Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


KIOSCO12

COMO VIVEN LOS SOBREVIVIENTES DEL AVION
 DE LAPA UN AÑO DESPUES DE LA TRAGEDIA 
Recuerdos del infierno

Muchos aún dedican buena parte de su tiempo a la rehabilitación y curaciones. La vida 
les cambió para siempre y todos necesitaron atención psicológica. Esta semana se cumple un año del accidente de LAPA y los sobrevivientes volverán a juntarse para recordarlo. Aunque en el informe la culpa se le atribuye al piloto, hay 30 imputados en la causa, tanto de la empresa como de la Fuerza Aérea.

Marisa Beiró se salvó, pero tuvo que soportar 75 operaciones en un año.
Benjamín Buteler se define como el más damnificado de los sobrevivientes: le amputaron una pierna y un pie y tiene un brazo inutilizado.
 

Por Eduardo Videla

t.gif (862 bytes) Llevan en el cuerpo y el alma las cicatrices de la cita que tuvieron, cara a cara, con la muerte. Son los sobrevivientes del trágico vuelo de LAPA que el 31 de agosto de 1999 terminó incendiado a metros del Aeroparque porteño, en Punta Carrasco, con un saldo de 67 muertos. La mayoría de ellos se mantienen unidos, como una forma de compartir el dolor y las huellas que los acompañarán durante toda la vida. Los heridos pasan buena parte de sus días entre curaciones, rehabilitación y tratamientos psicológicos. A esas desventuras sobreponen la alegría por seguir vivos y por poder ver a sus hijos. Junto con los familiares de los muertos, los sobrevivientes recordarán el jueves el primer aniversario de la tragedia, con una marcha de antorchas en Aeroparque y la inauguración de un monolito de mármol, con los nombres de las víctimas grabados en una placa de bronce, en la entrada de Punta Carrasco. Una forma de pedir justicia con los responsables y mejoras en la seguridad aérea allí, donde permanecen las mismas condiciones que un año atrás. Página/12 recogió los testimonios de tres sobrevivientes y la esposa de una de las víctimas, que recuerdan el horror y cuentan cómo viven un año después.
Marisa Beiró (30) trabajaba en una perfumería de la ciudad de Córdoba y había viajado a Buenos Aires para hacer un curso organizado por una línea de cosméticos. Volvía con otras siete consultoras de belleza, una de ellas, su mejor amiga, Jackelin Rico. Marisa fue la única sobreviviente del grupo.
El accidente fue para ella como una película que se rebobinó y volvió a ver durante estos meses. Por eso, recuerda más detalles que si hubiera ocurrido ayer. �A las 20.15 embarcamos. Yo me senté en la fila 3, del lado izquierdo, sobre la ventanilla, y mis amigas ocupaban las filas 3 y 4. Nos convidamos chicles cuando el comandante dio la bienvenida y anunció que tendríamos que esperar 15 minutos porque teníamos el turno 4 para el despegue. Veíamos cómo salían los aviones anteriores. Hasta que pidieron que nos ajustemos el cinturón. No sé por qué se me vino a la cabeza el caso de Lilian Almada (la azafata que cayó de un avión de Austral). Cuando empezó a carretear, me persigné. El avión levantó la trompa, pero enseguida cayó, dio unos golpes contra el piso. A los pocos segundos se sintió una frenada brusca y golpes. Se cortó la luz. Y todos los asientos se vinieron hacia adelante. Yo quedé trabada. Instintivamente me agarré las rodillas. Había mucho fuego. Después un silencio total y mis gritos desesperados. Grité por mis hijos, lo único que tengo y lo que más quiero. Sentía el fuego que me estaba quemando y pensé que me moría y cuando pensé eso se me soltó el cinturón. Fue como un milagro. No sé cómo, toqué el pasto. Tampoco sé por dónde salí, pero debe ser el lugar donde se partió el avión. Y salí corriendo. Y cuando me di vuelta, vi que las llamas llegaban hasta el cielo.
Marisa estuvo internada hasta mayo. �Tengo imposibilidad para hacer muchísimas cosas: no puedo mover el brazo derecho, no puedo estar parada más de cinco minutos y me tengo que cuidar muchísimo del sol. Tengo medio cuerpo cubierto por un vendaje especial. Todos los días tengo que hacer rehabilitación y además estoy con tratamiento psiquiátrico y psicológico, terapia ocupacional para volver a mover las manos y fisioterapia. Tengo todos los días de la semana ocupados con la rehabilitación.�
Marisa tiene tres hijos: Maximiliano, de 10 años; Melody, de 7, y Macarena, de 4. No puede trabajar ni hacer las tareas de la casa. Está separada y vive gracias a la ayuda de sus hermanos y algunos amigos. Un mes después de la tragedia, su papá cayó en un pozo depresivo y falleció, a los 50 años. �Se dejó morir�, dice. La Buenos Aires Seguros �aseguradora de LAPA� se está haciendo cargo del tratamiento médico. 
La internaron en el Instituto del Quemado, con el 50 por ciento del cuerpo quemado. �Estuve 110 días sin ver a mis hijos, yo, que nunca me había separado de ellos. Al verme, se encontraron con una mamá totalmente distinta. Le pregunté al mayor si me veía muy diferente. Me dijo: �Sí, pero igual sos mi mamá�. Eso me dio fuerzas para salir adelante.� 
Los tres chicos están bajo tratamiento psicológico: �La más chiquita, cuando ve fuego, pregunta: ¿Esto es de LAPA?�.
En un año, Marisa se sometió a más de 75 cirugías y le amputaron dos dedos del pie. �Todos los martes y los jueves me llevaban al quirófano. Estaba envuelta en un film, como esos que se usan para la cocina, con los brazos colgados. Eran tan dolorosas las curaciones que llegaba a odiar a los médicos.� En mayo empezó a caminar y ahora, con su brazo derecho todavía rígido, trabaja en la fundación de la Asociación de Sobrevivientes y Familiares de las Víctimas de la Tragedia de LAPA. 

