Por Martín Granovsky
A Fernando de la Rúa, que llegó anoche desde Brasilia, le espera un fin de semana de reuniones, debates con los demás y consigo mismo y, tal vez, una decisión: ¿debe saltar algún funcionario del Ejecutivo como fusible de la crisis que comenzó con la sospecha de sobornos en el Senado? En Aeroparque, pocos minutos después de tocar tierra, el Presidente dio un indicio de lo que hará cuando dijo que �no hay renuncias�. Ni siquiera, aclaró, la de Juan Llach.
De la Rúa se presentó ante los periodistas poco después de las diez y media de la noche. Parecía cansado pero no excesivamente inquieto, quizás porque los presidentes descargan stress en el exterior y De la Rúa puede haber aprovechado un día en Brasilia discutiendo sobre Colombia en lugar de examinar renuncias en el gabinete y coimas en el Senado.
�Desmiento que haya renuncias �fue su primera frase.
Y después volvió a la carga:
�No hay renuncias.
Para no ofrecer fisuras, cuando terminó de hablar preguntó al vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez si quería agregar algo.
�Señor vicepresidente...
�Me siento representado por el señor Presidente �dijo Alvarez ceremonioso, y sonrió ampliamente.
Dirigentes del Frepaso comentaron anoche que Alvarez podría buscar un escenario en el que los cambios eventuales quedaran bajo el paraguas de un cambio parcial de gabinete y relevos en las autoridades del Senado.
Hasta ese momento, el fin de semana parecía destinado a ser la coronación de un día de fortísimas versiones sobre renuncias, que abarcaron en primer plano al ministro de Trabajo y en segundo nivel al jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado Fernando de Santibañes. Sobre la renuncia de Llach, después del mediodía el rumor fue tan fuerte que casi pasó a ser tomada como un dato de la realidad.
Luego de la rueda de prensa hasta los funcionarios del Gobierno comenzaron a pensar si el fin de semana no sería, más bien, el prólogo de un torturante período de diez días con De la Rúa en el exterior (el lunes sale para México, los Estados Unidos, Canadá y China) monitoreando a distancia el conflicto del Senado. Ayer tuvieron un indicio de que sus temores podrían ser ciertos. El Presidente describió su día de hoy, sábado, con tantas ocupaciones, desde la firma del decreto de desregulación telefónica hasta el pacto fiscal con Buenos Aires, que el protocolo ya podría terminar tapando a la política.
En Aeroparque, De la Rúa confirmó que el secretario de Hacienda, Mario Vicens, irá a declarar por el uso de los fondos públicos. El Presidente también quiso mostrarse convencido de que, en una crisis, todo �depende de cómo actúe uno, y nuestra actuación es en el marco de la ley, con total transparencia�. Es una expresión general, sin duda, pero refleja lo que opinan los asesores presidenciales más cercanos a De la Rúa: que el escándalo no toca al Presidente sino al Senado, y tampoco afecta en términos peligrosos al propio gabinete, donde cualquier problema queda eclipsado cuando aparece un senador como Emilio Cantarero por televisión.
Un miembro del Ejecutivo que pidió reserva de su identidad trazó este cuadro con las distintas posturas:
u Por un lado están los que niegan que la crisis vaya a agudizarse. Apuestan a que se irá diluyendo con los días o, en todo caso, a que no pasará los límites del Senado. Antonio de la Rúa y el secretario de Cultura y Medios Darío Lopérfido figuran en este grupo.
u Por otro lado revistan los que creen que hay que conducir la crisis porque si no la crisis terminará conduciendo al Gobierno. Para decirlo con palabras de un alto funcionario, �si no conducimos la crisis vamos a terminar tapados por la ola�. Aclaración necesaria: los sectores no están divididos por origen partidario ni por su mayor o menor delarruismo. Hay de uno y otro campo en todas las franjas políticas y todos los estilos del Gobierno.
La posición de los primeros fue reflejada en la edición de ayer de Página/12. Este diario citó a un secretario de Estado que esgrimió dos razones en contra de que algún funcionario actúe como fusible, o sea que renuncie aunque el juez Carlos Liporaci no lo impute o lo procese. La primera, que De la Rúa no corre ningún peligro de que sea toda la instalación �es decir, él mismo, o él y Alvarez�, la que estalle. La segunda, que si entrega ahora uno o dos fusibles no quedará a salvo sino desguarnecido si el escándalo aumenta en voltaje.
�Si la situación es que todos sospechan básicamente del Senado y la Justicia investiga a los sospechosos, De la Rúa queda protegido�, dijo un exponente de esta línea de pensamiento.
Los que quieren un vuelco de la estrategia oficial tienen argumentos no solo distintos sino simétricos. Creen que una chispa puede acercarse a la instalación, y entonces ya será tarde para salvarla, y opinan que algún fusible saltando a tiempo evitará un desastre mayor.
El problema de la teoría de los fusibles es cuando llega el momento de los nombres. Si uno es Flamarique y otro De Santibañes, que ambos resulten despedidos plantea un panorama complejo para los dos principales protagonistas.
Alvarez tiene últimamente una pésima relación con Flamarique, quien a la vez mejoró su relación con De la Rúa, pero el ministro pertenece al Frepaso. ¿Se desprenderá de él sin una compensación radical?
Para De la Rúa, De Santibañes es su amigo, su confidente, y fue durante años, o tal vez siga siéndolo junto a Adalberto Rodríguez Giavarini, su economista de cabecera. Tendrá que sentirse muy acosado, o Alvarez debería ejercer una presión intolerable, para tirarlo como si fuera un lastre.
En cambio ayer pareció despejado el camino para modificaciones en el Senado, otra de las obsesiones de Alvarez en la última semana.
