Por Pablo Plotkin
La operación publicitaria tuvo su efecto emocional. El cumpleaños de 15 de los Fabulosos Cadillacs, celebrado con un show retrospectivo en Obras promovido como la final de un campeonato, les sirvió a los integrantes del grupo para revolver los desechos y tesoros de un remolque que lleva una década y media cargándose. Y provocó que la fecha de hoy se convirtiera en tres, al agregar otras dos funciones mañana y el lunes. Gabriel Fernández Capello (a) Vicentico, intérprete único dentro de la escena de rock latino, actor, espíritu melancólico y personalidad hosca frente a las cámaras y grabadores, intenta explicar el presente de la banda a través de los años, los golpes, los cambios (muchos) y los discos (doce). La mejor manera de repasar la historia de los Cadillacs es referirse a las múltiples transformaciones sintomáticas que encarnó a través del tiempo: una adolescencia ska y mod, una estelar posadolescencia afrocubana (con �Matador� como hit de época) y una madurez regida por los discos de Astor Piazzolla y Thelonious Monk. �Somos un mismo grupo peleando por inventar algo que nos mantenga unidos�, dice Vicentico. �Personas que empezaron a tocar a los 18, que ahora tienen 36. Tenemos todos la misma edad: seis de nosotros nacieron en el mismo mes. Somos todos de Leo. Dos de nosotros nacimos con un día de diferencia en el mismo sanatorio. O sea que estuvimos juntos en la misma nursery. Tenemos muchas cosas en común. Eso es genial y terrible a la vez.�
En la segunda mitad de los �80, los Cadillacs se vestían con sacos de tres botones, tiradores y sombreros (copiando la vestimenta de Madness y The Specials, entre otros), cantaban �quiero morir tocando ska� y Vicentico �era un mono ridículo más preocupado en bailar que en cantar bien�, según sus propias palabras. Eran los tiempos de Bares y fondas (1986). El deslumbramiento que le provocó Luca Prodan se reflejaba en los modales y el comportamiento escénico del adolescente Vicentico (�se me había metido Luca en el cuerpo, y era hermoso�). A principios de los �90, con El león como álbum de resurrección, la banda cambió conceptualmente el perfil y el cantante empezó a pulir un estilo que se convertiría en el toque de distinción de los Cadillacs. Naturalmente a contramano, el registro de Vicentico �todo melancolía y vibración� se alimenta de cualquier cosa que llegue a sus oídos. �Me puede servir Luis Miguel, cualquiera cosa�, ejemplifica. �Cualquier música que escuche me hace bien, o al menos me hace algo. No importa de dónde venga. No creo ser un buen cantante, ni que tenga buena voz. Me gusta actuar sobre el escenario. De hecho, creo que eso es lo que más me gusta hacer últimamente: encontrar tonos, climas.�
�Se sabe muy poco de su vida personal. ¿Es un método de defensa frente a la prensa?
�Hasta en mi vida privada soy de esconder esa clase de cosas, entre otras razones porque no me hace mal guardármelas, me gusta. Pero a veces escucho cosas que dicen de mí que me hacen pensar en no esconder más. La primera vez que tocamos en un teatro grande (en el Astros, en 1985) salió una crítica que decía algo así como que éramos rugbiers que tomábamos Coca-Cola y comíamos alfajores. En ese momento de mi vida yo era cocainómano, alcohólico, militaba en el MAS y tenía una hermana que acababa de morir de sobredosis. Desde ese momento supe que de la prensa había que esconderse.
�¿Y no le dan ganas de responder?
�Me parece buenísimo que piensen que soy recontraconcheto. Prefiero eso antes de que me pase como a La Renga, que hace rock chabón y qué sé yo qué mierda y después por eso le van a reclamar tal o cual cosa. Prefiero estar en mi casa, peleando mi propia lucha, no una lucha ajena. La peleo tranquilo, sin que nadie venga a meterse adelante. Que piensen lo que quieran de mí.
�Se habló, por ejemplo, de la autenticidad de la postura de la banda frente al Che Guevara cuando grabaron �Gallo rojo�...
