Por
Patricia Chaina
Las voces son simpáticas. La música, alegre. Los dibujos,
simples y los colores, definidos. Mucho verde, flores grandes y cielo
celeste en el paisaje tropical recorrido por Dora y sus amigos en cada
episodio de la flamante serie de Nickelodeon Dora la exploradora,
que ya puede verse de lunes a viernes de 9.00 a 9.30 la franja destinada
a los niños de edad preescolar, por Multicanal y DirecTV.
Un programa que trata de incentivar la capacidad de aprendizaje de sus
televidentes estimulando la comprensión de nociones elementales
y necesarias como las cantidades, los colores, las distintas posiciones
que pueden coexistir dentro de un mismo plano. Utilizando códigos
del lenguaje de las computadoras para familiarizar a los niños
con el mundo informatizado y adoptando el idioma inglés dentro
de sus rutinas didácticas, Dora la exploradora enseña,
al mismo tiempo que entretiene, a niños menores de tres años.
Ese es el nuevo y excéntrico target nacido en el mercado de la
TV internacional desde que en 1998 se estrenó la controvertida
serie inglesa Teletubies. Al ingresar en las pantallas de
Estados Unidos, Teletubies se convirtió en un éxito
de audiencia. Hoy es visto por más de 10 millones de personas en
el mundo, entre ellos los televidentes locales que lo miran por Azul TV.
Inmediatamente le siguieron otros programas destinados a ese público
infantil: Aventuras en pañales, también en Nickelodeon
(que por TV de aire está cada mañana en Azul TV) o Jau
Jay, el avioncito y la versión Muppet babies
con las aventuras de la Rana René, Peggy y compañía,
que pueden verse en Discovery Kid, demuestran que la TV respondió
con vigor al reclamo de su nueva audiencia. Pero si algo distingue a los
protagonistas de Teletubies del resto de su generación
de programas para infantes, es la relación que establece con su
audiencia, a través de un singular tratamiento de la oralidad.
Se combinan sonidos propios del indescifrable idioma de los bebés,
con pocas palabras comprensibles: adiós, hola, ma, pa. Esas palabras
que los niños bebés, fanáticos de la serie, repiten
y celebran cuando la miran.
Esa relación entre la audiencia y el programa de TV sostenida por
una respuesta activa de los televidentes -.no hay que perder de vista
que son menores de 3 años absolutamente identificados aquí
con el emisor del mensaje es lo que explota la estructura de Dora
la exploradora. A través de juegos sencillos en los que participan
tanto sus protagonistas como sus espectadores, el programa compone un
espacio instructivo y creativo que valoriza el feed-back con los niños.
Dora es una niña de ojos vivaces. A diferencia de la mayoría
de sus congéneres tiene en cada mano los cinco deditos que corresponden
y que utiliza para comunicar cantidades, indicar lugares, o para jugar
y bailar con el mono Botas, su amigo inseparable, o para saludar o espantar
al zorro Swiper, uno de los villanos naïf de la serie. Con movimientos
simples pero dúctiles y creíbles se desplaza por un sendero,
siempre de izquierda a derecha, a la manera de los títeres sobre
la imagen del telón de fondo, quieto. Y las situaciones que le
plantea la narración, como encontrar el nido de una pajarita azul,
que está perdida, sólo pueden ser atravesadas con la ayuda
que recibe de los televidentes: Dora pregunta a cámara por dónde
se fue un personaje, cuál de los lugares que señala una
flecha en un mapa es el destino correcto, o de dónde viene el canto
de un pájaro. Y espera con largos y necesarios silencios la comprensión
de la consigna por parte de sus pequeños espectadores. Ese recurso
en el manejo del tiempo le da al programa una cadencia de interactividad
coherente con la idea que le dio origen: utilizar el gran poder de seducción
de la TV para desarrollar las mejores aptitudes de sus televidentes. Algo
realmente infrecuente en el mundo televisivo actual.
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