Por
María Luz Príncipe
Un conductor de radio expresa sus pensamientos por medio de
la voz. Nosotros decimos a través de los sonidos. Alberto
El Chino Chinen, una estrella oculta de FM Rock and Pop, define
así el trabajo de una porción grande de aquellos que hicieron
los ochenta años de la radio y que, de algún modo, fueron
dejados afuera del festejo general. Para que cualquier radioescucha sepa
de qué se trata la labor de un operador radial sólo es cuestión
de prestar atención al programa de su preferencia: atrás,
en torno, en derredor de la voz o las voces ocurren sonidos, ecos, efectos,
cortinas y avisos cuyos responsables son anónimos trabajadores
del medio.
Esos dedos que hoy acarician perillas, pulsan botones, manipulan discos,
casetes y CDs comenzaron a moverse el mismo día en que se
transmitió la ópera Parsifal desde el Coliseo, en agosto
de 1920. Enrique Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero
Carranza fueron en rigor los primeros operadores técnicos de radio:
usando un transmisor de 5 vatios y un micrófono para sordos traspasaron
el aire, iniciando una era que haría historia.
Carlos Golmar, con 46 años de trabajo (trabajó con Bernardo
Neustadt y Juan Carlos Mareco y hoy opera Las dos carátulas
por Nacional) es el hombre detrás de las perillas en el programa
de Magdalena Ruiz Guiñazú en Radio Mitre. Yo estoy
en la radio desde que, antes de empezar un programa, lo primero que sacabas
del bolsillo al llegar al control era tu cajita de púas. Había
que cambiarlas cada tres discos porque la dureza del vinilo las gastaba,
luego vino el long play y las cápsulas para LP, los discos de 45
y 33 1/3. Después el grabador de alambre, y por fin el de cinta
abierta. Estoy viviendo la desaparición del casete: hoy el CD,
si es que no está cargado en una computadora junto con la tanda,
y el DAT son la mayor fidelidad en sonido. Ahora es sentarse ante la consola,
apretar unos botoncitos y todo sale, hay que ir adaptándose,
cuenta. Para Magdalena, Golmar es parte central de su equipo de trabajo.
El avance de los equipos de transmisión y la tecnología
digital produjo grandes cambios. Julián Etcheverría, conocido
como El Pento y responsable junto a Guillermo García en 1990 de
la puesta en el aire de Buenos Aires, una divina comedia,
conducido por Lalo Mir y Elizabeth Vernaci, cree que a pesar de haber
facilitado la labor de grabaciones y ediciones de audio, se perdió
lo artesanal de la operación en vivo. La belleza y el feeling
de este trabajo no son los mismos con el CD, dice. No renegamos
de la tecnología, aclaran El Pento y Chinen, señalando
los equipos que los rodean. Pero el vértigo que daba operar
programas como Radio Bangkok (Lalo Mir, Bobby Flores y Duglas
Vinci) en 1987, o Malas Compañías (Mario Pergolini
y Eduardo de la Puente) era increíble. En principio no había
una pauta fija; la creatividad funcionaba sobre la marcha y no teníamos
ni la mitad de los equipos de hoy.
Muchas veces lo artesanal le juega una mala partida al operador, el caos
se apodera durante eternos segundos del control y se produce el terror
del éter: un bache. Ahí es cuando un operador puede demostrar
lo que vale. En varias oportunidades las cosas se han solucionado, literalmente,
a las patadas. En la época en que trabajaba con las publicidades
grabadas en casete, Chinen se anticipaba a la emisión de la tanda
y preparaba las cintas poniéndolas en punta. Había
un disco sonando, sólo tenía que abrir el micrófono,
el locutor anunciaba el tema, cerraba el micrófono y tiraba la
tanda, sencillo. Un día, voy a la primera casetera de publicidad
y no sale nada, de la segunda tampoco y de la tercera menos. Les pegué
tal puntín a las tres que De la Puente, que estaba ahí,
las atajó haciendo equilibrio. Al final anduvieron. Pento,
entusiasmado como si recordara travesuras de niño, cuenta una historia
de una tarde de sábado en que el sol derretía el pavimento
y él operaba el ranking American Top Forty: Ibagrabado, las
cintas duraban media hora y yo disparaba la tanda. Dejé sonando
el rollo, me puse el walkman y crucé a tomar una cerveza. Pasaron
quince minutos y escuché que el locutor Rubén Darío
Vega decía: A la vuelta nos encontraremos con los próximos
veinte temas. La grabación había terminado antes.
Corrí por la calle, pero se abrió el semáforo y no
pude cruzar. Por segunda vez el locutor dice: Atención Sr.
Operador, ésta es la segunda parte... Cuando llegué
al estudio sonó el teléfono y era Daniel Grinbank. Mejor
no cuento lo que me dijo.
Entre las cosas que pasan puertas adentro, las bromas entre la cabina
de transmisión y el estudio son habituales. Golmar recuerda esta
historia: Un locutor novato de Radio Belgrano tenía la manía
de ponerse los auriculares ni bien entraba al estudio. No se nos ocurrió
mejor idea que mandarle por auriculares, sin que saliese al aire, su propia
voz con retardo. El chico que escuchaba sus palabras duplicadas, al saludar
con un Buenas Noches en el informativo, se contestaba a sí
mismo. Comenzó a sudar y en la cabina nos asustamos. De todas formas
no lo pudimos curar, siguió con los auriculares siempre puestos.
Los integrantes de la producción de un programa, el que conduce
y el que maneja la consola, saben que conforman un equipo de trabajo en
el que el éxito va a depender de su mutuo apoyo.
Lalo Mir dice sobre los operadores: Son la mitad de uno. Para
Eduardo Esarte, jefe operativo en La Red y coordinador de la carrera de
Operadores de Radio en el ISER, un técnico tiene que ser
creativo, rápido y capaz de operar tanto AM como FM. Ellos son
los responsables de la puesta en el aire de la emisora, son parte de un
equipo. El operador radial no habla al aire, pero está continuamente
diciendo cosas.
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