarse como una potencia hegemónica. Hoy, cuando tenemos ya países democrá
ticos en la subregión, Brasil con menos razón pretende presentarse como líder de nadie.
�Lo cierto es que es la primera vez que esta cumbre se lleva a cabo y aquí en Brasil.
�Porque la nuestra fue una historia de alejamientos. Eran más estrechos los lazos extrarregionales que entre nosotros. La lógica de los regímenes militares es una lógica de rivalidad, nunca de acercamiento. Ellos preferían no tener una carretera o un ferrocarril ante el miedo de que pudieran ser utilizados militarmente. Y todo ello nos alejaba en vez de acercarnos.
�Entonces, si la finalidad de la cumbre no es la de lanzar el liderazgo de Brasil sobre la región ¿qué pretende?
�Lo que queremos es que los factores positivos que existen en nuestra región, como la convergencia democrática, el inicio de un comercio significativo entre nosotros, el proyecto de un proceso de integración vial, el concepto de corredores bioceánicos, etc., formen parte de una idea fuerza, de un nuevo marco político que camine hacia una mayor integración de estos países. Y lo que Brasil aporta es su gran dimensión, su fuerte demanda energética, su mercado, su demanda comercial.
�Suele decirse que los otros países de América del Sur ven a Brasil con cierta desconfianza por esa especie de sumisión que tiene ante Estados Unidos. ¿Es justa la acusación?
�No, es injusta. No podemos ser hipócritas. ¿Qué país hoy del mundo no intenta tener buenas relaciones con Estados Unidos? Casi ninguno. Nosotros tenemos buenas relaciones con ellos pero no es de dependencia ni de subordinación. Nosotros, aun cuando convergemos con ellos, tomamos nuestras decisiones autónomamente.
�¿Ve con buenos ojos esa fiebre que se advierte entre los brasileños de aprender el español?
�Sin duda. El aprendizaje del español favorecerá nuestras relaciones con todos los países de habla hispánica. Yo, en los años 50 estudié en un Colegio de Río donde la asignatura del español era obligatoria. Hoy me alegro de ello porque puedo hablar una lengua que considero extraordinaria. Para los brasileños el aprendizaje del español no es sólo un valor de cultura general sino también un factor operacional importante en este momento.
�El Senado ha aprobado una ley que sanciona la obligatoriedad del español en las escuelas de Brasil. Pero al parecer la ley está empantanada y obstaculizada en la Comisión de Educación del Parlamento. ¿Cuál es el motivo?
�El gobierno no está en contra de esa ley. Al contrario. Si existe alguna preocupación creo que es sólo de tipo operacional como la falta de profesores y de material escolar. Pero todos estamos contentos de que en las escuelas se enseñe el español.
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