�Esa es una canción que escribí mucho antes de Mano Negra, antes de todo. La escribí pensando en unos discos que tenía mi papá de la Guerra Civil Española: �Cuando canta el gallo rojo es que ya se acaba el día�, decía un verso. Ese, y otro de la película Morir en Madrid. Al lado de donde estaban esos discos había una foto gigante del Che. Así que cerrar los ojos y pensar en eso es trasladarse a esa misma casa, caminar por ahí. �Gallo rojo� no nombra al Che Guevara, y mi intención jamás hubiera sido llevar a alguien a pensar de determinada manera. Escribí una canción pensando en mi infancia y en alguien a quien de verdad admiro más allá de lo terrenal: el Che es otra cosa, es como pensar en el Don Juan de Castaneda. Un espíritu, alguien demasiado conectado con la muerte y con la vida. Jamás dije en un recital �aguante el Che� ni nada por el estilo. Todo bien, pero yo no formo parte de eso. No me interesa la arenga política berreta: no tiene nada que ver con la música.
�¿Y por qué causa sí pelearía?
�Si pusiera mi energía en algo, sería por legalizar las drogas. Creo que por ahí pasaría la revolución de todos los argentinos. Las drogas nos pueden cambiar la visión a todos.
�Usted parece tener una proyección solista muy fuerte, sobre todo después de haber grabado algunos temas para cine y televisión...
�Eso existe desde que nací. No soy sólo un Cadillac: soy cantante y compositor. Eso no significa que vaya en contra ni a favor del grupo: es una cosa que hago aparte.
�¿Qué recuerdos conserva de los �80?
�Lo que más recuerdo es la inconstancia constante de esa época. El bardo generalizado, la inconsciencia, sentir todo a la vez, la juventud plena. Todas las cosas suceden a la vez: la felicidad, la tristeza. Ahora me siento mucho más consciente sobre lo que hago. Pero este asunto de los quince años nos llevó para atrás, y en un punto nos sirvió mucho. Ni siquiera fue una idea nuestra hacerlo: nosotros sólo queríamos hacer un Obras. Nuestros planes siempre son para otro lado, nunca para atrás. Pero esta vez, algo hizo que dijéramos �hagámoslo, agarremos todos los discos viejos y toquemos las versiones igual que las tocábamos�.
�Por la conducta artística que llevaron adelante en los �90 se espera de ustedes que cambien en cada disco. ¿Cómo va a ser el próximo?
�La verdad es que no sé. Estamos ensayándolo mientras preparamos los shows de Obras, y creo que está empezando a tener su personalidad, aunque no sé para qué lado. Falta mucho todavía. Estamos en busca de la melodía perfecta.
�Ultimamente se profundizaron las diferencias de estilo entre usted y (el bajista) Fernando Cianciarullo, los principales compositores de la banda...
�Sí, están bastante claras. Y eso está bueno, que cada cual defina su personalidad como compositor. Y más allá de las canciones también están las diferentes maneras de tocar, de interpretar lo que hacemos. Cada vez se define más.
�¿Se consideran inseparable de Flavio?
�No. Sí siento una energía especial, con él y con todos los integrantes del grupo, pero no quiero plantearlo en términos de inseparables. Somos muy amigos, y eso implica todo lo que uno puede sentir por un amigo: mucho cariño, bronca a veces. Todo a la vez. Pero no creo que seamos inseparables.
�¿Cuál es la mejor etapa de los Cadillacs?
�Todas tienen su parte buena y su parte mala. Pero eso tiene más que ver con momentos de mi vida que con los discos. Se me mezcla todo. Musicalmente disfruto mucho la etapa actual de la banda. En casi todos nuestros discos hay muy buenos intentos; en otros están concretados.
�En sus comienzos cantaban �quiero morir tocando ska�. ¿Por qué frase reemplazaría ese verso hoy?
�Ahora no me gustaría morirme sobre un escenario. Preferiría morirme en una playita. Algo así.
Discos e hitos |
Bares y fondas (1986). �Mi novia se cayó en un pozo ciego� fue un hit arrasador. Ska, rock steady y derivados tocados por principiantes.
Yo te avisé (1987). Incluye el primer hit de cancha de la banda (�Yo no me sentaría a tu mesa�) y su primera gran canción, �El genio del dub�.
