En la UIA esperan con ansiedad los anuncios que hoy hará para
el sector José Luis Machinea. La vedette del paquete proindustrial
será el Compre Argentino, que el ministro de Economía quiere
aplicar sin despertar la ira de la city, contraria al intervencionismo
estatal en las actividades productivas. En la versión oficial,
significará, entonces, dar la ventaja a las empresas
nacionales de adjudicarse una licitación de organismos estatales
y de las compañías de servicios públicos monopólicos
cuando el precio ofertado coincida con los postulantes extranjeros.
Sin embargo, en Estados Unidos el Estado compra con una preferencia de
precios de entre 6 y 12 por ciento para las empresas nacionales, en relación
a las extranjeras. Más aún, para ciertos productos hay agencias
oficiales que otorgan una preferencia del 75 por ciento: es decir que
las empresas norteamericanas pueden venderle al Estado hasta un 75 por
ciento más caro y aún así ganar la licitación.
Hoy la UIA festejará el Día de la Industria, con una serie
de actividades programadas a lo largo de toda la jornada. Lo más
llamativo es el seminario sobre la Evolución de la realidad
social argentina, que contará con la presencia de profesionales
críticos de la situación social tales como Julio Godio y
Luis Beccaria, entre otros. El principal mentor de la conferencia es el
secretario de la Unión, Ignacio de Mendiguren, quien busca darle
a la históricamente conservadora entidad patronal un perfil interesado
en los problemas sociales devenidos de una década de neoliberalismo:
salto de la desigualdad en el reparto del ingreso, incremento de la pobreza
y la desocupación.
Pero, como es habitual en estas celebraciones, lo que los empresarios
esperan, en realidad, son las medidas que anuncie el ministro de Economía,
quien al designar al ex Techint, Javier Tizado, en Industria
se encargó de crear las expectativas del caso.
El problema de Machinea es que cuanto más guiños haga a
la industria, más inquieto se pone el establishment financiero,
que por dogma o interés aborrece de toda medida que
suene a proteccionismo, subsidios o intervencionismo estatal. Como ejemplo,
el último informe del banco de inversión Goldman Sachs advierte
que las políticas que viene anticipando Machinea fomentarán
la corrupción y la ineficiencia.
Lo cierto es que la medida más publicitada del paquete, el llamado
Compre Argentino, quedará bastante limitada en su alcance, ya que
no supondría preferencia de precios para las empresas nacionales
en las licitaciones públicas y en un pequeño segmento
de las privatizadas sino ventaja sólo a coincidencia de ofertas.
La UIA reclama una preferencia de precios del 7 por ciento. Y un estudio
que circula por los despachos de la entidad revela que en Estados Unidos,
cuna del libre mercado, el Buy American supone lo siguiente:
u Las agencias estatales civiles privilegian las ofertas de las empresas
nacionales hasta un 6 por ciento más caras si son grandes y hasta
un 12 por ciento si son pymes.
u Para las agencias de Defensa, el diferencial de precios llega hasta
el 50 por ciento.
u La Administración de Servicios Generales, para algunos
productos y servicios, incluye privilegios de precios de hasta 75 por
ciento más caros para firmas nacionales.
Broda
lo quiso voltear
Broda (Miguel Angel) quiso voltear a Machinea (José
Luis). De esa forma, sin vueltas, se refirió el secretario
de la UIA sobre las intenciones de uno de los principales consultores
de la city. El empresario consideró que la mención
a la reputación de Machinea por su paso
como presidente del Banco Central en 1989 realizada por Broda
fue el motor que precipitó la ola de versiones sobre la renuncia
del ministro hace tres semanas. Mendiguren sostuvo en declaraciones
a Radio Del Plata que Broda es el vocero de un sector financiero
que dice que no se puede hacer nada en Argentina. Y agregó:
Nosotros tenemos guardado, porque lo acostumbramos hacer,
todo lo que ese consultor ha dicho en los últimos diez años.
Me sorprende los errores en sus predicciones. Mendiguren puso
como ejemplo cuando Broda había estimado que la Argentina
iba a crecer 4,5 por ciento en 1999, luego de la devaluación
en Brasil, pero que terminó con una caída del Producto
del 3,5 por ciento. Nada más le erró por 8 puntos,
apuntó Mendiguren.
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OPINION- Por Enrique M. Martínez
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El fútbol, pasión paquistaní
En 1999
se importaron 4 millones de pelotas inflables, por valor de 8
millones de dólares. El 42 por ciento provino de Pakistán;
el 28 por ciento, de Singapur y el resto, de China, India, Brasil
y otros países con mano de obra más barata que la
Argentina. Esta cantidad representa el 90 por ciento de los balones
inflables que se venden en el país y ha desplazado producción
local, que se concentraba en Bell Ville, Morrison, Ballesteros
y otras localidades más pequeñas de Córdoba.
Algo más de 4000 personas perdieron su trabajo, básicamente
manual y domiciliario, de coser balones a mano, a causa de la
importación.
Hasta aquí la descripción fría. Un economista
liberal diría que lo sucedido es natural e irremediable,
porque en la globalización, una industria de bajo nivel
tecnológico y de trabajo casi enteramente manual se traslada
a los países más pobres. Brutal y esquemático
el argumento, pero en todo caso deja sin definir la tarea del
gobierno frente a tal situación. ¿Qué debe
hacer? ¿Conseguir pasajes y visas para que las familias
cordobesas que perdieron su trabajo se muden a Pakistán?
Puede hacer algunas cosas más inteligentes. Admitido que
lo manual, si es simple, tiene un destino incierto en el país,
se puede establecer un período de transición en
que se proteja la industria instalada, mientras se ejecuta un
programa de reconversión. Tal programa, en este caso, está
muy claro, porque el país tiene una importante industria
del cuero, con gran potencial exportador. Es factible transformar
la mano de obra utilizada para fabricar pelotas de fútbol,
para aplicarla a bolsos o carteras, con un aporte de diseño,
que aumenta el valor del bien final y así soporta un costo
laboral mayor. Pero nada es automático. Sin un gobierno
que detecte el problema, diseñe la solución y monitoree
su implementación, sólo lo peor ha de suceder: más
desempleo y más pobreza.
Aquí hay además un simbolismo especial. El fútbol
es el tema que más convoca en el país. Pero se juega
con pelotas de Pakistán. Es como imaginar a los italianos
comiendo fideos rusos o a los alemanes bebiendo cerveza hindú.
Seguramente los dos sustitutos serían más baratos
que los fideos italianos o la cerveza alemana. Pero la cultura
popular lo rechazaría. ¿Será posible que
Torneos y Competencias decida que en los partidos que televisa
sólo se usen balones argentinos? ¿O que Ortega,
Aimar y Saviola recomienden patear sólo pelotas hechas
en Argentina? ¿Eso sería chauvinismo? ¿O
es sensatez?
* Diputado
de la Alianza.
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