Por lo menos durante otro año Rusia y Japón seguirán sin firmar un tratado de paz que ponga fin oficialmente a la Segunda Guerra Mundial que para el resto del mundo terminó en 1945. El presidente ruso, Vladimir Putin, rechazó la propuesta japonesa de demarcar la frontera al norte de Etorofu la isla más septentrional del archipiélago Kuril que Moscú obtuvo gracias a la guerra y que Tokio quiere recuperar-, aunque mientras tanto las islas sigan administradas por Moscú. Por otra parte, dos explosiones en las ciudades rusas de Riazán y San Petersburgo volvieron a evocar ayer el fantasma del terrorismo islámico, sobre todo porque ocurrieron en el aniversario del atentado de Buinaksk. Hace un año, en la ciudad de Buinaksk de la república caucásica de Daguestán, un grupo de terroristas hizo volar un edificio de viviendas causando la muerte de 64 personas. Nadie se ha atrevido a desvincular por completo las dos explosiones de ayer de la guerra contra el independentismo islámico que el Kremlin declaró ganada en la república caucásica de Chechenia, pero que aún continúa librando. Tres personas murieron y cinco resultaron heridas como resultado de la explosión ocurrida ayer en un mercado de Riazán. Más tarde, otro artefacto estalló en una tienda de San Petersburgo, en la misma calle donde el alcalde tiene su residencia. El ministro del Interior ruso, Vladimir Rushailo, declaró que la bomba que detonó en el mercado no es un acto terrorista como tal, sino un conflicto local entre las mafias que controlan el comercio de Riazán. En San Petersburgo, la bomba de una potencia equivalente a 100 gramos de trilita, causó serios daños a la tienda Elite, ubicada en el centro de la ciudad, en la esquina de la calle Mayakoski con el callejón Baskov. Nadie resultó herido. La policía piensa que posiblemente se deba a la rivalidad por el alquiler del céntrico local. Putin, que se encuentra en visita oficial en Japón, dijo al primer ministro nipón, Yoshiro Mori, que la proposición hecha en 1998 por Tokio para trazar la frontera entre ambos países de manera tal que Moscú reconozca las islas de Etorofu, Habomai, Kunashiri y Shikotán como territorio japonés no puede ser admitida. Putin considera que las negociaciones deben ir precedidas por un mejoramiento en las relaciones en otros campos. Concretamente, por mayores inversiones niponas en el Extremo Oriente ruso y por ayuda para pagar los costos del desarme nuclear. Afuera del céntrico palacio de Akasaka, donde transcurrieron las conversaciones entre Putin y Mori, nacionalistas japoneses se manifestaron exigiendo la devolución de las islas Kuriles. Cuando en 1956 Moscú y Tokio reanudaron relaciones diplomáticas, el líder soviético Nikita Kruschev se comprometió a devolver dos de las islas en disputa. Esto nunca se realizó debido a la firma del pacto de seguridad entre Japón y EE.UU., que enfureció al Kremlin. Pero ahora los japoneses ya no se conformarían si Rusia aceptara cumplir la promesa de Kruschev: Mori ha dejado en claro que Tokio exige la devolución de las cuatro islas y no sólo de dos.
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