El ritmo mundial (1988). Lo mejor: �Vasos vacíos� junto a Celia Cruz y el cover en castellano de �Revolution Rock� (The Clash).
El Satánico Dr. Cadillac (1989). El tema que le da nombre al álbum hoy es un clásico. E incluye su único rap, �El mensaje soy yo�.
Volumen 5 (1989). �Demasiada presión�, �Miss you�, �Los olvidados� y �Caballo de madera� son los puntos más altos.
El león (1991). Es su primer disco serio y politizado: �Gallo Rojo�, �El león� y la versión de �Desapariciones� (de Blades) son los temassímbolo.
Vasos vacíos (1994). Su disco más exitoso: era una recopilación con un par de inéditos. Entre ellos estaba �Matador�, el máximo hit de su carrera.
Rey Azúcar (1995). Un álbum de transición. Algunas canciones (�Saco azul�, �Mal Bicho�) e invitados (Mick Jones, Debbie Harry) lo justifican.
Fabulosos Calavera (1997). Se anunció como el álbum que cambiaría la historia del rock nacional. No fue para tanto, pero sí cambiaron su propia historia y les valió un Grammy.
La Marcha del Golazo Solitario (1999). Un equilibrio entre las aspiraciones experimentales de Calavera y el poder hitero de la banda. |
YELLOWJACKETS, POR PRIMERA VEZ EN BUENOS AIRES
El jazz no es sólo para iniciados
Hace un poco más de veinte años aparecieron como una versión un poco más jazzística, más carnal, de ese funky suave que encontraba en Spyro Gyra a su mejor exponente. Los argumentos que llevaban a prestarles atención eran la técnica e imaginación en los solos y, en particular, el piano de Rusell Ferrante y la guitarra de Robben Ford. Un período sin Ford y con el saxo de Marc Russo, otro como trío y la posterior incorporación de uno de los arregladores más prestigiosos del jazz, el saxofonista, clarinetista y director de Big Band Bob Mintzer, consolidaron definitivamente a Yellowjackets como uno de los mejores grupos de esa suerte de subgénero que en Estados Unidos se llama Jazz Adulto.
Ahora llegan por primera vez a Buenos Aires, para tocar hoy y mañana en La Trastienda (Balcarce 460). El artista invitado será el argentino Adrián Iaies y Yellowjackets formará con los tres históricos �Ferrante en teclados, Mintzer en saxo y Jimmy Haslip en bajo� y el baterista Marcus Baylor (los anteriores fueron Ricky Lawson, William Kennedy, Peter Erskine y, durante un corto período, Terry Lynn Carrington). Algunos álbumes notables dentro de su estilo como Yellowjackets, Mirage à Trois, Shades, Four Corners y Greenhouse (el primero con arreglos de Mintzer) marcan una trayectoria caracterizada por la calidad musical y el profesionalismo. Sus últimos trabajos rondan la categoría del smooth jazz. Pero más allá de cuestiones de pureza genérica, la calidad como instrumentistas de Ferrante y Mintzer hace que siempre valga la pena escucharlos. A pesar de que, ya a partir de Run For Your Life, de 1994, donde Ford volvía a aparecer aunque esta vez como invitado, el rumbo parece mucho menos interesante que en los comienzos, tanto el último CD, Club Nocturne, como los anteriores Blue Huts y Dreamland, muestran atractivos dignos de ser tenidos en cuenta. Algunos contrapuntos entre el saxo y la mano izquierda del piano, la manera en que Mintzer asume el papel de acompañante (y la riqueza de sus contracantos), la variedad en las subdivisiones rítmicas, hacen disculpar esa homogeneidad tan valiosa para la música ambiental que a veces se apodera de ellos. En realidad de lo que se trata es de un grupo de sesionistas de prestigio que decidió dejar de trabajar para otros y, más allá de los proyectos propios (Mintzer conserva su Big Band y sigue dedicado a la enseñanza), generar un producto en el que la alta calidad estuviera unida a la accesibilidad del lenguaje. En Yellowjackets no hay lugar para las especulaciones estéticas pero tampoco para la desprolijidad o para los lugares comunes. Este cuarteto surgido en 1977 de la iniciativa de Robben Ford sigue siendo, veintitrés años después, uno de los puntales en su género.
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