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DIALOGO CON EL PSIQUIATRA Y PSICOANALISTA DOMINGO GRANDE SOBRE EL NUEVO EXILIO
�Los que hacen cola ante los consulados se sienten abandonados�

Volvieron las colas de argentinos frente a los consulados extranjeros. La falta de trabajo o de posibilidades laborales son el común denominador de los que las forman. Pero lo que aparece como un problema eminentemente económico admite también fecundas miradas desde el ángulo psicoanalítico. �Una sociedad tiene un pre-sidente (que está sentado al frente), si éste no es fidedigno, es una sociedad que no existe�, define Domingo Grande en esta charla.

Por Magdalena Ruiz Guiñazú

t.gif (862 bytes)  La escena se repite cada mañana. Muy concretamente en la cuadra de la calle Guido que enmarcan la avenida Callao y la calle Rodríguez Peña hacia el sur. Entre cincuenta y cien personas, en su mayoría jóvenes, esperan pacientemente a que el Consulado de España abra sus puertas. Cada mañana, en otros puntos de la ciudad, en otras representaciones consulares, tendrá lugar el mismo ritual. Habrá que llenar formularios y exhibir documentos y poner en letras de molde la historia de la vida de uno. La historia de los que se van. Y éstos de la calle Guido, como tantos otros, se van. Sin duda habiendo tomado esta decisión con un gran desgarramiento, con bronca, pagando el alto costo de los afectos que les tocará dejar.
Un tema laboral-económico, desde ya. Pero un tema del alma sin duda. Por eso quisimos tratarlo con alguien que ha dedicado su vida a la psiquiatría. Y el doctor Domingo Grande tiene una larga respuesta para dar.
–¿Es un país que abandona a sus hijos? ¿La casa-madre que se ha convertido en un cascarón vacío?
–El hombre suele apegarse a las fórmulas: “Con estas palabras –dice–, conjuro la desgracia, conjuro la tragedia”. Pero habría que preguntarse primero cuándo un país es realmente un país; cuándo un mundo vale la pena de ser recordado (por aquello de recordium, volver al corazón), convirtiéndose en nostalgia bien habida. Yo creo que también debemos hablar de la pasión y de los juramentos. Si yo he jurado defender a mi patria hasta con la vida, propongo mis intereses personales en función de la colectividad. Si el Padre, en la historia de cada uno, es quien marca el territorio dentro del cual rigen sus responsabilidades, los hijos sabrán que tienen un espacio guardado y no se alejan de ese espacio. Cuando se quiebra la cadena del testimonio se quebranta el ductus de la fe, el hilo conductor entre el Padre y el Hijo y por el cual circula lo mejor que tenemos.
Por ejemplo, “Vénganos el Tu reino...”. Esto ya no significa ser creyente o ateo sino simplemente un pedido de asistencia al Padre que es absolutamente universal. Cuando no es así el individuo comenzará a preguntarse si su padre lo detesta.
El mundo animal nos brinda algunos ejemplos: cuando el padrillo no es padrillo y está castrado, bostea disperso, sin una programación genética porque no tiene descendencia para cuidar. Está en una apuesta de tiempo inmediato. Una apuesta de ya y ahora de un tiempo acelerado y presionado. El tiempo del ya, ya es peligroso porque entraña la inversión a corto plazo y esto implica riesgos tanto en lo humano como en lo político. Una sociedad con un pre-sidente (que está sentado al frente), si éste no es fidedigno, es una sociedad que no existe.
–¿Es lo que nos estaría ocurriendo a nosotros?
–Un nosotros... (sonríe). Permítame hablarle de algún ritual del que me he enterado últimamente. Acabo de llegar de Inglaterra. Allí me contaron que una vez al año existe una especie de rito en la Cámara de los Lores. En ese recinto los lores están sentados y lo subrayo porque los tiempos de estar de pie o sentado son dos cosas que vale la pena tener presente. Están allí sentados pues, con sus togas, sin hablarse, expectantes. De pronto se abre una puerta y de un modo invasor y disruptivo entran los comunes, miembros de la Cámara baja. Lo hacen en un tumulto desordenado y desordenante pero los lores permanecen imperturbables, siempre sentados. Y a medida que los gritos se van acallando es como si se diluyera tanta agitación en la inmensidad de una apuesta intemporal hacia la eternidad. Tal vez sea éste un estilo que nosotros estamos llamando a no comprender porque nos rebelamos y no creemos en ningún rey. ¡Pero en algo hay que creer! O en alguien. Algo suficientemente fuerte como para inspirarnosconfianza. Independientemente de la creencia que uno pueda tener o no, es interesante invocar para todos un nombre común que pueda unirnos en un juramento como aquel con el que termina el Preámbulo de nuestra Constitución. Le cuento todo esto porque pienso que son choques de dos tiempos distintos. Un tiempo que apunta a la eternidad o por lo menos a la intemporalidad fuera de la prisa...
–Como en la Cámara de los Lores...
–Cuando entran los comunes yo diría que la propuesta desordenante se acalla en la quietud y en la verdad de la convicción. Cuando la convicción es serena y bien habida, hay un elemento fuerte que re-une.
–¿Quiere decir que nuestra dispersión como país está fundada en una cierta falta de serenidad y bases comunes?
–Creo que es exactamente eso. Como si dijéramos una moneda sin credibilidad.
–¿La gente que hace cola frente a los consulados se siente abandonada?
–Absolutamente, sí... Algo primordial le está faltando. Una buena costumbre no es todavía una costumbre sagrada. Es aquella referida a la liturgia, por ejemplo, con la cual puedo salvar mi vida. Amor significa entrega. Una madre no necesita de determinados juramentos para demostrar sus características pues está visceralmente ligada a la entrega al hijo. Es como la leche que brota de sus pechos, quiéralo o no. Es el regalo por antonomasia: “Yo te regalo mi pecho”.
–La Patria sería entonces un ama seca, poco nutriente...
–Sin duda. El amor es secretante. Provee al hijo o a la fecundidad también a través del semen...
–Quiere decir que el exiliado, el emigrante, sufre un doble abandono...
–Probablemente sienta el abandono como una estafa. Cuando el Padre no se prodiga, la carencia, que está determinada por la ausencia del Padre, provocará una muesca, una herida que no se borra nunca. La Madre es quizá menos escandalosa, no necesita de tantos juramentos...
–Tremendo rito del adiós y el abandono...
–Podríamos definir la partida como el abandono de todo lo que es nucleante, aquello cuya invocación es el recuerdo de cuanto es el núcleo de nuestra vida. El yo del argentino en algún momento encontró al padre identificándose con figuras como San Martín; un hombre que, si bien nace en Yapeyú, luego jura por las armas del rey, pero establece su pertenencia en el Río de la Plata con un último juramento que lo relaciona intensamente con este país. Le doy este ejemplo porque un hombre busca de por vida la relación visceral que ha perdido, una referencia de su patria, de la tierra del Padre.
–¿Cabe pensar que en el seno de una familia que abandona su hábitat deben producirse luego acusaciones mutuas?
–Hace tiempo que yo hago terapia de familia y de pareja. La pareja matrimonial en conflicto. Cuando encuentro en el exterior a estos amigos míos invariablemente observo que uno piensa en función del país que dejó y, el otro, como el país de adopción. En general el hombre que trabaja en la calle se adapta por fuerza, por razón y por comprobación de identidades. Seguramente en mayor grado que la mujer, si ésta permanece en la casa al cuidado del hogar. Suele darse, entonces, que uno de los dos se adapta de una manera florida, creciente y fecunda y el otro vive del recuerdo. Dolorosamente es así. Muchos se separan. A veces un buen análisis lo evita fortificando la base de la pareja.
–¿Usted piensa que un país que no puede proveer el sustento de sus hijos se está atomizando? ¿Que está entrando en un período de decadencia?
–Yo preferiría ser optimista y suponer que estamos de todos modos lanzando señales como en una gran consulta preguntándonos qué nos pasa. Y no quiero dar una respuesta al azar sino una respuesta comprometida. Diría que los argentinos estamos de consulta. Es como cuando aparece un pacientenuevo que trae sus dudas: ¿me analizo?, ¿no me analizo?... En esos casos yo le digo que lo que está haciendo es una consulta y que está preguntándose con quién está y adónde va. Es muy justo que dude y que no lo sepa y que quiera tener un principio de respuesta en mi persona. A lo mejor los argentinos nos estamos dirigiendo a alguien intemporal que debe estar en algún lugar escuchando nuestro clamor. Estamos desconcertados. Tenemos riquezas, pero no las disfrutamos ni tampoco parecemos entender que las apuestas a largo alcance deben hacerse ya para nuestros hijos. Postergo el interés de hoy en función del interés del mañana apostando a hijos y nietos. Más allá de las situaciones apremiantes y reales diría que también en otras que no lo son estamos enfermos de inmediatez. Todo tiene que ser veloz, rápido y ya mismo. “No hay caricia”, decía Santiago Kovadloff, “porque la caricia demanda un tiempo de la mano en la piel. Hay sólo un chirlo que es como una caricia violatoria y callejera. Eso deja de ser una caricia para convertirse en un robo”. Yo diría, finalmente, que estamos necesitando un tiempo de caricia, menos acelerado, como para pensarnos de nuevo. Para decirlo de otra manera, hemos sido dotados de muchos bienes que no hemos sabido atesorar ni multiplicar. Repito: estamos de consulta y estamos pidiendo también que nos den orientación sobre el maltrato de lo heredado. Es imperioso recuperarnos de esta pesadilla insolente. Una pesadilla que nos está quitando la paz.