José Genoud, presidente provisional del Senado, luce cada vez más golpeado, incluso en público, donde su discurso bien articulado en defensa de la corporación senatorial comienza a exhibir detalles de nerviosismo. Si queda herido, como puede concluirse sin vueltas, sus chances de renovar la banca por elección popular el año que viene parecen remotas, y esa perspectiva lo dejará devaluado. La cotización de Genoud en el mercado político ya es hoy mucho menor que la de dos semanas atrás.
Raúl Galván, el jefe del bloque de senadores, podría perder puntos luego de sumarse a sus coprovincianos peronistas Eduardo Menem y Jorge Yoma, que dijeron estar �compungidos� por el escándalo y por eso anunciaron que renunciaban a sus bancas. Antonio Cafiero se les rió ayer mismo: �Según la Constitución, uno renuncia a su banca ante el Senado, no ante la Legislatura de su provincia�, dijo a la salida de su casa de San Isidro, en una tarde soleada que describió como �peronista�. Como se informa aparte, la legislatura riojana convalidará el mandato de sus tres senadores.
Claves
Durante el día arreciaron versiones de renuncias y cambios en el gabinete.
En los rumores, el precandidato a irse fue Alberto
Flamarique.
Sin embargo, el Frepaso no está dispuesto a que se vaya solo, sin una discusión más general en el Gobierno sobre cargos y políticas.
A pesar de las malas relaciones de Flamarique con Alvarez, Alessandro dijo a Página/12 que en todo caso el ministro fue solo el negociador político de la ley de
reforma laboral, pero no el único que participó.
De todos modos, hasta ahora De la Rúa no quiere que se vaya nadie, y anoche desmintió renuncias en el equipo de ministros y secretarios.
El Gobierno se divide entre los que diagnostican que la crisis crecerá y será indetenible y los que proponen hacer saltar funcionarios como fusibles.
Pero las dificultades comienzan al poner nombres.
Sobre todo uno, De Santibañes, de quien De la Rúa no parece dispuesto a desprenderse.
De la Rúa llegó a desmentir incluso la renuncia del
ministro de Educación, Juan Llach, que no estaba ligado a la crisis del Senado.
La crisis política se producía mientras el juez Liporaci ofrecía su convicción de que �hubo sobornos� y tendrá alguna canalización el fin de semana. |
ALESSANDRO, TRAS REUNIRSE CON ALVAREZ
�Flamarique fue sólo el negociador�
Por Eduardo Tagliaferro
Llegó a la Casa Rosada a las 12, donde lo esperaba una delegación de empresarios japoneses. Se fue a las 22, para recibir a Fernando de la Rúa que llegaba desde Brasilia. En sus diez horas como Presidente a cargo, Carlos �Chacho� Alvarez usó el grueso de su tiempo para discutir sobre el escándalo del Senado.
El que expresó más claramente las conclusiones, o al menos el mensaje que quiere transmitir el vicepresidente, fue Darío Alessandro, jefe del bloque de diputados aliancistas y el hombre de mayor confianza de Alvarez: �Quienes piensan que la solución es la remoción del ministro de Trabajo no deben olvidar que él fue el negociador político�, dijo a Página/12 cuando salió de su reunión con Alvarez. �Si hubo un negocio raro, deberán rodar otras cabezas, porque éste es un problema de la Alianza y nadie debe buscar un rédito partidario.� En otras palabras, que el Frepaso no está dispuesto a cargar solo con la crisis política que desató la sospecha de sobornos en el Senado. Si Alberto Flamarique debe irse, no puede irse solo.
Un dirigente del Frepaso que pidió reserva de su identidad dijo a este diario que es el radicalismo, más aún que el círculo que rodea a De la Rúa, el que fogonea la opción de Flamarique como único culpable.
�Total, ni Llach ni (Fernando) De Santibañes son radicales �ironizó.
Alvarez y Alessandro se reunieron con el vocero Darío Lopérfido y con Flamarique después del encuentro con los japoneses. La reunión duró una media hora, tiempo suficiente para que Flamarique escuchara los resultados de una encuesta que Lopérfido tenía en sus manos. Página/12 pudo saber que recogía una imagen negativa de Flamarique en la población. Después de esa mala noticia, el ministro salió disparado hacia su oficina para reunirse durante el resto del día con el equipo de colaboradores. Su apuro fue tal que, tratando de evitar el contacto con la prensa, embistió la puerta de blindex de la Casa de Gobierno.
Alessandro se quedó en la Casa de Gobierno y durante más de cinco horas analizó con Alvarez la situación política. Después del almuerzo ambos pidieron un aparato de televisión para seguir las declaraciones de los senadores en el despacho. A las cuatro de la tarde llegó el vicepresidente primero de la Cámara de Diputados, el frepasista Juan Pablo Cafiero, y se quedó hasta el final. A las siete pasó Ricardo Gil Lavedra, el ministro de Justicia y Derechos Humanos, con quien Alvarez se reunió en el despacho de De la Rúa.
�Hay una crisis política �dijo Gil Lavedra cuando salió.
También opinó que la opinión del juez Carlos Liporaci se basaba en indicios. En eso coincidió con Alvarez, que por la mañana a la salida de su casa criticó la locuacidad del magistrado, quien había dicho que en el Senado �hubo sobornos�.
�El juez tiene que hablar por sus fallos. ¿Saben por qué? Porque el peligro de este tema es que se hace mucha retórica vacía y hueca que se convierte en un torneo de discursos.
A la noche, el cuartel del Frepaso en que se convirtió la Casa Rosada se completó con las presencias de los diputados José Vitar, vicepresidente del bloque del Frepaso, y Rodolfo Rodil, antiguo operador político de Graciela Fernández Meijide durante la campaña electoral.
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