Por
A.G.B.
En una solemne ceremonia celebrada ante unas 100.000 personas congregadas
especialmente en la Plaza vaticana de San Pedro, el papa Juan Pablo II
proclamó ayer la beatificación de Pío IX (nono, o
noveno) y Juan XXIII, dos de sus predecesores en el trono de la máxima
autoridad de la Iglesia. Si el segundo fue el papa que convocó
el Concilio Vaticano II y alentó la modernización en el
seno de la religión católica, el segundo fue en el siglo
XIX el último Papa-Rey de Roma. De familia aristocrática,
Pío IX guillotinó a los patriotas que buscaban la unificación
de Italia y condenó la democracia como sacrílega. Difundió
doctrinas racistas; de acuerdo con ellas, confinó a los judíos
en un gueto de Roma. La respuesta israelí había sido anticipada,
y no se hizo esperar: ayer mismo las autoridades expresaron oficialmente
su más profunda queja por la elevación a los
altares beatíficos de un antisemita convencido.
Junto a los dos ex pontífices fueron declarados beatos tres religiosos.
Pero todas las repercusiones se concentraron en la polémica por
el ultraconservador Pío IX. Famoso como cocinero (se le atribuyó
el llamado pionono), su pontificado (1846-1878) fue el más largo
en la historia de la Iglesia Católica y coincidió con la
pérdida del poder temporal de los papas y la cesión de enormes
extensiones de tierra de propiedad eclesiástica durante el proceso
de la unificación italiana. Pío IX, que condenó férreamente
la tolerancia religiosa y definió la Doctrina de la Infalibilidad
papal, se refería a los judíos calificándolos de
perros y aprobó que el niño judío Edgardo
Mortara fuera secuestrado de su casa paterna para brindarle una educación
adecuadamente cristiana.
Los católicos progresistas, por su parte, también se opusieron
a la beatificación, aunque añadieron otros argumentos: Pío
IX centralizó el poder de la Iglesia y combatió el modernismo.
En su homilía dominical, el Papa se refirió a la polémica
sobre Pío IX expresando que la santidad no es inmune a las influencias
históricas. La Santidad vive en la historia y cada santo
no está exento de las limitaciones y el condicionamiento personal
de nuestra naturaleza humana, dijo ayer Juan Pablo II, quien parecía
cansado. La Iglesia venera a Pío IX por la gracia divina
que brilla en su persona, resumió. Juan Pablo II no aludió
al secuestro de Mortara, y repitió la posición expresada
por la Iglesia Católica de que se beatificaba a Pío IX porque
se le había acreditado un milagro: la cura de una monja francesa
que apenas podía caminar y comenzó a andar sin dificultades
después de rezarle al Papa decimonónico.
El ministro israelí encargado de las relaciones con la Diáspora
judía, el rabino Michael Melchior, en un comunicado lamentó
profundamente que el Vaticano haya vinculado la beatificación del
papa Juan XXIII con la de Pío IX. Juan XXIII era un
Justo entre los Gentiles (los no-judíos), mientras que la beatificación
de Pío IX puede ser interpretada por el mundo judío como
la aceptación por parte de la Iglesia Católica Romana de
la prolongada práctica de la conversión forzada, agregó.
No tengo intención de interferir en las decisiones del Vaticano,
pero esperaba sensibilidad hacia los creyentes de otras religiones, especialmente
viniendo de un papa (Juan Pablo II), al que tuve el honor de acoger en
el Muro de los Lamentos, añadió el ministro. Para
los judíos, comentaba ayer el Jerusalem Post, la beatificación
(de Pío IX) simplemente no es compatible con las últimas
excusas de la Iglesia Católica por el antisemitismo pasado.
Durante su pontificado, los judíos vivieron como los judíos
durante los años 30 bajo la dominación nazi,
concluía el comentario.
Con las beatificaciones de ayer, la política religiosa del papa
Juan Pablo II quedó nuevamente ratificada. Las beatificaciones
elevan a 990 el número de servidores de Dios (o beatos,
el paso previo a la santificación) proclamados por Juan Pablo II
en sus casi 22 años de pontificado. Es decir que un solo papa aportó
más de la mitad de los beatos inscriptos (1797) en el calendario
universal de la Iglesia Católica. En tiempos amenazados por la
secularización y el laicismo, JuanPablo II sigue insistiendo en
que el destino de todos los cristianos debe estar en una atención
mayor prestada a la eternidad sobrenatural que a la historia con sus urgentes
reclamos. Y en esto Pío IX, beatificado ayer, fue sin duda un ejemplo.
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