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Cuando el enfant terrible se va, en Francia queda un espacio vacío

El ministro del Interior francés, Jean-Pierre Chevènement, renunciará por su desacuerdo con la política de Lionel Jospin sobre Córcega. Es la tercera vez que abandona un gobierno.

Por Pablo Rodríguez

t.gif (862 bytes)  Córcega es el talón de Aquiles de Francia, como el País Vasco lo es de España. Como los vascos, los corsos tienen una organización armada, el Frente Nacional para la Liberación de Córcega (FNLC), que reivindica la autodeterminación de la isla que la Corona francesa había comprado a Génova en 1768. El FNLC no realizó atentados de envergadura como la ETA vasca. Y Córcega no tiene aún el grado de autonomía que tiene el País Vasco dentro de España. En busca de una solución política del problema corso (algo que no existe en España), el premier francés Lionel Jospin se dispone en estos días a presentar a la Asamblea Nacional un proyecto de ley para ampliar esa autonomía en el 2004. Si esta ley se aprueba, “Francia comenzará a convertirse en un conjunto de retazos y volveremos al Antiguo Régimen”, escribió en julio Chevènement en el diario Le Monde. Ayer, Lionel y Chevènement discutieron amablemente cómo será hoy el portazo que el último dará al primero.
Chevènement tiene un perfil de izquierda apoyado por notorias renuncias “principistas” en el pasado. Formó dos veces parte del gobierno de François Mitterrand. En 1983 renunció a la cartera de Investigación y Tecnología luego de que el premier de entonces, Pierre Mauroy, anunciara un ajuste en varias partidas presupuestarias. En enero de 1991, dimitió a su cargo de ministro de Defensa para dejar en claro su desacuerdo con la participación militar francesa en el conflicto con Irak. Al año siguiente, fundó el Movimiento de los Ciudadanos (MDC) poco antes del referéndum
sobre el Tratado de Maastricht, al que se oponía. Y en 1993 terminó su saga de rebeldía abandonando el Partido Socialista, al que había pertenecido toda su vida. Ahora, el MDC también salió del llamado “gobierno de izquierda plural”.
El principismo que guiaría esta última renuncia que se producirá hoy está relacionado, como en España, con la actitud a tomar ante un nacionalismo corso que, como el vasco, está cercano a la violencia. Como ministro del Interior, Chevènement lideraba “la solución policial” o en todo caso estaba claramente en contra de presentar cualquier signo de negociación con el separatismo corso hasta tanto el FNLC no abandonara las armas. Algo similar ocurre entre el gobierno central español y el autónomo vasco: uno quiere primero que la ETA renuncie definitivamente a la violencia mientras el otro prefiere avanzar hacia un proceso de paz como uno de los pasos para ese cese del fuego.
Jospin, partidario de “una solución política” al problema corso, quiere presentar un proyecto de ley para otorgarle a Córcega, provincia que ya tiene un cierto grado de autonomía dentro de la República Francesa, una autonomía legislativa limitada. Esto es lo que ofrece el premier francés a cambio de la paz, pero Chevènement se opuso desde el principio a la cuestión. En lo que sería su almuerzo de despedida con sus colaboradores en el ministerio, Chevènement dijo que “no puede haber dos líneas políticas en este gobierno” respecto del problema corso. “Me hago cargo de las consecuencias y ya le avisé mi posición al premier amigable y serenamente”.
Jospin y Chevènement solían llevarse muy bien y es probable que la reunión final haya transcurrido amigable y serenamente, pero el premier francés seguramente se fue con una de esas rabietas que se le conoce públicamente. Faltan menos de un mes para las elecciones legislativas y ahora tiene que pensar cómo traer de nuevo al MDC de Chevènement al gobierno.

 

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