Volver a empezar

Benjamín Buteler (37 años, ingeniero) se define como el más damnificado de todos los sobrevivientes y no le faltan razones: le amputaron una pierna y un pie y tiene un brazo inutilizado. Recién lo dieron de alta el 10 de junio: estuvo 7 meses internado en el Hospital Alemán y otros 2 y medio en un centro asistencial de Córdoba. 
�Todos los días, cuando me levanto, festejo que estoy vivo. Y estoy aprendiendo a vivir de otra manera�, dice Buteler. Tiene cinco hijos: el mayor, Pedro, de 10 años; la menor, Angeles, de 2. �Ellos son los que me dan fuerza para salir adelante�, confiesa. Estuvo separado de ellos durante los 10 meses largos de internación y durante todo ese tiempo lo acompañó Mercedes, su mujer. 
A diferencia de otros sobrevivientes, Buteler no tiene recuerdos del accidente: �Lo último que me acuerdo es que me senté en primera fila, con mi amigo Daniel Damonte. Los dos éramos altos (yo medía dos metros) y ahí íbamos más cómodos. Hablé desde el celular a mi casa, en Córdoba, para avisar que volvía. Después, recobré el conocimiento recién el 15 de setiembre, en el hospital�. A Buteler lo sacó del avión Mauricio Donkin, caddie del golf de Punta Carrasco. Lo buscó desde que recobró la conciencia para expresarle su gratitud. Lo localizó recién en abril de este año. Buteler trabajaba en asesoramiento de empresas para optimización de la producción. Ahora, la mayor parte de su vida la ocupa con la rehabilitación intensiva, de lunes a sábado. �Estoy aprendiendo a escribir con la mano derecha: en la izquierda, que era mi mano hábil, me quedaron los dedos totalmente rígidos.� También se prepara para su primera prótesis: envía fotos y videos a instituciones de Estados Unidos para consultar por implantes que se adapten a su piel quemada y sin sensibilidad: �Tengo el anhelo de volver a caminar�, se esperanza.
Ahora, mientras piensa en reacomodar su perfil laboral a una actividad más sedentaria, remodela su casa para adaptarla a la silla de ruedas eléctrica. �Dependo de los demás para todo: para mover la silla de ruedas, para bañarme y vestirme�, se lamenta. Por lo menos, ahora comparte más momentos con sus hijos. �Tengo más tiempo para dedicarles.� La familia tiene un asesoramiento psicológico �para tratar de minimizar el impacto, que ha sido muy fuerte. Para que mis hijos acepten que tienen el mismo padre que antes, salvo su cuerpo.� Su objetivo es trabajar en la Fundación en una propuesta sobre seguridad aérea: �La condena al directorio de LAPA me parece necesaria pero no suficiente. Algo debe cambiar en este país, porque la Justicia no paga las muertes. Las falencias en el sistema de aeronavegabilidad, en la elección de pilotos y en los controles permanecen, lo mismo que las condiciones de inseguridad en Aeroparque�. En todo este tiempo no recibió ayuda de LAPA, sólo una oferta de asistencia psicológica. Todo el tratamiento fue solventado por su obra social privada, que ya lleva gastados unos 400 mil dólares.

