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LAFALLA ACUSA A MIEMBROS DE LA FUERZA POR EL CRIMEN Y EL OCULTAMIENTO
“Los policías siempre me mintieron”

Arturo Lafalla era gobernador de Mendoza cuando mataron a Sebastián Bordón. En una entrevista con Página/12, asegura que la policía mató al estudiante y luego ocultó su muerte.

Por Cristian Alarcón
Desde San Rafael, Mendoza

t.gif (862 bytes)  Arturo Lafalla, gobernador de Mendoza en 1993, cuando Sebastián Bordón fue asesinado, nació y se crió entre las vides del Valle de San Rafael. Tan sólo por ese dato familiar sabía que “era imposible que un chico de 18 años se le perdiera a la policía” en un lugar tan desierto de escondites. No pasó mucho hasta que tuvo que asumir que “le mentían al poder político en la cara”. Convencido de que al estudiante “lo mató la policía”, el actual diputado nacional por el PJ apunta más allá de los uniformados presos, contra el ex subjefe Ignacio “Nacho” Medina, el ex hombre fuerte de la fuerza, en la mira del tribunal. Pero dice que no tiene pruebas para incriminarlo.
–¿Cómo se enteró de que, a poco de las elecciones del ‘93, bajo su gobierno, un joven había desaparecido estando al cuidado de la policía?
–El dato llegó inmediatamente. No fue en horas, pero sí en el día, porque la llegada del padre de Bordón evidenció la desaparición.
–¿Qué dimensión tenía para usted ese problema?
–La policía trabajaba para que creyéramos la hipótesis según la cual el chico se había escapado del destacamento y se había ido. El asunto se complicó cuando apareció el testimonio de (la parapsicóloga Amanda) Ledesma diciendo que el chico estaba vivo: bastaba verlo para darse cuenta que era inventado.
–¿Qué hizo el poder político ante la sospecha de que la policía le mentía sobre un desaparecido?
–Desde ese momento, estuve personalmente presionando al jefe (Olguín), al subjefe (Ignacio Medina), al ministro mismo (Angel Cirasino).
–¿Por qué habla de “presionar” cuando usted era el gobernador y ellos sus funcionarios?
–Es una forma de dar órdenes, no sugerencias. Dije: “Quiero resultados, muévanse, pongan recursos, manden aviones, hagan lo que sea necesario”. A medida que transcurría el tiempo, aumentábamos la presión. Yo soy de San Rafael y no me podían decir que se había perdido un chico de 18 años, era imposible. A medida que pasaban los días, se iba perdiendo la esperanza de que apareciera con vida.
–El chico estuvo varios días vivo, ¿por qué no se actuó antes?
–En ese momento no teníamos ningún elemento para suponer la barbaridad que habían cometido. Aunque uno sospechara, lo único que tenía era reclamar eficacia. Cuando el chico aparece lamentablemente muerto, vino la indignación. Con la sola aparición del cadáver se pone en evidencia que la policía había actuado.
–¿Por qué cree que hicieron aparecer el cuerpo?
–Se asustaron. Les faltó operación.
–¿Cómo descubrió que le mentían?
–Nos preocupamos tanto que salimos a buscar información fuera del sistema. Escuchamos el rumor de que le habían pegado. Entonces le encomendé al secretario de Gobierno Cazaban que vaya a investigar a San Rafael. En una mañana de trabajo en el barrio del cabo (Esteban) Melero encontró cuatro personas que lo habían escuchado decir que el chico le había pegado, pero que “no se la había llevado de arriba”. Los testimonios eran espontáneos, estaban ahí a la vista del que quisiera encontrarlos. Esa fue la punta del ovillo.
–¿Qué pensó y qué hizo entonces?
–Pensé que un hombre solo había hecho lo que la policía no pudo hacer en 11 días. Con ese elemento resultó evidente que era la policía. Eso demostró que lo habían recapturado y que lo habían golpeado. Cambiamos el ministro y a la plana mayor, jefe y subjefe de la provincia y de San Rafael. –Por lo que usted cuenta, después de diez años de gobiernos democráticos, el poder político no tenía demasiado manejo de la fuerza.
–El esquema legal y funcional de antes era delegar la confianza en el jefe y subjefe, y ni el ministro de Gobierno tenía funciones policiales. Sólo el gobernador le daba órdenes a los policías. Además, la junta de calificaciones estaba formada por policías. Eso fue luego uno de los grandes cambios de la reforma: ahora, el jefe de Investigaciones, el de Relaciones con la Comunidad y el director operativo son civiles. El ministro pasó a tener facultades legales, desapareció la jefatura y se creó la inspección externa.
–El jefe de la Unidad Regional, Juan de Dios Atencio, ¿también le mintió?
–Al día siguiente de que encontraron el cuerpo me llama Atencio y me dice que estaban en Mendoza acompañando al juez (Waldo Yacante) mientras hacían la primera autopsia, y que en el bolsillo del pantalón del joven habían encontrado un pasaje a Rufino. Pensé, con los despidos en la mano, entre ellos el de Atencio, si no me estaba equivocando. Averiguamos si era cierto, y no. Lo cual me demostró el método con el que me tenían harto: daban un dato preciso y ganaban otra vez margen para la impunidad.
–¿Por qué dice que lo tenía harto?
–Con el caso (de la desaparición de Pablo) Guardatti era exactamente lo mismo. Le mentían al poder político en la cara. Terminé siendo consciente de que me mentían a sabiendas, que desde que desapareció Bordón la policía siempre me mintió. Por eso tomamos la decisión de exonerarlos, por no cumplir las órdenes de sus jefes y porque mintieron.
–¿Exoneró también al hombre fuerte, el subjefe Ignacio Medina?
–Medina presentó la renuncia. Hubiéramos hecho la denuncia, pero no tenía elementos.
–Pero Medina estuvo en San Rafael durante días clave del encubrimiento y era el máximo jefe después de Atencio, que está preso.
–Sin indicios era imposible agarrárselas con él. Lo que sí sé, porque Medina lo dice aún hoy, es que él aseguraba que fue un accidente. No fue un accidente: lo mataron y ocultaron su muerte. Esto es lo que investigó el juez y no me cabe duda de que Atencio y (el comisario Hugo) Trentini fueron encubridores.
–¿Medina no?
–No lo sé. Lo cierto es que se fue. Lo eché con toda claridad. Le dije: “Te vas porque sos un inútil, porque deberías saber la verdad y no la sabés, o porque la sabés y mentís”. No fue denunciado como encubridor porque no tengo cómo probarlo, pero si pudiera lo hubiéramos hecho.


