Por Alejandra Dandan
El proyecto resultó atractivo. José Luis Ulloa, de 16 años, fue uno de los que lo diseñó. Ayer explicó cómo armó esa silla de ruedas a motor que cargó desde Mendoza hasta uno de los salones de Parque Norte. Además de baterías comunes de 12 voltios, le puso un Joystick: la misma pieza que hasta hace unos meses servía sólo para ganarle a la PC. Con el proyecto de las sillas de ruedas, José Luis y sus compañeros de la escuela Reynaldo Merín de Mendoza ganaron ayer el Premio Presidencial del Ministerio de Educación. Fue la primera vez se premió en el país proyectos solidarios generados por las escuelas. La de José Luis ganó sobre un total de tres mil iniciativas. Fue el presidente Fernando de la Rúa quien entregó a los mendocinos un cheque de 5000 pesos y la insinuación de una propuesta laboral que podría transformar a la escuela en una pequeña fábrica.
La escuela Reynaldo Marín no fue la única premiada. Con ella fueron mencionadas veintidós actividades que se llevan adelante en colegios medios y primarios del país. Ese número fue el resultado de una selección sobre los 3000 proyectos que recibió el área de Escuela y Comunidad del Ministerio desde comienzos de año. Cada proyecto es un trabajo gestado por estudiantes y docentes que desde la escuela trabajan en relación con el barrio. Y es la contracara de un programa que ayuda a corregir deserciones y hasta consigue que, para muchos, ir al colegio se vuelva divertido.
De algo de eso habla Diego Menardi cuando intenta explicar algo de la fórmula del jabón de hierro que usan para combatir el arsénico. Su pueblo tiene algo más de 2500 habitantes, se llama Ramona y está en Santa Fe. Allí está también su escuela, la Media 3023 donde Diego cursa con Gerardo Petretti el cuarto año. Ayer obtuvieron una de las menciones del Premio Presidencial, y con eso los 2000 pesos de subsidio que, aseguran, invertirán en su nuevo proyecto. Es que el jabón es la continuación de algo que generaron ex compañeros cuando hace cuatro años descubrieron arsénico en el agua que llegaba a sus casas. �Hicimos campañas �cuenta Gerardo� y con charlas conseguimos que la comuna pusiera una planta potabilizadora.�
Ese trabajo que comenzó con antiguos compañeros ahora se está reformulando: las nuevas camadas del cuarto y quinto año intentan, sobre esa base, conseguir la red de agua potable mientras hacen encuestas entre la gente del campo para ver cómo funcionará el jabón de hierro.
Esa dinámica en la que los proyectos terminan pasando de los egresados a los cursos que siguen es a la que apuestan las escuelas. Fue esa obstinación la que hizo funcionar en Mendoza el proyecto de las sillas de ruedas. En los talleres, los chicos diseñan desde el `98 una artillería destinada a discapacitados sin recursos de su ciudad. Desde ahí han salido muletas y sillas plegables para hospitales a precio de costo. Y también la silla a motor con un joystick que sirve como comando de control de marchas hacia adelante o atrás y permite el manejo del giro con radio variable. �Empezamos preguntándoles a tres chicos cómo tenían que ser las sillas �dice José Luis�, dos de ellos eran egresados que tuvieron un accidente y quedaron paralíticos.� Hacia sus talleres se dirigirán ahora los cuatro motores que, de paso por Buenos Aires, acaban de comprar. Pero tal vez resultan pocos. �El Estado tiene mucha necesidades de sillas de rueda -dijo De la Rúa�, además del premio los vamos a apoyar para que las produzcan.�
Las ideas no terminan ahí. Hubo siete que con menciones como las del colegio Abel Acosta, de Santa María de Catamarca. Lo de ellos es la Lombricultura, pensada para mejorar la calidad de la tierra no sólo de la escuela sino del valle.
Pero hay más. Y de eso habló una de las nenas de un jardín de infantes del Aluminé, en Neuquén. Despacito, al final de la ceremonia, se trepó al escenario para regalarle una araucaria diminuta al Presidente. Lo hizo como lo hace en su pueblo, cuando nace algún bebé. En el hospital deAluminé los chicos entregan un arbolito como respuesta a la contaminación y desertificación de la zona. Por eso la nena le llevó a De la Rúa la araucaria y le recomendó:
�No tire basura en los ríos y también cuide a los pececitos.
Por las dudas.
Apicultura para mapuches
Christian Henri Hick anda despacio por los salones de Parque Norte. Más atrás camina José cuyo apellido, Huenufil, �aclara� es mapuche. Hace muchas horas ya han dejado el paraje Sancabao a los pies de la cordillera, donde está el Centro de Educación Integral San Ignacio, el polimodal rural de José. Hick es director de la escuela pero también profesor de apicultura, ese oficio al que, especula, acabará dedicándose José cuando termine la escuela. Esa actividad es una de las que integra el proyecto de actividades con el que el Centro obtuvo ayer una de las menciones del premio. La apicultura, los invernaderos o actividades de riego que se desarrollan desde el Centro están dirigidas a las comunidades mapuches de la zona, desde donde llegan la mayoría de los 140 chicos que estudian en el Centro. A partir de ese trabajo, los maestros ayudan con la alfabetización y los asesoran en el comercio de hortalizas y miel. La escuela está en un valle a 15 kilómetros de Junín de los Andes; los estudiantes pasan cuatro semanas allí y a la quinta vuelven a sus casas. Uno de ellos es Rogelio Paredes: �Tengo que cruzar el río y camino como 15 kilómetros hasta llegar a donde se puede tomar el colectivo�, cuenta. |
Trabajar para el abuelo
Pato dejó una bolsa de ropa limpia en la casa de uno de los abuelos de su barrio. Fue hace unos días, antes de salir para Buenos Aires. Pato es Ana Pereyra, de uno de los barrios más pobres de Bariloche, donde está el Centro de Capacitación Integral Enrique Angelelli. Pato y Cristian Catrín llegaron a Buenos Aires como delegados de ese Centro donde los chicos trabajan desde el �96 con los abuelos del barrio. �Empezamos ayudando a 10 y ahora vamos a la casa de 19 �cuenta Pato� porque son los que están más solos, las mamás con hijos pueden salir pero los abuelos no pueden ni echar leña para calentarse ni prepararse un plato de comida�. A la casa de Lorenzo Ñes, uno de esos abuelos, fue Pato el viernes. Dejó la ropa que su mamá lavó para Lorenzo. Ese día no limpió platos ni barrió. �Me senté a tomar unos mates�, dice. Y dejó la ropa. �No, medias no había �confía� ni tampoco sus ropas íntimas porque eso, el abuelo no quiere�. Algunos relevamientos hechos en el barrio les permitieron ver hace cuatro años que los abuelos eran las personas que estaban menos contenidas. Desde aquel momento, un grupo permanente de diez chicos y algunos colaboradores trabajan siguiendo desde la atención médica a la limpieza de las casas habitadas por esos diecinueve adultos. |
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