Para que todo cambie

Rita Politi es la esposa de Oscar Ramonino, el contador que viajaba en el Ford Sierra arrasado por el avión, en su carrera mortal por la avenida Costanera. Rita está convencida de que �a las empresas les conviene más pagar por los muertos que invertir en mantenimiento: el Código Aeronáutico pone un tope para el valor de una vida de alrededor de 70 mil pesos�. �La única forma de que todo esto cambie es tomar conciencia y presionar a las autoridades para que se hagan todos los controles necesarios y para que las empresas no aumenten sus ganancias bajando los costos�, dice Rita, una de las organizadoras del acto del jueves. 
Oscar Nóbile (38 años, ingeniero civil) estaba en el avión sentado a la altura del ala, fila 14, asiento B. �Cuando la trompa del avión cayó, creí que el piloto se había arrepentido �relata�. Escuché entonces el chillido de los frenos y pensé lo peor. Después vinieron el impacto y el fuego. El lugar se convirtió en un horno: se me prendió fuego el saco. Automáticamente, me saqué el cinturón y aparecí en el pasto.� Sufrió quemaduras en la cara, en las manos y en parte del cuerpo. Su internación le originó un desequilibrio económico alarmante: también a él, la rehabilitación y el tratamiento psicológico le ocupan casi todo el tiempo. Perdió movilidad en las manos y soporta dolorosas curaciones en las piernas, donde le hicieron diez injertos de piel. 
Por recomendación del psicólogo, Nóbile volvió a viajar en avión. �La peor sensación es el carreteo, cuando alcanza la misma velocidad en la que choqué. Me puse a rezar y el miedo pasó. Después de LAPA, nadie que suba a un avión puede viajar tranquilo. Aunque por estadística, es difícil que me pase dos veces.� 
Después de ese mano a mano con la muerte, Nóbile también empezó a ver las cosas de otra manera. �Antes mis ocupaciones me robaban casi todo el tiempo. Ahora comparto muchos más momentos con mis hijos. Al menos pude recuperar algo de lo que no hice antes.�

 


 

HACIA DONDE SE ORIENTA LA INVESTIGACION
No fue sólo error humano

La grabación de la caja negra no deja demasiadas dudas: la desobediencia del piloto a una señal de alarma que exigía abortar el despegue aparece como el origen inmediato del accidente que le costó la vida a 67 personas. Pero la minuciosa investigación del juez federal Gustavo Literas no se quedó con el error humano: la tragedia tuvo, además, causas mediatas, como las deficiencias en la preparación de los pilotos y las faltas de control sobre el sistema de aeronavegación. Por eso, el juez imputó a todo el directorio de LAPA y a los jefes de la Fuerza Aérea encargados del control de los vuelos comerciales. En una causa con 76 cuerpos y 1200 declaraciones testimoniales, Literas debe resolver ahora la situación procesal de los 30 imputados, acusados de haber cometido delitos contra la seguridad pública. 
Por lo pronto, Literas decretó un embargo preventivo sobre los bienes de los miembros del directorio de LAPA por 60 millones de pesos. Lo hizo con el fin de garantizar eventuales indemnizaciones a los afectados por el accidente. Si bien ese tipo de medidas suele acompañar al procesamiento, el juez se adelantó, probablemente para evitar que un eventual vaciamiento de la compañía convierta los reclamos de las víctimas en una cuestión abstracta. El embargo fue apelado por la empresa.
La Junta de Investigaciones de Accidentes de la Fuerza Aérea ya emitió su dictamen: las conclusiones apuntan a los pilotos Gustavo Weigel y Luis Etcheverry, quienes siguieron adelante con el despegue pese a que una alarma les advirtió con insistencia que no habían sido accionados los flaps del avión.
Los pilotos están muertos y, según Literas, la responsabilidad no se agota en ellos. El juez llegó a esa conclusión ante la evidencia de que existen graves fallas en los sistemas de capacitación y control. En efecto, la investigación puso de manifiesto la carencia de una política de recursos humanos en LAPA: �Detectamos negligencia y flexibilidad en los exámenes a los pilotos�, dijo una fuente vinculada con la causa. Las mismas objeciones corren para los inspectores de la Fuerza Aérea, incapaces de detectar el bajo rendimiento del comandante. A esto se suman las denuncias de pilotos y azafatas sobre la falta de seguridad en los vuelos de LAPA.
El juez ya les tomó declaración indagatoria a todos los imputados, entre ellos al presidente de LAPA, Andrés Deustch, su director general, Ronaldo Boyd, y el ex comandante de Regiones Aéreas, brigadier (R) Enrique Dutra. Para todos ellos ya corre la cuenta regresiva. Si son acusados de �estrago culposo�, podrían corresponderles penas de 1 a 5 años de prisión. Pero si el juez se vuelca por la figura del �estrago doloso�, la pena es de 10 a 25 años, que no es excarcelable.

