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EL AUGE DE LOS PROGRAMAS Y SEGMENTOS DE HUMOR FACIL
Cuando la televisión se transforma en chiste

�El humor de Café fashion� tiene un contador de chistes para cada perfil, de lo naïf a lo procaz.

�El humor de Café Fashion�, �La guerra de los sexos� y el pionero �Videomatch� lo confirman en cada emisión: el desfile de chistosos profesionales o aficionados proporciona una respuesta eficaz e inmediata de rating. Ese detalle, sumado al mínimo costo de producción, convierte al recurso en uno de los preferidos de la televisión actual.

Por Julián Gorodischer

t.gif (862 bytes)  Alguien dice: “¿Cómo se dice ginecólogo en japonés? Y se responde: Toco Chuchita”. Y el resto es asistir a lo que el chiste provoca: la carcajada que emite la tribuna, una avalancha de papel picado, el baile de las mujeres pulposas y un aplauso que lo despide y espera que otro chiste llegue. Después, todo comienza de nuevo. No es un momento de “Todo x 2 $”, sino una escena de “El humor de Café Fashion” (lunes a viernes a la medianoche, por Azul). El programa no tiene mayores secretos que sus chistes –mejores y peores que el narrado–, pero sí una eficacia que los números comprueban (ver aparte). Su ecléctica mezcla de rasgos de discoteca, circo, club de desnudistas y bar de provincia no tiene más garantías para el éxito que el chiste.
No es casual que el género más popular del humor sea también el recurso preferido de “Videomatch 2000” (lunes a viernes a las 21, por Telefé), el veterano ciclo de Marcelo Tinelli. Allí cambia el escenario, pero se mantienen las claves del relato explosivo: un orgasmo hecho palabras, una descarga inmediata con poca producción y aceptación probada. Las historias atraviesan siempre los mismos personajes: el gordo “pesado”, el gallego bruto, el gay afectado, el pobre que siempre está borracho y el viejo verde. Los concursantes, que llegan de las provincias para competir en el “Campeonato Nacional del Chiste”, saben que no es bueno correrse del canon del chivo expiatorio: a la barra de los amigos (ex gomazos) les gusta reírse de las mismas cosas y un sello demasiado personal sería castigado. Habría apatía en el estudio y merma en los llamados, que se encargan del veredicto. “El boom del chiste responde a una realidad social”, argumenta Claudia Armani, productora ejecutiva de “Café Fashion”. “La gente necesita despegarse de los problemas del día, al menos por un ratito. Al público no sólo le gusta escuchar, también quiere contar chistes, y es por eso que dejamos que lo hagan a través de los llamados. Quieren ser partícipes; es la famosa vocación de ser famosos por un minuto”.
Su programa abreva con inteligencia en fuentes poco compatibles: el “chico de la disco” baila sobre los parlantes mientras el cordobés improvisa su narración folklórica; el resultado es un híbrido con un fuerte magnetismo. En un lugar inclasificable, strippers, malabaristas, acróbatas y bailarines sirven de telón de fondo al “club de hombres” que conforman Carlos Sánchez, el Negro Alvarez, Esteban Mellino, Fernando Siro y Chiqui Abecasis, moderados por la ex objeto sexual Beatriz Salomón.
Ellos hablan de mujeres, siempre concebidas como infieles, engañadas, prostitutas o bombas sexies. También les gusta referir a todas las variantes de lo escatológico: el “Chiqui” se entusiasma cuando cuenta sobre uñas, mocos y pedos. Los demás lo festejan. Sánchez prefiere ir más a fondo: lo procaz es su fuerte, con énfasis en cuestiones de infidelidad y cuentos de homosexuales. Lambetain es más ingenuo, y a Siro le reservan el podio del maestro inobjetable: sus chistes son malos, pero lo aplauden como lo que es, el veterano que volvió de terapia intensiva y merece respeto.
A veces, sin embargo, todos abren el juego a tópicos menos previsibles. A través de los chistes filtran crítica social: entre risas, sin demasiado registro de lo que están diciendo, mencionan a curas excitados sexualmente, padres de familia que se escapan con otros hombres, políticos que saquean por fuera de cualquier dimensión moral y peripecias de excluidos (desde borrachos y pobres hasta enanos y jorobados).
“Muchas veces, el chiste permite abordar contenidos políticos, sexuales, secretos universales, temores, cuestiones de discriminación, fascinación por cosas raras, que están censurados en otros discursos”, explica la psicoanalista Josefina Rabinovich. “Permite descargar la ansiedad o la angustia que provocan ciertos temas: reírse de una renguera, por ejemplo,es una forma de referir al miedo que tenemos a que nos rechacen porque no funcionamos como la mayoría”.
Bromear “a costa de...” tiene su máximo exponente en “Videomatch 2000”. “Soy feo”, “soy borracho”, “soy infiel” se autodenigran los concursantes con entusiasmo creciente. De cómo extremen esas cualidades negativas dependerá la fortuna en el Campeonato. A veces, el registro se quiebra .como sucedió el jueves 24– y un jujeño se anima a un poema propio sobre las miserias de vivir en el norte y no tener nada. Las miradas de la barra se tornan incómodas, y al jujeño no hay forma de pararlo. Es “su” oportunidad de decir lo suyo. Ese “fuera de lugar” no obtiene buenos resultados a la hora de contar los votos, que suelen llegar a los diez mil por programa.
Marcelo Tinelli fue el precursor del recurso de los chistes.En el ciclo de Tinelli todos viven una adolescencia eterna, una regresión a las aulas: son estudiantes secundarios en su hora libre. Tinelli es el líder positivo de esta barra, que maneja un código procaz y violento. Rigen los excluidos de toda escuela (aquí no podrían ser menos): el traga, el buchón, el amanerado, la demasiado linda, el de la división de enfrente... Para que este esquema funcione, debe existir un enemigo: el año pasado fue Susana Giménez, y a ella apuntaron las burlas. Ahora rotan entre miembros del Gobierno y vedettes de segunda línea, sin fijar un reemplazo. Eugenia Guerty, actriz de “Campeones” que integró los elencos de “Videomatch” y “Chabonas”, recorrió todos los registros del hacer reír y deja en claro sus preferencias: “No me gusta contar chistes en televisión, quizás porque trato de ser una actriz y creo que mi trabajo es actuar una situación y no narrarla. El humor de ‘Videomatch’ está basado en el cuento tradicional, que es breve y no necesita demasiada concentración. Yo prefiero ese humor verbal en mi ámbito privado, para pasarla bien con un grupo de amigos”.
Entre los subgéneros, el chiste procaz tiene un cultor de lujo en “La guerra de los sexos” (miércoles a las 23, por Azul). “Me lo meten en la boca y siempre me hace doler, escupo y me lo vuelven a meter”. La respuesta de esa adivinanza-chiste verde desvía hacia lo naïf: en este caso, es el torno. Pero antes, en ese minuto que antecede a que se revele el enigma, el chiste genera risas que no se contienen, gritos en la tribuna de extras, énfasis en “lo subido del tono”. Un productor desliza a Página/12 que al decir “me la meto en la boca; es peluda y roja por dentro” no se pretende hablar de sexo. Y es muy probable que muchos estén de acuerdo: el chiste avala el razonamiento. Se puede llegar cada vez más lejos: “Blando o duro, a mí me gusta con leche...”, provocan los invitados, y el productor insiste: “No estamos hablando de sexo”.
“Estamos tan acostumbrados al chiste verde que muchas veces recibimos su contenido con una mayor tolerancia, aunque sea el mismo que en otros formatos escandaliza”, alega Josefina Rabinovich. “Aunque a mucha gente le sigue resultando asqueroso”. No es esa gente, con certeza, la que habita la platea de “La guerra de los sexos”: paladean cada broma con pasión preadolescente, como si a todo doble sentido correspondiera una carcajada contundente. Como si en ese minuto no importara más que reír descontroladamente cuando una famosa dice: “Es redondo, y me lo meten hasta el fondo”.

