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Los investigadores temen una operación de imagen a balazo limpio

La Justicia sospecha que el tiroteo de Los Polvorines fue una operación para levantar el prestigio de la Bonaerense. Se cree que, además, hubo impericia policial.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes)  Los investigadores judiciales del controvertido tiroteo de Los Polvorines tienen dos hipótesis excluyentes: o hubo una negligencia flagrante por parte de los policías que hirieron a sus propios compañeros o fue una operación montada para producir un hecho de supuesta eficiencia que levantara el sumergido prestigio de la Bonaerense. Y existe, todavía, una tercera alternativa más grave que une las dos hipótesis anteriores. Es que si hubo una operación montada para sacar del pozo al cuestionado jefe de la Bonaerense, Eduardo Martínez, el resultado fue catastrófico. El hecho determinante fue la impericia de los 250 efectivos movilizados, incentivada por la notoria ausencia de conducción: cada grupo policial –llegaron patrulleros hasta de Quilmes y Avellaneda, en el otro extremo del conurbano– tomó posición y disparó a su libre albedrío. “Nunca hubo orden superior de abrir ni de cerrar el fuego”, confió a Página/12 una fuente de la investigación.
Respecto de la posibilidad de un operativo planeado de antemano existe un dato que es madre de todas las dudas: la supuesta moto en que los ladrones habrían escapado después de robar un banco y llegar a la villa donde se refugiaron, nunca fue vista por nadie, ni siquiera por los policías que llegaron primero al lugar y que pertenecían al Comando de Patrullas de Malvinas Argentinas. Es un misterio cómo lograron individualizar a los ladrones. ¿O es que ya sabían del robo a través de un ‘buche’ de la policía y estaban esperando a los autores para demostrar la eficacia policial? La otra alternativa es que fuera una “mexicaneada” policial para apoderarse del botín, magros 25.000 pesos de los que sólo aparecieron 16.100 pesos.
Los 11 policías del Comando de Malvinas –el duodécimo integrante fue el fallecido sargento primero Julio Sánchez– declararon en la causa que nunca vieron la moto, aunque dijeron saber de su existencia por un supuesto radiomensaje enviado desde la sucursal de la Banca Nazionale del Lavoro de Talar de Pacheco que había sido asaltada. “Tres hombres en una moto” fue la consigna que habría llegado a los móviles policiales, pero nada corrobora que el mensaje haya existido.
Lo único que vieron los sabuesos policiales fue la huella de una moto que los guió hasta la primera de las tres casas en las que trataron de ocultarse los ladrones, Eduardo Leguizamón, Sergio Torres y Fabio Bricela. Allí se produce otro de los baches: el primero que llegó a la casa e identificó a Leguizamón como uno de los asaltantes fue el propio sargento Sánchez. El tiroteo –siempre según el relato de los policías– no fue inmediato. A pesar de que había sido avistado por Leguizamón, el sargento Sánchez se replegó sin ser agredido, hasta comunicar a sus compañeros la presencia de uno de los buscados.
Recién cuando los tres ladrones corrieron para ocultarse, dos en una segunda casa y el restante en una tercera, fue cuando sonó el primer tiro, el que le pegó a Sánchez. Como ya informó este diario, hay dudas sobre cuál fue el arma de la que partió el disparo mortal. No concuerda con las características de un plomo de una 9 milímetros ni tampoco de un revólver 38, que son las armas que tenían los ladrones.
Los trozos de metal extraídos del cuerpo de Sánchez están descamisados o sin estrías, lo que significa que perdieron los signos característicos de uno u otro proyectil que permiten su precisa identificación. Lo raro es que esas señas sólo desaparecen cuando la bala golpea contra una superficie dura, algo que no ocurrió en el caso de Sánchez, que recibió el disparo cerca de la garganta. ¿Cambiaron la bala? El fiscal Mario Marini cree que no fue así, pero igual pidió nuevas pericias, que estarán a cargo de la Gendarmería.
No hay dudas, en cambio, de que al sargento Claudio Medina lo hirieron con un proyectil 12,70, propio de las escopetas Itaka que sólo estuvieron en manos de los policías. El caso de Medina es grave porquesigue internado ya que la herida lastimó centros vitales y su estado es delicado, a más de dos semanas del tiroteo.
Otro elemento que nunca apareció fue el Ford Falcon que, supuestamente, fue visto cerca del banco de Talar de Pacheco como apoyo para el robo. El fiscal cree que el vehículo nunca estuvo, pero fuentes de la propia policía indicaron que en ese rodado puede haberse movilizado el “buche” que habría participado de la operación de “entrega” de los ladrones, que, como se dijo, tenían entre 50 y 75 orificios de bala en sus cuerpos, lo que indica que le dispararon después de muertos.
Si bien es cierto que algunos móviles policiales tienen impacto de balas disparadas desde las casas ocupadas por los ladrones, no lo es menos que es un misterio cómo hacían para dirigir sus balazos tres hombres que estaban encerrados en casas precarias y que no podían mirar hacia dónde apuntaban porque las puertas y las ventanas estuvieron cerradas en todo momento. ¿O hubo un enfrentamiento cara a cara que nadie relató?
“Las dudas de ustedes son las mismas que tiene el fiscal”, corroboró una fuente ligada a la investigación, aludiendo a las sospechas sobre la posibilidad de un operativo arreglado. Hasta ahora sólo declararon los 11 miembros del Comando de Malvinas Argentinas, pero la semana próxima –si es posible– darán su testimonio los heridos y serán citados los jefes de todos los cuerpos que estuvieron presentes en el lugar.

 

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