Por
Magdalena Ruiz Guiñazú
La escena se repite cada mañana. Muy concretamente en la cuadra
de la calle Guido que enmarcan la avenida Callao y la calle Rodríguez
Peña hacia el sur. Entre cincuenta y cien personas, en su mayoría
jóvenes, esperan pacientemente a que el Consulado de España
abra sus puertas. Cada mañana, en otros puntos de la ciudad, en
otras representaciones consulares, tendrá lugar el mismo ritual.
Habrá que llenar formularios y exhibir documentos y poner en letras
de molde la historia de la vida de uno. La historia de los que se van.
Y éstos de la calle Guido, como tantos otros, se van. Sin duda
habiendo tomado esta decisión con un gran desgarramiento, con bronca,
pagando el alto costo de los afectos que les tocará dejar.
Un tema laboral-económico, desde ya. Pero un tema del alma sin
duda. Por eso quisimos tratarlo con alguien que ha dedicado su vida a
la psiquiatría. Y el doctor Domingo Grande tiene una larga respuesta
para dar.
¿Es un país que abandona a sus hijos? ¿La casa-madre
que se ha convertido en un cascarón vacío?
El hombre suele apegarse a las fórmulas: Con estas
palabras dice, conjuro la desgracia, conjuro la tragedia.
Pero habría que preguntarse primero cuándo un país
es realmente un país; cuándo un mundo vale la pena de ser
recordado (por aquello de recordium, volver al corazón), convirtiéndose
en nostalgia bien habida. Yo creo que también debemos hablar de
la pasión y de los juramentos. Si yo he jurado defender a mi patria
hasta con la vida, propongo mis intereses personales en función
de la colectividad. Si el Padre, en la historia de cada uno, es quien
marca el territorio dentro del cual rigen sus responsabilidades, los hijos
sabrán que tienen un espacio guardado y no se alejan de ese espacio.
Cuando se quiebra la cadena del testimonio se quebranta el ductus de la
fe, el hilo conductor entre el Padre y el Hijo y por el cual circula lo
mejor que tenemos.
Por ejemplo, Vénganos el Tu reino.... Esto ya no significa
ser creyente o ateo sino simplemente un pedido de asistencia al Padre
que es absolutamente universal. Cuando no es así el individuo comenzará
a preguntarse si su padre lo detesta.
El mundo animal nos brinda algunos ejemplos: cuando el padrillo no es
padrillo y está castrado, bostea disperso, sin una programación
genética porque no tiene descendencia para cuidar. Está
en una apuesta de tiempo inmediato. Una apuesta de ya y ahora de un tiempo
acelerado y presionado. El tiempo del ya, ya es peligroso porque entraña
la inversión a corto plazo y esto implica riesgos tanto en lo humano
como en lo político. Una sociedad con un pre-sidente (que está
sentado al frente), si éste no es fidedigno, es una sociedad que
no existe.
¿Es lo que nos estaría ocurriendo a nosotros?
Un nosotros... (sonríe). Permítame hablarle de algún
ritual del que me he enterado últimamente. Acabo de llegar de Inglaterra.
Allí me contaron que una vez al año existe una especie de
rito en la Cámara de los Lores. En ese recinto los lores están
sentados y lo subrayo porque los tiempos de estar de pie o sentado son
dos cosas que vale la pena tener presente. Están allí sentados
pues, con sus togas, sin hablarse, expectantes. De pronto se abre una
puerta y de un modo invasor y disruptivo entran los comunes, miembros
de la Cámara baja. Lo hacen en un tumulto desordenado y desordenante
pero los lores permanecen imperturbables, siempre sentados. Y a medida
que los gritos se van acallando es como si se diluyera tanta agitación
en la inmensidad de una apuesta intemporal hacia la eternidad. Tal vez
sea éste un estilo que nosotros estamos llamando a no comprender
porque nos rebelamos y no creemos en ningún rey. ¡Pero en
algo hay que creer! O en alguien. Algo suficientemente fuerte como para
inspirarnosconfianza. Independientemente de la creencia que uno pueda
tener o no, es interesante invocar para todos un nombre común que
pueda unirnos en un juramento como aquel con el que termina el Preámbulo
de nuestra Constitución. Le cuento todo esto porque pienso que
son choques de dos tiempos distintos. Un tiempo que apunta a la eternidad
o por lo menos a la intemporalidad fuera de la prisa...
Como en la Cámara de los Lores...
Cuando entran los comunes yo diría que la propuesta desordenante
se acalla en la quietud y en la verdad de la convicción. Cuando
la convicción es serena y bien habida, hay un elemento fuerte que
re-une.
¿Quiere decir que nuestra dispersión como país
está fundada en una cierta falta de serenidad y bases comunes?
Creo que es exactamente eso. Como si dijéramos una moneda
sin credibilidad.
¿La gente que hace cola frente a los consulados se siente
abandonada?
Absolutamente, sí... Algo primordial le está faltando.
Una buena costumbre no es todavía una costumbre sagrada. Es aquella
referida a la liturgia, por ejemplo, con la cual puedo salvar mi vida.
Amor significa entrega. Una madre no necesita de determinados juramentos
para demostrar sus características pues está visceralmente
ligada a la entrega al hijo. Es como la leche que brota de sus pechos,
quiéralo o no. Es el regalo por antonomasia: Yo te regalo
mi pecho.
La Patria sería entonces un ama seca, poco nutriente...
Sin duda. El amor es secretante. Provee al hijo o a la fecundidad
también a través del semen...
Quiere decir que el exiliado, el emigrante, sufre un doble abandono...