Las cifras de un fenómeno

Las cifras del rating confirman que el chiste es un arma valiosa a la hora de redondear buenas cifras. Cada medianoche, “Café Fashion” promedia 8 puntos, con picos de 9, dependiendo de qué programa lo antecede, lo que es un exabrupto para ese horario. Los miércoles recibe un buen arrastre de “La guerra de los sexos”, que alcanza una media de 11 puntos y sus mediciones parciales nunca bajan de 10. Ya por costumbre, “El show de Videomatch” se impone a todos los programas, con un promedio que rarísima vez baja de los 25 puntos, y en el que suele haber picos de casi 28 puntos durante los chistes. El predominio sólo se corta en casos como el del viernes pasado, cuando, a caballo de la pelea Guevara-Guevara, “Campeones” llegó a 22.7, superando los 20.2 de “Videomatch”

 


El padre de la criatura

Luis Cella, actual productor de “Hora Clave” y “Café Fashion” es el padre de la criatura: el hombre que dio el puntapié inicial para que el chiste comenzara a recorrer todos los canales y horarios. Todo comenzó en “Susana Giménez”, cuando un grupo de humoristas dio cuerpo a “El show del chiste”, logrando sorpresivos picos de rating, en un programa ya exitoso. Se le dio una vuelta a la propuesta y comenzaron a desfilar por el estudio los mismos famosos que antes hablaban de trivialidades, ahora para contar cuentos y competir en dos equipos enfrentados. Con su pase a Azul, el productor se llevó también su pequeño gran monstruo, el género del chiste, con el que armó la estructura de “Café Fashion”, el éxito de la medianoche que alguna vez se pensó en trasladar al horario central de las 22 por su eficacia para conseguir público. Por ahora, ese pase es sólo un proyecto en carpeta y el ciclo de los humoristas goza de buena salud como opción para los que, antes de dormirse, prefieren reírse un poco.

 

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