 


 

El hombre que se convirtió en un héroe sin pensarlo

Por E.V.

t.gif (862 bytes) Aunque no viajaba en el vuelo de LAPA, Mauricio Donkin es también, a su manera, un sobreviviente: esa noche se metió en el cuerpo ardiente del avión en llamas y rescató a cuatro pasajeros, prisioneros de ese infierno. Un año después, sólo sabe que una de esas personas está viva: el ingeniero Benjamín Buteler. De las otras tres no tuvo más datos. Héroe casi anónimo, recién tuvo conciencia de lo que hizo tiempo después, cuando alguien le dijo: �Hiciste lo máximo que puede hacer una persona�. Ahora piensa que es así y dice: �Después de esto, ¿qué más me puede pasar?�.
La Municipalidad de Pilar �la ciudad donde vive� lo declaró �Ciudadano Meritorio� y la Sociedad Hebraica �donde trabaja como cuidador de las canchas de golf� le dio una plaqueta �por su arrojo en defensa del prójimo y su valentía�. Pero su mayor satisfacción, en este año, fue recibir el llamado agradecido del hombre que le debe la vida. 
El día del accidente, Mauricio estaba en el Driving Ranch de la Asociación Argentina de Golf, en Punta Carrasco, donde hacía un curso de mantenimiento de canchas de golf. Esa noche mataba el tiempo en la confitería, junto a unos amigos, sentado de espaldas al Aeroparque, cuando alrededor de las 21 ocurrió el impacto. �Me di vuelta y vi el fuego y el avión destrozado. La gente salió corriendo para el otro lado pero yo me acerqué al avión, como por instinto. Y vi que había gente que estaba viva, que estaba atrapada y se estaba quemando.�
La confitería está a unos 40 metros del talud donde se incrustó el avión. �La trompa no existía y por la abertura se veía el interior del avión, la gente que estaba adelante. El calor del fuego no me dejaba llegar, pero vi que en el primer asiento había gente que se movía. Entonces me cubrí la cabeza con un cardigan de hilo y me metí�, revivió Mauricio, en diálogo con Página/12. 
�Primero saqué a un hombre de barba. Lo dejé a unos cuatro o cinco metros, donde había otra gente que estaba ayudando y los socorría. Después a otro hombre bajito, y por último al que, después supe, era el ingeniero Buteler. Tenía toda la parte izquierda prendida fuego. Quería zafarse, pero estaba muy apretado contra lo que había sido la cabina. Le desabroché el cinturón de seguridad, le apagué las llamas con la mano y lo agarré de abajo de los hombros. No podía sacarlo: era un hombre muy grande, muy pesado, y el calor del fuego era insoportable. Pedí a los gritos que me vengan a ayudar.� Mauricio cree que, al abrirse la puerta de atrás del avión �por donde salió la mayoría de los sobrevivientes� el fuego �se fue para adentro, como en un remolino�. Fue como un momento de alivio que le permitió, por fin, retirar al hombre.
Cuando intentaba rescatar a Buteler, Mauricio levantó la vista y vio un cuadro que no olvidará en su vida: �Había un tendal de gente al rojo vivo. El griterío era infernal. Recién ahí pensé que me podía quemar�. 
Todo ocurrió en apenas cinco minutos, según el tiempo sin reloj que calcula Mauricio. En ese lapso, cuando ya el fuego estaba consumiendo todo lo que quedaba, alcanzó a rescatar a una mujer que estaba atrapada fuera del avión, entre desechos de la nave y restos de equipajes. Fue entonces cuando se sintió la explosión. �Una llamarada cayó cerca de la mujer y yo salí despedido, tres o cuatro metros hacia atrás. No sé qué fue lo que explotó. Vi que ella me seguía gritando: �Sáqueme, sáqueme�. La fui a buscar de vuelta y la saqué.� 
Mauricio tiene las manos curtidas por el trabajo en el golf, pero ya no se le notan las marcas de las quemaduras. �¿Si me di cuenta del riesgo que corría? Recién después de la explosión supe que me podía haber muerto. Si lo hubiera sabido antes, no sé si hubiera entrado.�
Durante muchas noches los recuerdos no lo dejaron dormir. Sus cinco hijos están orgullosos de lo que hizo aunque, dice, �tal vez no entienden demasiado lo que pasó, porque son chicos�. Pese a los reconocimientos, Mauricio sigue manteniendo el perfil bajo de un hombre trabajador y modesto, al que no le gusta hablar demasiado de lo que vivió. �Me tocó justo a mí, y traté de hacer lo que pude�, termina.

 

PRINCIPAL