Probablemente sienta el abandono como una estafa. Cuando el Padre
no se prodiga, la carencia, que está determinada por la ausencia
del Padre, provocará una muesca, una herida que no se borra nunca.
La Madre es quizá menos escandalosa, no necesita de tantos juramentos...
Tremendo rito del adiós y el abandono...
Podríamos definir la partida como el abandono de todo lo
que es nucleante, aquello cuya invocación es el recuerdo de cuanto
es el núcleo de nuestra vida. El yo del argentino en algún
momento encontró al padre identificándose con figuras como
San Martín; un hombre que, si bien nace en Yapeyú, luego
jura por las armas del rey, pero establece su pertenencia en el Río
de la Plata con un último juramento que lo relaciona intensamente
con este país. Le doy este ejemplo porque un hombre busca de por
vida la relación visceral que ha perdido, una referencia de su
patria, de la tierra del Padre.
¿Cabe pensar que en el seno de una familia que abandona su
hábitat deben producirse luego acusaciones mutuas?
Hace tiempo que yo hago terapia de familia y de pareja. La pareja
matrimonial en conflicto. Cuando encuentro en el exterior a estos amigos
míos invariablemente observo que uno piensa en función del
país que dejó y, el otro, como el país de adopción.
En general el hombre que trabaja en la calle se adapta por fuerza, por
razón y por comprobación de identidades. Seguramente en
mayor grado que la mujer, si ésta permanece en la casa al cuidado
del hogar. Suele darse, entonces, que uno de los dos se adapta de una
manera florida, creciente y fecunda y el otro vive del recuerdo. Dolorosamente
es así. Muchos se separan. A veces un buen análisis lo evita
fortificando la base de la pareja.
¿Usted piensa que un país que no puede proveer el
sustento de sus hijos se está atomizando? ¿Que está
entrando en un período de decadencia?
Yo preferiría ser optimista y suponer que estamos de todos
modos lanzando señales como en una gran consulta preguntándonos
qué nos pasa. Y no quiero dar una respuesta al azar sino una respuesta
comprometida. Diría que los argentinos estamos de consulta. Es
como cuando aparece un pacientenuevo que trae sus dudas: ¿me analizo?,
¿no me analizo?... En esos casos yo le digo que lo que está
haciendo es una consulta y que está preguntándose con quién
está y adónde va. Es muy justo que dude y que no lo sepa
y que quiera tener un principio de respuesta en mi persona. A lo mejor
los argentinos nos estamos dirigiendo a alguien intemporal que debe estar
en algún lugar escuchando nuestro clamor. Estamos desconcertados.
Tenemos riquezas, pero no las disfrutamos ni tampoco parecemos entender
que las apuestas a largo alcance deben hacerse ya para nuestros hijos.
Postergo el interés de hoy en función del interés
del mañana apostando a hijos y nietos. Más allá de
las situaciones apremiantes y reales diría que también en
otras que no lo son estamos enfermos de inmediatez. Todo tiene que ser
veloz, rápido y ya mismo. No hay caricia, decía
Santiago Kovadloff, porque la caricia demanda un tiempo de la mano
en la piel. Hay sólo un chirlo que es como una caricia violatoria
y callejera. Eso deja de ser una caricia para convertirse en un robo.
Yo diría, finalmente, que estamos necesitando un tiempo de caricia,
menos acelerado, como para pensarnos de nuevo. Para decirlo de otra manera,
hemos sido dotados de muchos bienes que no hemos sabido atesorar ni multiplicar.
Repito: estamos de consulta y estamos pidiendo también que nos
den orientación sobre el maltrato de lo heredado. Es imperioso
recuperarnos de esta pesadilla insolente. Una pesadilla que nos está
quitando la paz.
¿POR
QUE DOMINGO GRANDE?
Por Magdalena Ruiz Guiñazú
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Las dos caras del exilio
El
tema del exilio ha sido comentado en extenso incluso a través
de las cifras que las empresas de opinión han realizado
últimamente pero creo que, más allá de los
números, es interesante recuperar la raíz de la
historia y observar qué fenómenos ocurren entre
nosotros en circunstancias acuciantes y desesperadas como pueden
ser la carencia laboral y la partida al exterior como una de sus
consecuencias. Cuáles son los lazos que se han roto o debilitado,
cuán endebles han sido las raíces de cada uno y,
también, qué ha hecho cada individuo con la parte
de herencia que el destino le ha asignado.
El exilio político tiene determinadas connotaciones en
las que sabemos que la muerte figura en tiempo presente. Por lo
general ni siquiera permite que se lo planifique con anticipación
pues habitualmente sus circunstancias son inmediatas y definitorias.
El tiempo de una delación, figurar en un índice
telefónico, tener amigos, libros o aspecto sospechoso.
La vida se convierte así en un suspiro, otorgado o no,
merced a la casualidad del destino.
El exilio laboral, en cambio, requerirá extenuantes trámites,
discusiones familiares, remover viejos amores y rencores. La terrible
sensación, sin duda, de sentirse superfluo en la sociedad
que hasta ayer fuera amiga. Que hoy ve pasar con indiferencia
a jóvenes y ancianos de 45 años camino de la nada
y del olvido.
Por ello consultamos a un médico del alma y del cuerpo.
Psiquiatra y psicoanalista. Miembro titular de ApdeBA, la Asociación
Psicoanalítica de Buenos Aires y de la International Psychoanalytical
Association. Alguien que supo, en el arte de escuchar, trazar
una guía hacia los orígenes de tanto dolor.
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