Por
Roque Casciero
Esta historia comenzó en 1969. Después del primer cambio
de formación -ya con Ian Gillan como cantante y Roger Glover en
el bajo, Deep Purple grabó en vivo el Concerto for Group
and Orchestra, que había compuesto el tecladista Jon Lord. En aquellos
días, los músicos de la Royal Philharmonic Orchestra no
respetaban demasiado a aquel quinteto de pelilargos rockeros que, entre
otras cosas, estaban inventando el heavy metal. Por eso, ni la banda ni
el director Malcolm Arnold quedaron conformes con el resultado. Luego,
por motivos que ni siquiera el propio Lord se explica, la partitura se
perdió y lo único que quedó del Concerto fue aquella
grabación fallida. Pero la historia no terminó ahí.
Hace un par de años, un compositor holandés llamado Marco
de Goeij se abocó a la tarea de reconstruir la partitura a partir
del disco y, con la colaboración de Lord, pronto estuvo lista.
En 1999, Deep Purple decidió repetir la experiencia de treinta
años antes y volvió a grabar el Concerto, ahora con la London
Symphony Orchestra bajo la conducción de Paul Mann. La historia
sigue, porque ahora el quinteto se lanza a una gira presentando ese disco.
Y por uno esos raros milagros que a veces ocurren, el primer lugar que
eligió Deep Purple para hacerlo es el Luna Park porteño,
donde se presentará el viernes y sábado próximos,
junto a la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires, Paul Mann y el ex
Black Sabbath Ronnie James Dio como vocalista invitado.
Ya
puedo sentir la atmósfera, casi puedo escuchar a la orquesta afinando,
dice el cantante Ian Gillan en conversación telefónica con
Página/12. Exagera, claro, porque todavía está en
Londres, pero su voz transmite entusiasmo. Todo esto se hizo para
ser presentado una sola vez, el año pasado en el Royal Albert Hall,
pero después los promotores empezaron a proponernos hacerlo en
Alemania, en México y en Argentina, y nos dijimos: ¿Por
qué no? La banda está muy feliz, somos como una gran
familia, así que no había restricciones reales. Y pienso
que es bárbaro que podamos explorar cada oportunidad musical que
se nos presenta.
¿Cómo es trabajar con una orquesta a la que no conocen?
Porque no van a tener mucho tiempo de ensayo...
Bueno, la música es el lenguaje internacional, porque la
partitura que escribió Jon es igual para los japoneses, para los
argentinos o los alemanes. Con la London Symphony Orchestra sólo
ensayamos cinco veces, porque no es sólo el Concerto, hay otras
canciones en las que también toca la orquesta. Así que con
dos días de ensayos intensivos en Buenos Aires estará bien.
De todos modos, es un gran desafío.
¿Volver a grabar el Concerto tuvo que ver con que no quedaron
conformes con el registro anterior?
El problema que tuvimos en 1969 fue que los músicos de la
orquesta nos menospreciaban, no se dieron cuenta que nosotros realmente
podíamos tocar. La actuación de la orquesta en el 69
fue bastante decepcionante. Esta vez es completamente diferente, vivimos
en un mundo distinto y hay un respeto mutuo. Lo gracioso fue que en 1969
los miembros de Deep Purple éramos más jóvenes que
los tipos de la orquesta, pero el año pasado, cuando estábamos
en el Royal Albert Hall, miré a los músicos y pensé:
Mi Dios, se los ve tan jóvenes (risas).
Es raro que los despreciaran, porque todos los músicos de
Deep Purple habían tenido entrenamiento clásico.
Bueno, todos no. Yo no. Bueno, en realidad sí, porque estuve
en un coro de iglesia, pero no le presté demasiada atención.
Me entrenaba escuchando a Little Richard y a Elvis Presley, y tomando
demasiado whisky (risas). Pero eso es lo que tienen las buenas familias:
si todos pusieran atención en lo clásico, tal vez no sería
tan divertido. Supongo que yo aporto la cuota de locura a la banda. Pero
definitivamente se percibe el respeto. En realidad, casi que me avergüenza,
aunque es muy agradable. La banda ha sobrevivido a toda clase de avatares,
pero hoy la familia de Deep Purple es más fuerte que nunca. Por
primera vez en mucho tiempo estamosdespertando al hecho de que podemos
hacer cosas que hace algunos años nos resultaban imposibles, debido
a la atmósfera que había dentro de la banda y a las expectativas
de... cierta gente. Obviamente, en algún punto estoy hablando de
Ritchie (Blackmore, guitarrista). No quiero ser negativo, pero ahora hemos
ampliado mucho nuestros horizontes y estamos pasándola bien.
¿Cuándo fue la última vez que vio a Blackmore?
No lo veo desde que dejó la banda en el 93. Ya hace
siete años que Steve Morse está con nosotros y ésta
ha sido, por lejos, la formación más estable de Deep Purple.
Pero, volviendo a Ritchie, creo que es verdad que el tiempo todo lo cura.
El era mi compañero de cuarto en los comienzos de la banda y sé
que tiene un gran sentido del humor, aunque es bastante retorcido. Eramos
realmente muy amigos y, en algún sentido, muy parecidos. No sé,
algo sucedió como para que nos distanciáramos y... para
hacerla corta, cuando miro para atrás sólo pienso en los
buenos tiempos. Espero que Ritchie esté bien, que sea feliz. No
creo que haya ninguna utilidad en perpetuar esta historia de mala onda.
