Mañana el presidente norteamericano, Bill Clinton, llegará
a Colombia para una visita de Estado de un día. Su llegada, la
primera vez en casi una década que un mandatario norteamericano
visita Colombia, sellará la ayuda de 1139 millones de dólares
que firmó el miércoles pasado para la lucha antidrogas en
ese país. Ese paquete ha generado tantas controversias que Clinton
intentó despejar las dudas al conceder una entrevista a la revista
colombiana Cambio, que dirige Gabriel García Márquez. Allí
afirmó que la guerra civil colombiana "es un conflicto interno
y no habrá intervención militar de los Estados Unidos".
Y aseguró varias veces que la solución a la guerra pasaba
por las negociaciones de paz y no la contrainsurgencia. Clinton evitó
mencionar demasiado a los paramilitares, que este fin de semana asesinaron
a 22 civiles. Mientras tanto, el gobierno de Brasil, uno de los críticos
más acérrimos de la ayuda norteamericana, admitió
ayer que ésta contribuía a "un plan colombiano, y no
uno impuesto a Colombia".
Eso fue exactamente lo que enfatizó Clinton cuando Cambio le preguntó
sobre el carácter militar de gran parte de la ayuda. Más
allá de lo que piense Estados Unidos, "no nos corresponde
proponer nuestro propio plan, estamos apoyando el plan colombiano, diseñado
por colombianos". Agregó que el dinero apartado para propósitos
civiles --tales como "ayudar a la transición de cultivos ilícitos
a los cultivos lícitos y al entrenamiento en derechos humanos de
las fuerzas de seguridad colombianas"-- pasó de 20 a 200 millones
de dólares. Reconoció que el problema del narco también
debía ser atacado en los países consumidores y recordó
que Estados Unidos (el mayor mercado para la cocaína colombiana)
ya había "reducido el consumo de drogas en un 70 por ciento
en los últimos 15 años". Clinton se mostró muy
cauto al hablar sobre la guerra civil. No, Estados Unidos "no cree
que la guerrilla amenace con derrocar al Estado colombiano" y tampoco
que "la solución a la insurgencia sea una solución
militar: un acuerdo negociado es la mejor manera de poner fin al conflicto".
De su lado, el gobierno colombiano hizo todo lo posible ayer para respaldar
las palabras del amigo americano. El canciller Guillermo Fernández
de Soto subrayó que la ayuda norteamericana "de ninguna manera
constituye una amenaza al proceso de paz; por el contrario, el mandatario
estadounidense ha expresado su apoyo al proceso en búsqueda de
la finalización del conflicto armado en Colombia". La comparación
con Vietnam era absurda: "Ni Colombia ni los Estados Unidos han considerado
jamás esa posibilidad, aun en las circunstancias más extremas.
Y ni la opinión pública internacional ni nuestro propio
pueblo lo permitirían". Por último, De Soto recordó
que el Plan Colombia de su gobierno no era un proyecto de guerra total
sino "una estrategia de inversión social para superar la guerra
y lograr la paz". En ese sentido, la visita de Clinton no es más
que "el más firme respaldo a los esfuerzos del gobierno y
el pueblo colombiano por el desarrollo económico y social".
Esta visión nunca recibió otra cosa que distintos grados
de escepticismo desde los países de la región. Poco después
de la visita de Clinton en esta semana, sus gobernantes tendrán
la oportunidad de publicitar sus críticas en la I Reunión
de Presidente de Sudamérica que se celebrará el jueves y
viernes en Brasilia. El canciller brasileño Lampreia subrayó
ayer que "no aceptaríamos que hubiese una internacionalización
del conflicto colombiano, ni mucho menos que Brasil participara en ese
conflicto".
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