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ENTREVISTA AL REALIZADOR ISRAELI ASHER TLALIM, de paso por buenos aires
Imágenes en busca de una identidad

El director vino a presentar �El sueño de mi Yidishe Mame�, que inaugura hoy una muestra dedicada al nuevo cine de Israel.

�¿Qué es ser judío? ¿Y ser israelí?�, se pregunta Asher Tlalim.


Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) �Me interesan sobre todo los temas relacionados con la memoria y con la identidad: la identidad israelí y la identidad judía, que no es necesariamente lo mismo�, afirma Asher Tlalim, el director de El sueño de mi Yidishe Mame, la película con la cual se abre hoy, en la Sala Leopoldo Lugones, la Semana del Nuevo Cine Israelí. Nacido en Tánger en 1950, Tlalim creció en Málaga (lo que hoy le permite hablar español), tuvo una educación francesa (porque en la España franquista la educación era excluyentemente católica), a los once años emigró con su familia a Israel y actualmente reside en Londres, donde es docente de la National Film and Television School. Fogueado tanto en el cine de ficción como en el documental, Tlalim prefiere intentar borrar la frontera entre ambos, como lo prueba El sueño de mi Yidishe Mame (1999), un retrato del reconocido director de ópera Daniel Oren, realizado durante los ensayos de una versión de La Bohème en Tel-Aviv. Hijo de familia musulmana-palestina por parte de padre y de judía jasídica ortodoxa por parte de madre, �Oren encarna en su persona todo el conflicto árabe-israelí�, explica el cineasta.
Para Tlalim, �el personaje es fascinante en sí mismo, pero a mí como realizador me interesa la relación entre forma y contenido y decidí hacer una yuxtaposición entre el desarrollo dramático de la ópera y la vida de Oren, donde conviven todo tipo de conflictos. Lo curioso es que Oren se ha especializado en la ópera italiana, cuando la historia de su vida es casi tan dramática como las obras de Verdi y Puccini�. El título del film, por ejemplo, es el de una historia fuera de lo común. �La madre de Daniel Oren proviene de una de las comunidades religiosas más ortodoxas, para quienes la música es la forma más elevada de trascendencia espiritual�, explica Tlalim. �Según ella misma contaba, tuvo un sueño: que iba a tener un hijo y que ese hijo iba a ser un músico excepcional. Y decidió hacer realidad este sueño. Viajando en un autobús, vio a un muchacho y decidió que ese muchacho sería el padre de su hijo. Era algo casi revolucionario para la época. Y resultó que ese muchacho, mucho menor que ella, era de origen palestino. Cuando nació Daniel, ella se dedicó solamente a él y se desentendió del padre. Pero el padre, que provenía de una familia muy rica, no rehuyó de su responsabilidad. Poco a poco fue vendiendo todas y cada una de las propiedades que heredó de sus abuelos �casas, negocios, mezquitas� para poder costear los mejores estudios musicales de Daniel, hasta que perdió todo.�
Esa suerte de destino manifiesto que guió la vida musical de Oren �que cuando era apenas un niño ya fue reconocido por Leonard Bernstein como un talento excepcional� también signó su vida personal. �Daniel vivió en carne propia la escisión que hoy vive Israel�, cuenta Tlalim. �Los árabes le decían judío y los judíos le decían moro. Es un conflicto que aún hoy expresa en su cuerpo. En un momento dado, él sintió que tenía que elegir quién era y qué quería ser, y eligió ser judío ortodoxo y ponerse una kipá. Y es al día de hoy el único director de orquesta que dirige �en Tel-Aviv o en Roma, donde sea� con una kipá, como si hubiera encontrado un signo capaz de darle su identidad. En Israel hay muchos músicos que son religiosos, pero cuando dirigen se sacan la kipá. Pero él no, quizás porque necesita afirmarse en una identidad. Ahora, esto no le impide tocar también algún viernes en la noche, en pleno shabat, porque dice que consiguió la autorización de algún rabino (risas).� 
Por su propia historia personal, para Asher Tlalim este tema de la identidad es natural en él, �porque para mí es una pregunta cotidiana, un problema de orden práctico. ¿Qué es ser judío? ¿Qué es ser israelí? Yo participé de la guerra de Yom Kippur y allí perdí a mi hermano y a muchos de mis amigos. Entonces uno se pregunta qué hace allí o qué precio está dispuesto a pagar por ello. Por eso en todas mis películas, de una u otra manera, me pregunto quiénes somos y qué debemos hacer con nuestra memoria�. Este es el caso de No toquen mi Holocausto (1994), una película anterior de Tlalim, exhibida en mayo pasado en Buenos Aires, y que cuestiona la institucionalización de la memoria de la Shoah. �Hoy parece que se ha puesto de moda este tema de la memoria del Holocausto, lo que en principio no está mal. Pero hay qué preguntarse no sólo qué hay que recordar sino también cómo vivir con esa memoria, qué hacer con ella.�

 

 

Los films del ciclo

La Semana del Cine Israelí, organizada por el Teatro San Martín, la Cinemateca Argentina y la Embajada de Israel (con el auspicio de Página/12), con títulos inéditos en Argentina, se llevará a cabo en la Sala Lugones, de acuerdo con la siguiente agenda: hoy se verá, a las 14.30 y 17, A ojos occidentales (1996), de Joseph Pitchdze, y a las 20 y 22 El sueño de mi Yidishe Mame, de Asher Tlalim. Mañana domingo va uno de los platos fuertes del ciclo, Kadosh (1999), de Amos Gitäi, selección oficial de los festivales de Cannes y Toronto, la trágica historia de una pareja estéril en una comunidad �como la judía ortodoxa de Mea Shearim de Jerusalén� donde criar hijos es el único mandato del matrimonio. El lunes 28 se proyectará El Dibbuk de las manzanas sagradas (1998), de Yossi Somer; el martes 29, Clara, la santa (1995), de Ari Fulman y Ori Sivan; el miércoles 30, Sentimiento urbano (1998), de Jonathan Sagalle, presentada en los festivales de Berlín y Toronto; y el jueves 31, Fiebre de primavera (1995), de Sheni Zarhin, que compitió en el Festival de Montreal.

 

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