Por
Mariano Blejman
Fernando Peña estudió aviación, fue domador de
caballos y trabajó de azafato durante 13 años,
pero hoy prefiere meterse en la piel de diecisiete personajes, representados
en dos emisoras radiales. Les da de comer a sus criaturas,
en El Parquímetro (Radio Metropolitana FM 95.1 de 10
a 14), en Tarde Negra y Animal de radio (Rock
& Pop (FM 95.9). Su cuerpo y alma parecen poseídos cuando se
cruzan en el aire personajes tan disímiles como Rafael Orestes
Porelorti, Cristina Megahertz, Dick y Roberto Flores, entre muchos otros.
La semana pasada, el ecléctico personaje radial presentó
en sociedad un histriónico espectáculo llamado Esquizopeña,
en el Paseo La Plaza. Pero la repercusión de su figura alcanzó
un pico inesperado, cuando fue invitado hace tres semanas al programa
de Susana Giménez y le dijo en la cara: En mi infancia yo
fui un puto sufrido. En entrevista con Página/12 Peña,
hijo del periodista deportivo y entrenador de fútbol Pepe Peña,
repasa su historia y sentencia: Yo no quiero ser el Jacobo Winograd
de los gays.
¿Cómo llegó a construir 17 personajes humorísticos
para la radio?
Yo tuve una infancia de mierda. Fui un puto sufrido y empecé
a jugar con mis propias voces, porque detestaba a los chicos. Y hasta
el día de hoy los detesto. Me encantaba Titanes en el Ring,
pero no iba al Luna Park por los pendejos.
Muchos dicen que a Martín Karadagian tampoco le gustaban
los chicos...
No lo puedo creer. Ahora me da ganas de ir a verlo y decirle ¡Martín,
tenemos algo en común!. De todas maneras, yo soy hiperactivo
recetado y medicado desde los 13 años. A los 16 tenía muchos
problemas psicológicos, mi papá se estaba muriendo y yo
estaba de novio con mi primera novia y con mi primer novio al mismo tiempo.
Y me mandaron a Estados Unidos. Allí estudié para ser piloto
de aviación. Vivía en Nueva York con una prima y empecé
a estudiar teatro. Volví a la Argentina en 1981. Estudié
teatro con mi primer amiga lesbiana, con la que compartía mi homosexualidad.
Hasta que conocí a mi gran profesora de teatro que es María
Luisa Gingles.
No le faltó casi nada...
Hay más... En el 86 entré a volar. Había
un aviso en el que pedían auxiliares de vuelo. Yo en esa época
enseñaba inglés, hacía teatro y domaba caballos.
Porque soy domador de caballos, suena ridículo pero es cierto,
si quiere un día le muestro. Entonces me avisaron que estaban tomando
gente para una empresa de aviación, y tanto me rompieron las pelotas
mis amigos putos porque los putos quieren ser ginecólogos,
diplomáticos, peluqueros y azafatos que me presenté
y entré. Volé trece años.
¿Y cuándo se dedicó de lleno a la radio?
En 1997 volví a la radio a hacer lo que se me cantaba. Porque
cuando estaba en Buenos Aires yo salía desde Miami o desde donde
estuviera. No era muy constante, pero era divertido.
Sorprende su capacidad de jugar con varios personajes a la vez.
No son personas, ni personajes. Son criaturas. Un día estábamos
con mi productor Sebastián Wainraich, que es un judío hijo
de puta e inteligente porque me encantan los judíos y cuando
voy al médico elijo siempre judíos y le decía
que Cristina Megahertz no está en la zona roja, no es cliché.
Es una criatura mía.
¿Qué le sucede cuando los interpreta?
Siento que tienen vida propia, que ellos me mueven a mí.
¿Cómo se lleva la gente con sus personajes?
Una vez un tipo a la salida de la Rock & Pop me dice: ¿Vos
sos Porelorti?, sos un hijo de puta, no podés tratar así
a Milagros López. Me reí, porque yo a la que más
quiero de mis personajes es a Milagros López. A principio de año
vino Alberto Veiga, director de las cuatro radios y muy seriamente me
dijo que querían echar a Dick y dejar a la Mega. Y yo pensaba ¡este
chabón está reloco! Las minas llaman y le piden a CristinaMegahertz
que caliente a los novios que están manejando. Este país
está muy mal de la cabeza, los travestis van a salvar la Argentina.
¿Y cómo se lleva con el reconocimiento de la gente?
No me voy a esconder como Brad Pitt. Me encanta el reconocimiento
porque sé que estoy haciendo las cosas bien. Pero no me gustan
los autógrafos, prefiero invitar a la gente a tomar un café.
¿Y cómo cree que la gente toma su homosexualidad?
Creo que fue raro que dijera en público que soy gay. Tengo
dos años de análisis y para mí decir que soy gay
es como para usted decir que es morocho. Y es importante, porque mi trabajo
está expuesto. ¿Es importante si a Borges se le paraba o
no? Sí, es importante. ¿Es importante si Minujin era lesbiana?
Sí, lo es. ¿Cómo no van a saber quién soy?
El
escandalete
Yo no tengo límites, dice Fernando
Peña, al que le gusta escandalizar. Yo no voy a decir
con quién me encamé, pero soy un libro abierto.
Cuando fui a lo de Susana Giménez que es el McDonalds
de los medios, ella me preguntaba y yo le contestaba a través
de mis personajes. Pero nadie entendió. Yo decía,
soy Roberto Flores, soy el puto más orgulloso del
país, y las revistas publicaron, Fernando Peña
dijo que era el puto más orgulloso del país.
Después hablé como Cristina Megahertz, la primera
travesti locutora del país y dije soy la mujer de
Diego Ramos y dijeron que era la mujer de Diego Ramos. Más
allá de si yo me encamé con Diego Ramos o no, no
comprendieron mis personajes.
No entendieron nada...
No. Muchos dicen que soy escandaloso al pedo y yo no quiero
ser el Jacobo Winograd de los gays. Yo cuento mi verdad. Si eso
escandaliza que vayan al analista. Si quisiera haría una
lista con toda la gente famosa con la que me acosté y ahí
sí armo un kilombo bárbaro.
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