Por
Cledis Candelaresi
El grupo Techint está de parabienes, y no sólo por los
recientes cambios en el gabinete de José Luis Machinea que ubicaron
en la Secretaría de Industria a Javier Tizado, uno de sus ejecutivos
más encumbrados en el rubro siderúrgico. Antes de esta designación,
la constructora del holding tuvo al menos otras dos satisfacciones. Primero,
el ministro de Infraestructura decidió sostener el peaje negocio
en el que la organización tiene participación destacada
haciéndolo extensivo a rutas que hoy no lo tienen. Segundo, modificó
el proyecto de ley para financiar parte de su megaplan de infraestructura,
de modo tal que las obras sólo sean concursadas entre empresas
nacionales, algo por lo que batalló cuanto pudo Eduardo Baglietto,
presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC)
y vicepresidente ejecutivo del grupo de los Rocca.
Nicolás Gallo siempre estuvo convencido de la necesidad de instrumentar
alguna forma de compre nacional, uno de los puntos del plan procompetitivo
oficial que Economía se dispone a anunciar a los industriales.
Pero cómo priorizar los intereses de las firmas locales en el Plan
Federal de Infraestructura, caballito de batalla de su gestión,
resultó una definición vidriosa.
El 31 de mayo, durante el almuerzo anual de la Cámara Argentina
de la Construcción, los dueños de casa reclamaron en público
a Gallo un lugar prioritario en el ambicioso plan de obras. El ministro
prometió buscar una fórmula que permitiese hacer lo mismo
que ya había resuelto con los trabajos pendientes de Yacyretá:
reservar el trabajo para las postulantes argentinas.
El 17 de julio, Infraestructura envió al Congreso un borrador
de trabajo sobre el proyecto para crear el Fondo de Garantía
del Plan Federal, con el que prevé costear obras por unos 7000
millones de pesos. El mecanismo previsto consiste en que las empresas
privadas hagan la obra con recursos propios y, una vez concluidas, el
Estado las comienza a pagar en cuotas, que incluyan el monto de la inversión
y un cierto interés.
Según aquel papel, la selección de las constructoras se
haría a través de una licitación pública nacional
e internacional. Sólo después, a través de la reglamentación
a redactar en el futuro, el Gobierno fijaría una preferencia
para las empresas nacionales. Esto significa que si cotizaran hasta cierto
porcentaje por encima de sus competidoras extranjeras, tendrían
derecho a igualar la oferta de éstas (bajando la cotización)
y quedarse con el negocio.
Sin embargo, el proyecto que finalmente enviaron al Congreso Economía
e Infraestructura resultó bastante más ventajoso para las
empresas locales, ya que su artículo 15 directamente prevé
realizar un concurso nacional, excluyendo de movida a cualquier competidor
extranjero. Esta regla tendría una excepción: que las obras
requieran financiamiento de organismos multilaterales de crédito,
como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, que nunca
permitirían un concurso tan restrictivo.
Entre un criterio y otro hubo muchas conversaciones entre los funcionarios
con Baglietto (Techint) y Aldo Roggio (de la empresa homónima),
entre otras figuras del clan constructor, acerca de cómo darles
a las empresas nacionales un lugar de privilegio. No habrá
ninguna preferencia, sostuvo en público Gallo el día
que presentó en público el plan ante la prensa y empresarios.
Lo que el titular de Infraestructura omitió es que ésta
ya no haría falta, porque se habían borrado los competidores
extranjeros.
El criterio oficial desató en el Congreso críticas de algunos
diputados frepasistas, comandados por el díscolo Ricardo Vago.
El cuestionamiento central es que existe el riesgo de que las grandes
constructoras locales se cartelicen. Es decir, que se repartan
las obras más grandes en lugar de competir ofreciendo precios más
bajos.
Los legisladores sugieren realizar una licitación internacional,
pero fijando una preferencia de entre el 10 y el 15 por ciento a favor
de lasempresas argentinas. Así, se verían obligadas
a bajar sus cotizaciones, especula Vago, quien descuenta que las
firmas foráneas siempre pretenderían cobrar un menor precio,
en parte porque pueden acceder al financiamiento más barato. Desde
el Ejecutivo ya lo llamaron al orden.
Gallo y Machinea enfrentaron el dilema de promover una baja en el costo
argentino incluyendo el que paga el Estado por sus contrataciones
y, al mismo tiempo, estimular la actividad local. Para resolverlo, los
ministros apuestan a que las constructoras argentinas consigan financiamiento
más barato gracias a las garantías de pago que ofrece el
Estado. Esta ventaja sería reflejada en las cotizaciones de las
obras para las que el grupo de los Rocca es firme candidato.
Al margen de la suerte que corra este Plan Federal, Techint también
mejoró sus perspectivas de negocios como proveedora de chapa a
los autopartistas. El acuerdo automotor con Brasil fomenta la producción
local de autopartes, para las que Siderar puede aportar el insumo básico.
Laura
no se rinde
El artículo 15 vulnera tratados internacionales
de protección recíproca de inversiones, subraya
un texto que el consultor Guillermo Laura acercó al Congreso
para cuestionar el Plan Federal de Infraestructura. Naturalmente,
quien fuera funcionario en la intendencia de Osvaldo Cacciatore,
aprovechó la ocasión para destacar las supuestas
ventajas de su propuesta para construir 10 mil kilómetros
de autopistas con un impuesto sobre los combustibles, idea desechada
por el gobierno anterior y no considerada por el actual. Laura
interpreta que excluir de las futuras licitaciones del Plan a
las empresas extranjeras significa violar acuerdos con otros países,
que tienen una jerarquía superior a las propias leyes nacionales.
Nuestro país ha celebrado tratados internacionales
garantizando a esas inversiones (extranjeras) un trato justo y
equitativo, sin someterlas a un trato menos favorable que el que
se concede a las empresas nacionales, se queja Laura. Pero
es mucho más duro aun cuando se refiere a la decisión
oficial de que sobreviva el peaje, opuesto a su plan de autopistas.
Tanto Baglietto como Roggio reconocen que el peaje no deja
margen para hacer obra nueva y, por lo tanto, buscan que esa inversión
sea pagada con fondos presupuestarios, o sea, con un impuesto
sobre las naftas. Volvemos así al esquema de la patria
contratista que nos llevó a la hiperinflación,
advierte en el papel que diseminó por los despachos parlamentarios.
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