¿POR QUE DOMINGO GRANDE?

Por Magdalena Ruiz Guiñazú

Las dos caras del exilio

El tema del exilio ha sido comentado en extenso incluso a través de las cifras que las empresas de opinión han realizado últimamente pero creo que, más allá de los números, es interesante recuperar la raíz de la historia y observar qué fenómenos ocurren entre nosotros en circunstancias acuciantes y desesperadas como pueden ser la carencia laboral y la partida al exterior como una de sus consecuencias. Cuáles son los lazos que se han roto o debilitado, cuán endebles han sido las raíces de cada uno y, también, qué ha hecho cada individuo con la parte de herencia que el destino le ha asignado.
El exilio político tiene determinadas connotaciones en las que sabemos que la muerte figura en tiempo presente. Por lo general ni siquiera permite que se lo planifique con anticipación pues habitualmente sus circunstancias son inmediatas y definitorias. El tiempo de una delación, figurar en un índice telefónico, tener amigos, libros o aspecto “sospechoso”. La vida se convierte así en un suspiro, otorgado o no, merced a la casualidad del destino.
El exilio laboral, en cambio, requerirá extenuantes trámites, discusiones familiares, remover viejos amores y rencores. La terrible sensación, sin duda, de sentirse superfluo en la sociedad que hasta ayer fuera amiga. Que hoy ve pasar con indiferencia a jóvenes y ancianos de 45 años camino de la nada y del olvido.
Por ello consultamos a un médico del alma y del cuerpo. Psiquiatra y psicoanalista. Miembro titular de ApdeBA, la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y de la International Psychoanalytical Association. Alguien que supo, en el arte de escuchar, trazar una guía hacia los orígenes de tanto dolor.

 

 

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