Por Cecilia Hopkins
Con apenas 20 años, la inglesa Mary Shelley alcanzó
la fama en 1818 con la publicación de su obra Frankenstein, menos
conocida por el nombre de su subtítulo El moderno Prometeo, en
alusión a uno de los titanes que, según la mitología
griega, tenía a su cargo la creación de la humanidad. La
novela, llevada al cine y el teatro en las más variadas versiones,
ha servido de inspiración a los integrantes de la Compañía
Periplo que dirige Diego Cazabat para encontrarle un punto de vista contemporáneo.
Si se la mira desde el tema de la responsabilidad de la ciencia en la
actualidad, aunque no se mencionen temas específicos, el espectador
puede establecer relaciones con la clonación, la alimentación
transgénica o los nuevos descubrimientos acerca del mapa genético
humano. Pero más allá todavía, esta versión
-.que por su atractivo y agilidad puede despertar interés en el
público adolescente toma a la figura del científico
y su criatura para elaborar una alegoría sobre el autoritarismo
y la represión.
En un tiempo y en una ciudad indefinidos, se rumorea que un joven científico
hace experimentos con seres humanos vivos. Siguiendo el argumento de la
novela gótica de Shelley, la obra comienza contando cómo
el altanero Víctor aspira a crear una nueva raza perfecta, capaz
de adueñarse de la tierra. Para esto pone a trabajar a su asistente
-.el deforme Igor en la tarea de profanar tumbas, a la búsqueda
de material para sus experimentos. Si otros Frankies le han fallado por
las más diversas razones, la última de sus criaturas parece
la definitiva: ensayo y error nunca fallan es su lema favorito,
aprendido desde sus tiempos de estudiante. Mientras tanto, la novia cierra
los ojos para ignorar las actividades de su prometido, atontada por sus
burguesas aspiraciones.
Los actores ambientan musicalmente las diferentes fases del relato con
guitarra, violín e instrumentos de percusión. El estilo
de actuación del grupo exige un control milimétrico de las
propias reacciones y revela un riguroso proceso de ensayos. Cada personaje
está construido desde patrones corporales muy precisos. Además,
algunos de los intérpretes tienen a su cargo varios roles, cuando
no intervienen como servidores de escena, trayendo los elementos necesarios
para cada cuadro. El ritmo del espectáculo es muy ajustado, salvo
hacia el desenlace, cuando se produce en el relato un aceleramiento desmedido
que desemboca en la reflexión final, referida a otras criaturas
de terror que, como el Frankie de esta versión, andan sueltas y
sin castigo.
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