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el Kiosco de Página/12

Pido perdón
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn 

Pedir perdón está de moda. Se cometen los peores crímenes desde las altas esferas o se colabora con regímenes antidemocráticos o se está con los dictadores, y medio siglo después, cuando los hechos salen a la luz, se pide perdón. Y todos contentos. Lo hace el Papa, lo hacen los políticos, lo hacen las estructuras de poder cuando el viento cambia. Se pide perdón y no se paga nada. Y ya está. Se ha convertido en oficio de caballeros. Todo es muy fácil. Es como ir a la iglesia, hincarse ante el altar, y golpearse el pecho con los dedos juntos y ya está, pésame, pésame, pésame, y uno se siente con derecho a pertenecer al mundo de los justos. Y el que no acepta estas leyes del juego es un incorregible.
A la Iglesia Católica alemana no le fue así, tan fácil. Esta vez tuvo que pagar algo, poco, pero tuvo que aflojar el bolsillo. Hace unas semanas se fundó en Alemania el Fondo para la Indemnización de los Trabajadores Esclavizados durante el período del hitlerismo. Desde el �39 al �45 hubo en la Alemania nazi más de siete millones de obreros extranjeros esclavizados. Eran casi todos del Este: polacos y rusos. Y hete aquí que los investigadores históricos descubrieron que también la Iglesia Católica tuvo trabajadores esclavizados. Los obispos no pudieron negarlo, aunque trataron de restarle toda importancia. El obispo Lehmann ensayó: �La Iglesia Católica apenas usó una milésima parte del total de esos trabajadores extranjeros�. Es decir algo más de siete mil. El argumento disculpatorio nos hace acordar a aquellos neonazis que sostienen que en el Holocausto no murieron seis millones de judíos sino �sólo� 264 mil. Bien, la Iglesia Católica sólo usó siete mil esclavos (eso lo dicen ellos) y el obispo Lehman agregó con voz pastoral que se les había dado buen trato y que hasta hay cartitas de ex esclavos que les agradecían a los curas el trato que les habían dado. Idílico. Bueno, con estas cartitas podría escribirse una nueva Cabaña del Tío Tom. La verdad es que la Iglesia Católica alemana se aprovechó de una infamia para poder seguir teniendo sus jardincitos en orden y sus cálices bien lustrados, y sus vendimias productoras del vino de misa al día, y sus baños limpios y sus autos lustrados. Cuando la única reacción digna tendría que haber sido la denuncia del régimen de esclavitud y marchar a las catacumbas si hubiera sido necesario. Pero no, se siguió la corriente. Ahora pagará cinco millones de marcos, que realmente son monedas para la iglesia católica más rica del mundo, y se niega a formar parte del Fondo de Indemnización. Pero bueno, a lo mejor dentro de diez años, un nuevo obispo pedirá perdón por esta sagrada mezquindad.
Es que la historia no se puede comprar ni con superficiales pedidos de perdón ni con dinero. El acompañar y bendecir con la cruz levantada la conquista española con la matanza de sus habitantes naturales, la destrucción de culturas y su explotación más brutal, lo mismo que con la esclavitud de los africanos, o las cruzadas, o la quema de brujas o la Inquisición, no se olvida con pedido de perdones, ahora, desde el balcón del Vaticano y dicho en treinta idiomas.
En la Argentina se anuncia el pedido de perdón por parte del Episcopado �por los pecados que cometió a lo largo de la historia nacional�, principalmente el papel jugado por los obispos durante la represión ilegal.
Sería muy hipócrita que aceptáramos esas proposiciones verdaderamente inmorales: perdón para la reconciliación. La reconciliación recibió en la Argentina su golpe de muerte con la Obediencia Debida y Punto Final del gobierno radical, en las cuales intervinieron no sólo Alfonsín sino la inmensa mayoría de los políticos oficialistas que hoy están en el gobierno. Los asesinos volvieron a transitar las calles, los torturadores a gozar de los productos robados a las víctimas, los desaparecedores acontinuar con sus carreras militares o en el comercio o en la diplomacia o en los servicios de informaciones, o en las mafias a la Massera. Los comentaristas europeos se burlan del criterio de �territorialidad� de la Justicia que defiende De la Rúa y sus adláteres. Es decir, que si las víctimas de la dictadura quieren Justicia, tienen que buscarla en el exterior, mientras en la Argentina siguen todos los asesinos y ladrones del régimen militar protegidos ad infinitum por la ley radical.
Hace pocas semanas, el presidente De la Rúa pidió perdón �claro, no se iba a perder la novedad� por los nazis que hizo entrar Perón en los primeros años de la posguerra. Está bien el gesto, pero antes el señor De la Rúa tendría que pedir perdón por los centenares de peones rurales patagónicos fusilados por el gobierno radical en 1921-22, o por los obreros asesinados por la policía y el Ejército durante la Semana Trágica. No, en esto los radicales no repasan nunca la historia, o tal vez, de discutirse los asesinatos de las peonadas santacruceñas por el teniente coronel Varela, los definirían brevemente como �obediencia debida�. Por lo menos promover una discusión exhaustiva sobre esos hechos en lugares de la cultura y colegios. Y en una asamblea legislativa, el primer mandatario debe prometer que jamás su gobierno ni su partido recurrirán a las armas para sofocar una legítima huelga obrera.
Perdón para la reconciliación pide el obispo Karlic. ¿Cómo, en un país donde los represores siguen robando, como el caso Vergez, o haciendo negocios a lo Sérpico Cavallo? No, primero los asesinos en la cárcel y luego se podrá ver qué es reconciliación. La única que puede ser es aquella que castigue a los culpables y asegure que jamás las Fuerzas Armadas puedan volver a cometer los crímenes infames de la década del �70; que jamás ningún político que ocupó cargos en la dictadura pueda ejercerlos en gobiernos democráticos; que los legisladores que votaron Obediencia Debida y Punto Final, y los políticos que apoyaron con su firma el decreto de Menem sobre el perdón de Videla y sus comandantes, tengan que hacer en público rectificación de sus conductas y reconocer el oportunismo y el gesto antidemocrático. Y solicitarles que voluntariamente, por la salud pública jamás acepten ningún cargo que represente a la democracia. No lo merecen.
Sí, así podrá venir poco a poco eso que los obispos llaman �reconciliación�. Pero primero tendrían que comenzar ellos a sanear su institución católica: publicar un documento que reproduzca la investigación exhaustiva de cómo se comportaron obispos como Plaza, y de curas alcahuetes y soplones de los desaparecedores, y por qué la Iglesia jamás levantó la figura del mártir Angelelli y de tantos sacerdotes asesinados por los militares. La verdad. La verdad antes de la reconciliación. Con la investigación de probados historiadores. No dogmas ni bendiciones. La verdad. ¿Por qué jamás la Iglesia investigó el asesinato del obispo Ponce de León y por qué permitió que se destruyera toda su documentación sobre la desaparición de obreros y estudiantes en San Nicolás? Ni el perdón ni la bendición con agua bendita. La verdad. Sólo la verdad.


REP

 

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