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Llach sigue deprimido y sigue como ministro

El ministro de Educación, Juan Llach, entró en el tornado de rumores.
�No presentó la renuncia aunque tiene problemas�, repitieron sus voceros.


Por Nora Veiras

t.gif (862 bytes) �Llach no presentó la renuncia�, repitieron ayer hasta el hartazgo los voceros del ministro de Educación. En medio del escándalo por el pago de sobornos en el Senado, el Gobierno tuvo que salir a desmentir el alejamiento de uno de los hombres del gabinete más distantes de ese escenario. �No hay ninguna renuncia de Llach que yo conozca. Todo lo que atañe a los ministros depende del presidente de la Nación�, dijo el vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez a cargo del Ejecutivo por el viaje a Brasil de Fernando de la Rúa. La desmentida alcanzó para sofocar el rumor, pero no para disipar las dudas sobre la permanencia del economista al frente del Palacio Sarmiento.
La versión publicada en La Nación alimentó todo el día el rumor y germinó en la evidente �incomodidad� y �soledad� que el ex viceministro de Domingo Cavallo dice sentir ante sus íntimos. Llach desembarcó en Educación a contrapelo de los deseos de radicales y frepasistas ligados al área y en casi nueve meses de gobierno no ha logrado consenso para manejar su cartera. En el Palacio Sarmiento funcionan dos ministerios: uno lo encabeza Llach con su gente y maneja los proyectos de evaluación y el área de créditos externos; el otro lo controla el radicalismo con los dos viceministerios: Educación Básica (Andrés Delich) y Educación Superior (Juan Carlos Gottifredi). 
La elección de su gabinete fue lo primero que perdió Llach apenas fue designado. Asumió el cargo pero resignó sus ideas y cuando quiso despuntar con un proyecto propio no hizo más que generar nuevos focos de conflicto. El Pacto Federal Educativo II provocó primero el rechazo de los legisladores de la Alianza. Obligado por De la Rúa y Alvarez tuvo que modificar el borrador original que aspiraba a descentralizar al máximo la gestión del sistema educativo, establecía postítulos obligatorios para ejercer la docencia y ataba la evaluación docente a la posibilidad de mejores salarios. A pesar de suavizar esos ítems, el ministro no logró persuadir ni a oficialistas ni a opositores.
Los ministros de Educación de las 14 provincias gobernadas por el peronismo consideraron insuficiente la inversión de 1060 millones de pesos anuales durante 7 años que propone el Pacto (por año, los 660 millones previstos para el incentivo docente y 400 millones de pesos más aportados por la Nación aunque sin especificar el origen de los recursos) y tienen más de un reparo en avanzar sobre los estatutos docentes. Llach confiaba en su buena relación personal con el director general de Escuelas bonaerense, José �Pilo� Bordón, a cargo de más de un tercio del sistema educativo del país para hacer pie en el Consejo Federal de Educación. Sin embargo, Bordón le dijo que no �bancaría� esa propuesta. Desde la Secretaría de Educación porteña, Daniel Filmus también le dio a entender que abandone esa idea de Pacto a ser firmado el 11 de setiembre.
El Pacto reactivó el conflicto con el gremio docente más numeroso, Ctera. Llach al asumir también aceptó a contrapelo de sus ideas el Fondo de Incentivo Docente porque el gobierno al que se incorporaba privilegió el levantamiento de la Carpa Blanca. El problema fue que gran parte de los 660 millones de pesos que garantizó el Tesoro fueron a costa del propio presupuesto educativo y, para colmo, Economía ni siquiera giró en término las partidas. Como consecuencia, tuvo que poner la cara para pelearse con Marta Maffei y dice que lo dejaron solo.
En ese contexto, muchos evaluaron que Llach quemó las naves: decidió hacer pública a través de la prensa su amenaza de renuncia para lograr el apoyo del Presidente. La oportunidad elegida fue más que criticada. Si ésa es la jugada implica que De la Rúa se pelee con el radicalismo para cambiarle su gabinete. No parece el mejor momento.

 

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