Por
J.J.P.
Los números ríen y cantan. Después de dos actuaciones
poco convincentes, Argentina volvió a ganar y suma y sigue:
Argentina es el único
líder con 19 puntos. Está a 4 del segundo y a 5 del pelotón
de terceros.
Ganó 6 partidos, empató
1 y perdió 1. Es el que mas ganó y el que menos perdió,
junto con Colombia.
Su promedio de efectividad
es de 79 por ciento.
Hizo 18 goles y recibió
7. Es el equipo más goleador.
Es el que más puntos
sacó de visitante (9 sobre 12).
Ya ganó la primera rueda
porque no podrá ser alcanzado por ninguno, aun perdiendo en el
último partido, contra Uruguay.
En las eliminatorias anteriores,
con 8 partidos jugados el equipo que dirigía Passarella tenía
13 puntos, había perdido 1 partido y empatado 3. Su promedio de
efectividad era de 54 por ciento, un 25 por ciento menos que este cuadro
de Marcelo Bielsa.
Los números permiten suponer que este equipo de Bielsa ya tiene
un pie y medio en el Mundial del 2002. Los técnicos de casi todos
los equipos razonan, con lógica, que para clasificarse hace falta
sumar 25 o 26 puntos y Argentina ya tiene 19 cuando faltan jugarse 30
puntos. Sólo un milagro podría evitar que llegue al próximo
Mundial.
Los números ríen y cantan, pero, del juego, ¿qué?
¿Cuál es la relación entre el fútbol que siembra
el equipo y los puntos que cosecha?
Si el punto de referencia es el primer tiempo del encuentro de ayer contra
los peruanos, esa relación es directa y deberá acordarse
en que todo lo que sumó es absolutamente merecido.
Argentina jugó fenómeno y cerró el primer tiempo
con un 2 a 0 contundente, inapelable, que pudo duplicarse porque sobraron
las situaciones para convertir. Perú prolijo, pero tibio
y frágil, como siempre poco pudo hacer y se limitó
a su papel de partenaire. Sobre el doble eje Ortega-Verón circuló
el equipo que arrolló a su rival.
En los primeros 10 minutos y después del gol de Crespo el funcionamiento
fue excelente. Bien atrás, sin problemas Sensini-AyalaSamuel, correcto
en la contención en el medio, lujoso y profundo a partir de los
tres cuartos de cancha.
La pequeña sociedad Ortega-Verón y la producción
individual de cada uno fueron decisivas, pero hay que sumar las fugaces
apariciones de Aimar (pese a que por momentos pareció perderse),
algunos desbordes del Piojo López (aunque se apresuró para
darle al arco) y la presencia inquietante en el ataque de Crespo. La suerte
jugó a favor en el rebote que le permitió al centrodelantero
de la Lazio quedar mano a mano con Vega y definir con mucha clase.
Pero no se puede hablar de suerte ni nada parecido en el hermoso chanfle
de Verón que significó el 2 a 0. A veinte metros del arco
sacó un remate estupendo, a media altura cerca de un poste.
Si el punto de referencia es el segundo tiempo, entonces cambiará
la óptica. De hecho, Argentina perdió 1 a 0 esos 45 minutos
finales. El equipo bajó notablemente su producción, especialmente
después del gol en contra de Samuel (tenía una deuda pendiente
en la red y la pagó, pero en el arco equivocado), y cayó
en un profundo pozo de confusión. Los cambios cautelosos que hizo
Bielsa (Husain por Ortega, Vivas por Simeone, Gustavo López por
Claudio López) aislaron a Crespo y dividieron la cancha en dos.
Perú, que atacó con balas de fogueo, no generó jugadas
de gol, pero se arrimó peligrosamente hasta las cercanías
de Bonano, cosa que casi no había hecho en todo el primer tiempo.
No es una máquina, no deslumbra, no puede sostener sus picos brillantes,
pero es hasta aquí el indiscutido líder, el equipo que más
juego ha mostrado, el que despliega la mayor cantidad de recursos individuales
y colectivos, aunque a veces los escatime.
Argentina, dando el handicap de la ausencia en los últimos cuatro
partidos de Batistuta, está donde está por mérito
propio.
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