Por Carlos Polimeni
El equipo de audio está sintonizado en FM Clásica, pero a su lado está la tapa del CD Versus, de los Illya Kuryaki. Desde el segundo piso del viejo edificio del diario La Prensa, hoy convertido en la Casa de la Cultura del gobierno porteño, se ve el parpadeo de los letreros que sobre Avenida de Mayo ofrecen cosas en inglés. El flamante secretario de Cultura de la ciudad no sabe aún qué teléfono atender cuando suenan los de su despacho, pero sí dónde están los libros que eligió para sus momentos de reflexión: Alejandra Pizarnik, Fernando Pessoa, Antonio Tabucchi, Kenzaburo Oé, Baldomero Fernández Moreno. �El Indio Solari es un personaje impresionante�, sostiene Jorge Telerman, que fue periodista y es peronista. Haber sido periodista �trabajó en televisión con Juan Alberto Badía, después de haber ganado, a los 28, una competencia de principiantes� no le pesa, pero ser peronista lo llena de preguntas y, a veces, de angustia. �En un punto ser peronista es como ser judío, y de las dos cosas sé un poco: es más una pertenencia que una militancia�, define el ex vocero de Antonio Cafiero y ex embajador argentino en Cuba que Aníbal Ibarra eligió para administrar los 140 millones de dólares que el Estado porteño destina a los organismos de cultura por año.
Telerman, que saltó del duhaldismo porteño a las fuerzas de la Alianza que se preparaban para ganarle la elección a Domingo Cavallo, se siente parte de una generación de políticos ��de Jesús Rodríguez a Felipe Solá�� criados en los ideales de los tempranos 70, fogueados en los 80 y con peso propio para asumir liderazgos en los 90. Está mucho más preocupado, por eso, por la crisis de credibilidad de la clase política que por las bromas que recibe por su parecido con el actor Bruce Willis. Hoy será un día de exposición para uno de los dos peronistas de la primera línea del gobierno de la ciudad: anunciará la puesta en funcionamiento del nuevo Complejo Teatral de Buenos Aires, una reorganización de los teatros de su área, que estarán bajo la conducción global de Kive Staiff, actualmente a cargo del San Martín. Hasta ahora, sus principales designaciones son las de los tres subsecretarios: Javier Grosman, en Acción Cultural, Ricardo Manetti, en Industrias Culturales, y Silvia Fajre, en Patrimonio Cultural.
Los anuncios de hoy comenzarán su etapa de comunicación con la sociedad, un punto que le parece central para una gestión cultural moderna. �Las políticas culturales pensadas por fuera de las políticas comunicaciones derivan en que se pierdan elementos importantes�, razona Telerman. �La comunicación siempre fue parte de la cultura, pero hoy es más difícil que nunca separarlas. Seguramente, la comunicación es un fenómeno cultural de vigor incomparable. Si bien en el gobierno porteño hoy Cultura y Comunicación están separadas en dos secretarías, los dos proyectos más fuertes de nuestro comienzo de gestión nos unen: son el relanzamiento de la revista cultural de la ciudad, Fervor de Buenos Aires, y la creación de un canal de cable de la ciudad. Pensamos en un canal de cable de impronta cultural y de servicios. Buenos Aires es la productora cultural más importante del país y tenemos que pensar, como estrategia general, de qué modo impulsamos la producción de bienes culturales y cómo los reflejamos. Pensamos que con una señal de cable propia, las actividades del Colón, del San Martín, de los otros teatros, los eventos, las fiestas populares, que muchas veces reciben atención de los medios, pero otras no, tendrían un ámbito propio y a la vez multiplicador. Pensamos además en un canal con producciones propias, específicas.�
�Por la época del año, debe ser un proyecto para el 2001.
�En política cultural todos los proyectos son para el año que viene. El presupuesto del 2000 está ejecutado en su totalidad por la administración anterior y es inamovible.
�¿Cuál fue el presupuesto del 2000?
�Después del ajuste quedaron 138 millones.
�¿Y para el año que viene será lo mismo?
�Quizás aumente, de un 4 por ciento del presupuesto total de la ciudad a un cinco.
�¿Cómo se gasta...?
�Son 42 para el Colón, 33 para el San Martín, 8 para lo que era el Complejo Alvear, otro tanto para el Centro de Divulgación Musical y el resto en los otros organismos. Presupuesto hay. Por supuesto que si fuese el doble estaríamos mejor. Pero nuestro problema no es la falta de dinero. Acaso haya que darle vueltas de tuerca al uso que hacemos de él, pero no tenemos problemas básicos. Si cumplimos con una promesa de gestión, que es tener una política agresiva y creativa para concretar emprendimientos con empresas privadas, el presupuesto existente dará para más. Si logramos que los empresarios se comprometan más con la cultura, conseguiremos para la ciudad cosas importantes, que no saldrán del bolsillo del contribuyentes.
