Por Horacio Bernades
En la última entrega de los Oscar, una de las ternas más encarnizadamente disputadas fue la de Mejor Actriz. Allí chocaron la candidata casi vitalicia Meryl Streep, Annette Bening por la multiganadora Belleza americana y la admirada Julianne Moore, haciendo frente a dos actrices prácticamente desconocidas hasta entonces. Una de ellas, Hillary Swank, aparecía como la candidata de hierro, por su magnífica composición de chica que quiere ser chico en Los muchachos no lloran, y resultó la ganadora. En cuanto a la quinta competidora, Janet McTeer, se sabía que iba a menos, tanto por el hecho de ser una recién llegada a Hollywood como porque la película por la que estaba nominada era un pequeño film independiente, que contó con un limitado lanzamiento.
Efectivamente, Mrs. McTeer no ganó. Pero el premio que se llevó del Shrine Auditorium fue un fervoroso aplauso de sus pares, evidencia de lo mucho que había gustado a la comunidad hollywoodense su actuación en Tumbleweeds, la película en cuestión. La aprobación a esta actriz inglesa de 39 años, dueña de una frondosa carrera en su país, se confirmó recientemente, ante el estreno de varios otros films que la tienen en el elenco. Y que incluyen su participación en la más nueva muestra del Dogma danés, The King Is Alive. Antes de eso, McTeer había tenido papeles secundarios en películas como Cumbres borrascosas o Carrington, y más recientemente supo ser la voz en off de Velvet Goldmine. Por estos días, el sello AVH lanza en video Tumbleweeds, con el título Huyendo del pasado. Producida por una pequeña compañía y sin nombres conocidos delante o detrás de cámara, Huyendo del pasado es lo que podría llamarse una road movie femenina.
McTeer es Mary Jo, madre soltera que, tras un nuevo episodio en el largo rosario de entuertos amorosos, agarra de un brazo a su pequeña hija Ava, se suben al auto con lo puesto y parten de Carolina del Sur rumbo a aquella mítica tierra prometida llamada California. Como toda road movie, en la ruta Mary Jo y Ava discutirán un poco, se pelearán y reconciliarán otro poco y conocerán gente mejor y peor, hasta que lleguen a San Diego e intenten salir adelante, dificultosamente. En el momento de su estreno en Estados Unidos se comparó a Tumbleweeds, favorablemente por cierto, con Anywhere but Here, formulaico melodrama on the road con mamá Sarandon e hija Portman, que aquí se conoció como Cambio de vida. La comparación era inevitable, en tanto la situación básica de ambas películas se parece muchísimo. Incluyendo el detalle de que en una y otra el papel infantil lo llevan las irresponsables mamás, mientras que son las hijas las que tienen los pies sobre la tierra. En ambas, además, se lucen enormemente las nenas: la regordeta Kimberly Brown es todo un hallazgo aquí.
Pero ahí terminan las comparaciones: en tanto Cambio de vida era pura fórmula hollywoodense, Huyendo del pasado tiene un inconfundible �aire� a cine independiente. Ese aire se percibe en la soltura con que la película está contada, esa sensación de espontaneidad e incertidumbre narrativa absolutamente esenciales para esta clase de historias, de las que un producto tan calculado como Cambio de vida necesariamente carece. En verdad, el modelo indudable al que Huyendo del pasado remite es el de Alicia ya no vive aquí, la película de Scorsese que a mediados de los �70 también llevó a su protagonista, Ellen Burstyn, hasta la ceremonia del Oscar. Claro que lo que en Scorsese era puro nervio, furia y entraña, aquí por momentos roza ciertos tics más propios del cine publicitario. Como esa inestabilidad de cámara a la que el realizador Gavin O�Connor apela en algunas escenas de diálogo, demasiado pulida y deliberada.
Pero una guerrita de pedos entre mamá y la nena en un bar, o la escena en que Mary Jo le enseña a Ava los primeros besos de lengua con una manzana por modelo, vuelven a poner las cosas en su lugar, por suerte. Lo de McTeer es sin duda llamativo, por su figura espigada, el rostro sumamente expresivo y felizmente irregular para el canon hollywoodense, los excesivos pechos rebasando el escote, la compradora vulgaridad, el fraseo sureño asombrosamente aprendido. El carisma, en suma, apoyado por una firme e invisible técnica. De aquí en más se oirá hablar mucho de Mrs. McTeer, eso es seguro.
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