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�MONTEVERDI METODO BELICO�, DE el PERIFERICO DE OBJETOS
Hacer la guerra, no el amor

El espectáculo, que se presenta en el San Martín, sigue la tradición de este grupo de teatro, que utiliza muñecos electromecánicos y actores, a los que ahora sumó música. La pieza combina humor con momentos de extrema crueldad.

La puesta de �Monteverdi Método Bélico� abunda en situaciones e imágenes que impactan al espectador. Sus recursos incluyen la proyección de escenas de �Una noche en la ópera�, de los Hermanos Marx.

Por Cecilia Hopkins

t.gif (862 bytes) Estrenada en mayo en Bruselas y Berlín, Monteverdi Método Bélico es la primera experiencia del grupo El Periférico de Objetos en el campo del teatro musical. El espectáculo tuvo su origen en la propuesta de la directora del Festival de Bruxelles, que consistía en realizar un montaje sobre la obra del italiano Claudio Monteverdi (1567-1643). Dirigido por Daniel Veronese, Ana Alvarado y Emilio García Wehbi, el espectáculo se inspiró en madrigales del compositor barroco que llevan textos de Torcuato Tasso y Francesco Petrarca e incluyó otros dos, firmados por Segismondo D�India. Con la formalidad habitual de los conciertos, actores y cantantes comienzan a interpretar el madrigal �Altri canti d�Amor�. �Que otros canten al amor�, dicen los versos del soneto que exalta, en cambio, el valor en las batallas. Y a espaldas del coro se proyecta en una gran pantalla retazos del film Una noche en la ópera, en el que los Hermanos Marx destruyen, literalmente hablando, todas las convenciones de la representación de marras. 
El desconcierto deforma los rostros de los espectadores captados por la cámara y es como si anticiparan en tono de caricatura las posibles reacciones del público que llena la sala Martín Coronado del teatro San Martín. M.M.B. es un espectáculo atípico en la producción de El Periférico de Objetos. No sólo por sus grandes dimensiones sino también por la gran libertad expresiva que se permitió el grupo de actores-titiriteros. Porque si bien los madrigales barrocos siguen su curso formal desde la interpretación instrumental y vocal del Ensamble Elyma que dirige Gabriel Garrido, desde su discurso visual el espectáculo ofrece múltiples escenas en las que el elemento humorístico aparece de un modo inesperadamente recurrente. No se trata, claro, de un humor convencional: los recursos cómicos resultantes de algunas de las intervenciones de los actores-personajes están allí para propiciar en el espectador un impulso de risa que retrocede no bien salen al cruce imágenes de una crueldad plenamente manifiesta. 
En este M.M.B., El Periférico de Objetos sigue, como en sus anteriores montajes, efectuando variaciones sobre un mismo tema, asimilable en términos generales a la idea beckettiana de la imposibilidad como forzoso corolario de todo esfuerzo humano, ya sea individual o colectivo. Sentados frente a la platea, un grupo de individuos desarrolla una serie de micro historias al ensayar por turno un acto invariablemente interrumpido por quien ejerce sobre ellos una presión autoritaria. �Otra versión de Murx�, se oyó comentar en la platea, en alusión al espectáculo que el alemán Christoph Marthaler estrenó el año pasado en la misma sala, en el que un extraño grupo humano sufría su impotencia al no poder rebelarse contra el maltrato y la opresión que se ejercía sobre él. Como en Murx, en todo M.M.B. también planea, inocultable, la referencia al fascismo, sólo que aquí los muñecos que pueblan la escena se ocupan de graficar plenamente la violencia que espera a todo aquel que intente ofrendarse en acto de rebeldía. En la misma dirección puede interpretarse la automutilación que lleva a cabo uno de los personajes, a cargo de un notable García Wehbi. 
Ya fuera de este esquema, otro de los pasajes aúna muñecos y actores, deteniéndose en el tema de la imposibilidad del amor. El sexo vuelve a representar una actividad torpe y patética, un acto mecánico y carente de emoción, como ya se vio en Variaciones sobre B y El hombre de arena, otros espectáculos del grupo. A la distancia, al menos, pareciera que los sencillos recursos de entonces habían conseguido un efecto expresivo mucho mayor que en este intento por llevar el mismo tema hacia un terreno de mayor explicitación, con muñecos de tamaño natural, animados electromecánicamente. 
Lo más impactante del espectáculo es el desarrollo de la Opera quirúrgica, que integra con mayor efectividad música, canto e imagen. Minuciosamente reflejada en la pantalla, allí se ofrece la operación que se practica sobre uno de los muñecos, al que se le extrae el corazón. El cuerpo mismo se transforma en campo de batalla: sobre el pecho, agigantado en el telón de fondo, un soldado de juguete sigue en pie de combate, mientras continúa la carnicería. Hacia el final continúa rematándose cualquier esperanza de lucha en la visión desoladora de la enorme muñeca que se desploma sobre el escenario, con el último gesto de violencia, mientras el coro canta a capella el �Lamento� de Tancredi. 

 

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