El testimonio del padre

Por C. A.
La audiencia de hoy en el juicio oral por el crimen de Sebastián Bordón tendrá un trabajado doble filo. El día abrirá con los coletazos de la denuncia que el viernes hizo el cabo Abelardo Cubillos, acusado de matar a golpes al estudiante. Cubillos, después destruir la coartada de sus colegas, disparó contra los abogados de la familia Bordón, Carlos Varela, y Diego Lavado. Dijo que hace dos años intentaron sobornarlo para que declarara en contra de sus compañeros. Por aquel hecho se inició una causa que debería estar en manos del tribunal. Los jueces deberán supervisar el estado de la misma y en todo caso pedir a otro magistrado que la investigue. El juicio oral se reanudará con el testimonio de Luis Bordón, padre de la víctima. Su testimonio apuntará hacia el ex sub jefe Ignacio Medina, a quien acusa de encubrimiento.
El método de los defensores de los policías seguirá siendo el hostigamiento. Es previsible a Luis Bordón le pregunten sobre detalles relacionados con la supuesta hipótesis del narcotráfico, descartada ya por la Justicia federal. Pero no será eso lo que más le interese al tribunal, que quiere escuchar con detalle lo que Bordón cuente sobre la participación de Medina en la investigación de la desaparición del chico.

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