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EMPATARON 1-1 EN PATRICIOS
Huracán y Talleres jugaron un cabeza

La lluvia y el estado de la cancha invitaban a jugar un partido cerebral, pero se usó la testa sólo para los goles.

Por Pablo Vignone

t.gif (862 bytes)  La lluvia, fina y peluda, liquidaba el laburo húmedo de toda la semana. Dos carretillas de arena se fueron tapando el enorme agujero de barro que era el mediocampo. Huracán y Talleres, que llegaban como punteros, debieron entender que, para resolver el compromiso, había que jugar con la cabeza. La usaron. Así abrieron el marcador los cordobeses, así empató el local en el descuento de la primera mitad. Fue, en realidad, para lo único que la utilizaron. El resto estuvo lejos de ser una función pretendidamente cerebral, y resultó un pastiche de embarradas intenciones, en el cual Huracán estuvo un cachitito más cerca nada más que por suma de situaciones, pero al que la igualdad calificó más por ausencia de méritos que por reparto igualitario.
Astudillo usó la testa con la complicidad de la zaga central quemera, ausente en la jugada, y la estatura retacona de Martín Ríos, que quedó pegado a la raya cuando el cabezazo del delantero cordobés pasó erizándole el cabello, pegó en la parte inferior del travesaño y entró. El resultado estaba justificado hasta allí, porque el medio cordobés hacía mejor pie en el lodazal que el desorientado Carrizo y su banda, y le aplicaba otra practicidad al juego.
Como si le hubieran dado un coscorrón en el marote, al que mantenía inactivo, Huracán reaccionó más a fuerza de empujón que de célula gris. Porque los pelotazos a los que es tan afecto el cuadro de Babington eran inútiles, balazos en el piso mojado que se iban por el fondo, Casas tenía la cabeza en otra parte y los centrales de Talleres, Galarza y Sotomayor, rechazaban pelotas, sandías, melones o lo que cayera en el área.
Apelando a una fórmula que le ha dado mucho resultado en este Apertura -ollazo desde la derecha al golpe de cabezazo–, Huracán halló el empate. Primero, una palomita de Graieb fue conjurada por Cuenca (que terminó a los manotones con Moner) y luego, con un corner de Casas y la conexión parietal del pelado Moner, llegó el gol. En todos los partidos del Apertura, Huracán hizo al menos un tanto con esa receta.
El agua dejó de caer en la segunda mitad, pero Astudillo (el mejor atacante de Talleres) ya no estaba en la cancha y los cordobeses renunciaron a la iniciativa: el pensamiento, puede decirse, fue mal dirigido desde el punto de vista de la salud del encuentro. En el repaso (ya que no recuento), el local tuvo la mejor chance del período, una combinación Soto-Casas que Lucho González se perdió solo con Cuenca, pero fue muy poco para reclamar la posesión de los tres puntos.
Quizás si hubieran puesto a Morquio y a Sotomayor a jugar un coca-cola habría resultado más divertido. Huracán y Talleres se jugaron todo a la cabeza, pero los premios los pagaron en alguna otra cancha...

 

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