Muchas veces te arrepentís de cosas que fueron dichas por el calor
del momento. De todas maneras, si me cruzara con Ritchie, me gustaría
invitarlo con un scotch y charlar sobre los viejos tiempos.
Deep Purple es reconocida como una de las bandas fundacionales del
heavy metal. ¿Qué le parecen las bandas de nü metal
como Limp Bizkit, Korn o Slipknot, tan de moda en estos días?
No tengo la menor idea de qué me está hablando (risas).
No leo revistas ni escucho la radio, porque es todo basura. Lo que sí
hago es ir a ver bandas en vivo cuando estoy de gira. De todos modos,
siempre estuve en contra de las modas y las categorías. Estoy convencido
de que uno de los ingredientes del éxito y la longevidad de Deep
Purple no el más importante, pero sí uno de los principales
es el hecho de que evitamos todo contacto con la posibilidad de estar
de moda. La razón para esto es obvia: si estás de moda hoy,
mañana estás muerto, porque la moda cambia todos los años.
Y si te adaptás a la moda, los fans no confían en vos, porque
no sentís lo que hacés ni decís. Si te aferrás
a lo tuyo, un año serás el sabor del momento y toda la industria
te amará, al minuto siguiente te habrás convertido en dinosaurio
y más tarde serás un artista respetado que toca hace treinta
años.
Aunque Deep Purple fue el primer grupo en intentar la fusión
entre el rock y la música clásica, para toda una generación
ustedes sólo están robándole una idea a Metallica,
que publicó un disco con orquesta este año.
(Se ríe.) Es verdad. Y ese pensamiento se basa en la más
pura ignorancia. En lo extremo, hay dos formas de usar una orquesta: podés
usarla como efecto sonoro, del modo en que la usaban los Moody Blues,
como para conseguir un maravilloso sonido con cuerdas y bronces. El Concerto
es exactamente lo opuesto de eso: es una pieza en tres actos en la que
la banda y la orquesta hablan entre sí como antagonistas y tocan
una muy exigente partitura que cuenta una historia a través de
tres actos. Por eso no quiero comparar lo que hicimos nosotros con lo
que hacían los Moody Blues o lo que hizo Metallica: no tiene nada
que ver, salvo por el hecho de que nos paramos sobre el escenario con
una orquesta sinfónica.
El disco con la London Symphony Orchestra trae material solista
de los integrantes de la banda, luego el Concerto y más tarde algunas
canciones de Purple, pero sin más hits que Smoke on The Water.
¿Van a tocar sus éxitos en el show de Buenos Aires?
No, olvídelo. Eso ya lo vieron. El programa del concierto
va a ser muy similar al del álbum, salvo un par de cambios. Espero
que la gente entienda que ésta será una clase de experiencia
diferente, que no será un show común de Deep Purple. Ojalá
lo disfruten y lo aprecien tal como es.
Su carrera ya lleva más de treinta años. ¿De
qué está más orgulloso y de qué se arrepiente?
De lo que más orgulloso estoy es de Deep Purple, sin dudas.
Ha sido el más fantástico hito en mi vida y me dio muchas
oportunidades de expresarme. Respecto a los arrepentimientos, en este
momento me sucede algo que me ha hecho pensar: mi hija tiene 16 años
y está en una banda, así que tiene que decidir entre ir
a la universidad o dedicarse completamente a trabajar con su grupo. ¿Y
qué puedo decirle, si yo no fui a la universidad cuando podía
hacerlo, me dediqué a la música y tuve éxito? No
puedo decidir su vida, sólo puedo decirle lo que mis padres me
dijeron a mí. Sucede que, cuando tenía 40 años, pasé
por un período de estancamiento en mi modo de escribir. Comencé
a estudiar nuevamente y me arrepentí de no haber ido a la universidad
a estudiar Filosofía y Letras. Pero es paradójico, porque
si lo hubiera hecho no habría gozado de todos los beneficios de
estar en Deep Purple. Habría tenido una vida completamente distinta,
tal vez como escritor... o como limpiavidrios (se ríe). Nunca se
sabe qué puede ponerte por delante la vida.
El clacisismo del
rock
Deep Purple consiguió aquello que los otros dos
integrantes de la Trinidad Heavy de fines de los �60 no pudieron
sostener: durabilidad. Led Zeppelin no pudo superar la muerte
de su baterista John Bonham, y las tensiones entre Robert Plant
y Jimmy Page hicieron el resto. Tras la partida del mago mayor
Ozzy Osbourne, Black Sabbath se fue convirtiendo en una caricatura
y finalmente se desvaneció, hasta la efímera reunión de hace un
par de años. En esa caricatura, incluso, Ian Gillan tuvo que ver:
su participación en el disco Born again de 1984 no alcanzó para
resucitar a la Bruja de Birmingham. Deep Purple, aún con sus propias
contradicciones y deslices, se las arregla para seguir metiendo
ruido. El mismo sonido que llevó a que la Enciclopedia Guinness
los catalogara en los �70 como �el grupo más ruidoso del mundo�.
Como pruebas alcanzaba con escuchar Machine head, In Rock o Made
in Japan: hitos de un grupo que, más allá de sus coqueteos con
lo sinfónico, supo ganarse el carácter de clásico a fuerza de
convicciones rockeras.
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