Por
Cristian Alarcón
Desde San Rafael, Mendoza
Arturo Lafalla, gobernador de Mendoza en 1993, cuando Sebastián
Bordón fue asesinado, nació y se crió entre las vides
del Valle de San Rafael. Tan sólo por ese dato familiar sabía
que era imposible que un chico de 18 años se le perdiera
a la policía en un lugar tan desierto de escondites. No pasó
mucho hasta que tuvo que asumir que le mentían al poder político
en la cara. Convencido de que al estudiante lo mató
la policía, el actual diputado nacional por el PJ apunta
más allá de los uniformados presos, contra el ex subjefe
Ignacio Nacho Medina, el ex hombre fuerte de la fuerza, en
la mira del tribunal. Pero dice que no tiene pruebas para incriminarlo.
¿Cómo se enteró de que, a poco de las elecciones
del 93, bajo su gobierno, un joven había desaparecido estando
al cuidado de la policía?
El dato llegó inmediatamente. No fue en horas, pero sí
en el día, porque la llegada del padre de Bordón evidenció
la desaparición.
¿Qué dimensión tenía para usted ese
problema?
La policía trabajaba para que creyéramos la hipótesis
según la cual el chico se había escapado del destacamento
y se había ido. El asunto se complicó cuando apareció
el testimonio de (la parapsicóloga Amanda) Ledesma diciendo que
el chico estaba vivo: bastaba verlo para darse cuenta que era inventado.
¿Qué hizo el poder político ante la sospecha
de que la policía le mentía sobre un desaparecido?
Desde ese momento, estuve personalmente presionando al jefe (Olguín),
al subjefe (Ignacio Medina), al ministro mismo (Angel Cirasino).
¿Por qué habla de presionar cuando usted
era el gobernador y ellos sus funcionarios?
Es una forma de dar órdenes, no sugerencias. Dije: Quiero
resultados, muévanse, pongan recursos, manden aviones, hagan lo
que sea necesario. A medida que transcurría el tiempo, aumentábamos
la presión. Yo soy de San Rafael y no me podían decir que
se había perdido un chico de 18 años, era imposible. A medida
que pasaban los días, se iba perdiendo la esperanza de que apareciera
con vida.
El chico estuvo varios días vivo, ¿por qué
no se actuó antes?
En ese momento no teníamos ningún elemento para suponer
la barbaridad que habían cometido. Aunque uno sospechara, lo único
que tenía era reclamar eficacia. Cuando el chico aparece lamentablemente
muerto, vino la indignación. Con la sola aparición del cadáver
se pone en evidencia que la policía había actuado.
¿Por qué cree que hicieron aparecer el cuerpo?
Se asustaron. Les faltó operación.
¿Cómo descubrió que le mentían?
Nos preocupamos tanto que salimos a buscar información fuera
del sistema. Escuchamos el rumor de que le habían pegado. Entonces
le encomendé al secretario de Gobierno Cazaban que vaya a investigar
a San Rafael. En una mañana de trabajo en el barrio del cabo (Esteban)
Melero encontró cuatro personas que lo habían escuchado
decir que el chico le había pegado, pero que no se la había
llevado de arriba. Los testimonios eran espontáneos, estaban
ahí a la vista del que quisiera encontrarlos. Esa fue la punta
del ovillo.
¿Qué pensó y qué hizo entonces?
Pensé que un hombre solo había hecho lo que la policía
no pudo hacer en 11 días. Con ese elemento resultó evidente
que era la policía. Eso demostró que lo habían recapturado
y que lo habían golpeado. Cambiamos el ministro y a la plana mayor,
jefe y subjefe de la provincia y de San Rafael. Por lo que usted
cuenta, después de diez años de gobiernos democráticos,
el poder político no tenía demasiado manejo de la fuerza.
El esquema legal y funcional de antes era delegar la confianza en
el jefe y subjefe, y ni el ministro de Gobierno tenía funciones
policiales. Sólo el gobernador le daba órdenes a los policías.
Además, la junta de calificaciones estaba formada por policías.
Eso fue luego uno de los grandes cambios de la reforma: ahora, el jefe
de Investigaciones, el de Relaciones con la Comunidad y el director operativo
son civiles. El ministro pasó a tener facultades legales, desapareció
la jefatura y se creó la inspección externa.
El jefe de la Unidad Regional, Juan de Dios Atencio, ¿también
le mintió?
Al día siguiente de que encontraron el cuerpo me llama Atencio
y me dice que estaban en Mendoza acompañando al juez (Waldo Yacante)
mientras hacían la primera autopsia, y que en el bolsillo del pantalón
del joven habían encontrado un pasaje a Rufino. Pensé, con
los despidos en la mano, entre ellos el de Atencio, si no me estaba equivocando.
Averiguamos si era cierto, y no. Lo cual me demostró el método
con el que me tenían harto: daban un dato preciso y ganaban otra
vez margen para la impunidad.
¿Por qué dice que lo tenía harto?
Con el caso (de la desaparición de Pablo) Guardatti era exactamente
lo mismo. Le mentían al poder político en la cara. Terminé
siendo consciente de que me mentían a sabiendas, que desde que
desapareció Bordón la policía siempre me mintió.
Por eso tomamos la decisión de exonerarlos, por no cumplir las
órdenes de sus jefes y porque mintieron.
¿Exoneró también al hombre fuerte, el subjefe
Ignacio Medina?
Medina presentó la renuncia. Hubiéramos hecho la denuncia,
pero no tenía elementos.
Pero Medina estuvo en San Rafael durante días clave del encubrimiento
y era el máximo jefe después de Atencio, que está
preso.
Sin indicios era imposible agarrárselas con él. Lo
que sí sé, porque Medina lo dice aún hoy, es que
él aseguraba que fue un accidente. No fue un accidente: lo mataron
y ocultaron su muerte. Esto es lo que investigó el juez y no me
cabe duda de que Atencio y (el comisario Hugo) Trentini fueron encubridores.
¿Medina no?
No lo sé. Lo cierto es que se fue. Lo eché con toda
claridad. Le dije: Te vas porque sos un inútil, porque deberías
saber la verdad y no la sabés, o porque la sabés y mentís.
No fue denunciado como encubridor porque no tengo cómo probarlo,
pero si pudiera lo hubiéramos hecho.
El testimonio del padre
Por
C. A.
La audiencia de hoy en el juicio oral por el crimen de Sebastián
Bordón tendrá un trabajado doble filo. El día
abrirá con los coletazos de la denuncia que el viernes
hizo el cabo Abelardo Cubillos, acusado de matar a golpes al estudiante.
Cubillos, después destruir la coartada de sus colegas,
disparó contra los abogados de la familia Bordón,
Carlos Varela, y Diego Lavado. Dijo que hace dos años intentaron
sobornarlo para que declarara en contra de sus compañeros.
Por aquel hecho se inició una causa que debería
estar en manos del tribunal. Los jueces deberán supervisar
el estado de la misma y en todo caso pedir a otro magistrado que
la investigue. El juicio oral se reanudará con el testimonio
de Luis Bordón, padre de la víctima. Su testimonio
apuntará hacia el ex sub jefe Ignacio Medina, a quien acusa
de encubrimiento.
El método de los defensores de los policías seguirá
siendo el hostigamiento. Es previsible a Luis Bordón le
pregunten sobre detalles relacionados con la supuesta hipótesis
del narcotráfico, descartada ya por la Justicia federal.
Pero no será eso lo que más le interese al tribunal,
que quiere escuchar con detalle lo que Bordón cuente sobre
la participación de Medina en la investigación de
la desaparición del chico.
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