�Cuando un funcionario en su lugar habla de incorporar empresa privadas suele pensarse que quiere privatizar el Colón o el San Martín.
�No queremos privatizar ningún organismo estatal: podría decirse que lo queremos es, de algún modo, estatizar el dinero privado. Queremos crear una nueva instancia: que haya actividad cultural estatal, que la haya privada y que haya emprendimientos conjuntos, tal vez auspiciadas por iniciativas como la ley de mecenazgo. Acabo de ver en San Pablo una muestra que homenajea los 500 años de Brasil y quedé impactado. Maravillado, además, porque amo a Brasil, y preocupado porque me doy cuenta de que aquí, sin apoyos privados, jamás podríamos organizar una muestra cultura de ese nivel. En Brasil se ve un compromiso importante de los empresarios con la cultura. Aquí cuesta. Una parte de esa exposición viene en octubre aquí, a Proa, el Centro Cultural Recoleta y a los museos Nacional y de Arte Moderno.
�¿Cómo puede ser que con un presupuesto monstruoso en el Colón siempre haya conflictos?
�Para mí, un tema clave en esto es que no ha habido continuidad de gestión. Es por lo menos incomprensible que las grandes salas deban vivir los vaivenes de la actividad política. En Francia a nadie se le ocurriría pensar que, si Chirac renuncia, debe irse el director artístico de la Opera de París. Nosotros vivimos a veces poco racionalmente este tema. Si queremos a Buenos Aires como gran capital cultural, debemos tener una política de continuidad.
�Es extraño lo que dice, porque usted acaba de cambiar la dirección del Colón y en el San Martín hay un funcionario, Kive Staiff, que debe haber batido records de permanencia, cualquiera fuese el gobierno.
�Lo de Staiff es cierto y tiene una lógica: es un formidable gestor cultural. En el Colón convocamos a Renán para que siguiera una tarea que por distintos motivos debió interrumpir. Buscamos consensuar con otras fuerzas políticas un esquema que derive en que nuestras designaciones pisen la próxima gestión, y que lo mismo pase con la siguiente, de tal manera que haya en los organismos directores y funcionarios que puedan pensar a largo plazo y no funcionarios y directores temerosos de cada cambio, sin estabilidad en serio.
�¿Eso fue una condición de Renán para aceptar el cargo?
�Digamos que... es una de las cosas en que pensamos parecido. La costumbre existente hasta acá ha originado relaciones ríspidas del personal con conducciones cambiantes, política internas oscilantes, pérdida del orden y la disciplina. Cuando se somete a la gente a la ansiedad de no saber qué puede pasar se genera que las relaciones interpersonales sean malas y las demandas, permanentes. Si les damos estabilidad a las autoridades del Colón habremos solucionado estratégicamente un problema casi histórico.
�¿Está criticando con esto la gestión anterior?
�En absoluto: asumimos con el compromiso de seguir en el camino de las gestiones anteriores, intentando mejorar lo mejorable. Me parece que la gestión de Darío Lopérfido fue notable, porque produjo una serie de sucesos que ampliaron de forma ostensible la participación cultural en la ciudad. Digámoslo así: amplió el campo de disfrute de la gente. A mí me gusta mucho cómo piensa y cómo ejecuta su gestión. Me parece que en este punto hay que preguntarse si una política benefició a más gente que la política anterior. Y está claro que en la ciudad eso ocurrió con creces. En lo personal, estoy seguro de que mi gestión también va a ampliar el campo de disfrute cultural.
Los festejos de Santa Cecilia
�Algunos de los hitos de la gestión anterior en la ciudad fueron �Buenos Aires No Duerme� y los recitales grandes en espacios públicos, bajo el nombre de �Buenos Aires Vivo�. ¿Se repetirán?
�Estoy de acuerdo con los eventos, aunque les daría una vuelta de tuerca. Los festivales me parecen formidables, pero fueron tan buenos que yo no los repetiría tal cual. Los ligaría más a la actividad productiva, del tal modo que en su derredor se ejecuten mayor cantidad de acciones culturales. Me parece, también, que convendría llevar la política a los barrios, en lugar de concentrar gente en determinados lugares. Quiero decir, pensar los recitales como parte de una estrategia de apropiación de la ciudad. Hacerlos más fragmentados y menos concéntricos. En lugar de muchedumbres convergiendo hacia un lugar, políticas culturales yendo hacia los individuos. Una de nuestras ideas es comenzar esa era con los festejos del Día de la Música, el 22 de noviembre.
�Es decir, festejar Santa Cecilia.
�Sí, festejar Santa Cecilia, pero sin ninguna connotación verticalista (risas). |
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