Por
Fabián Lebenglik
El Centro Recoleta logró durante la última década
imponerse como un paseo cultural de aceptación masiva, en el que
se puede ver, visitándolo frecuentemente, un panorama de la producción
artística nacional, combinado con buenas exposiciones internacionales.
En el último lustro, la adecuación de varias de sus salas
a los estándares internacionales de exhibición le dio un
interés extra que, combinado con la buena gestión y un ojo
adecuado la selección, permite que un abanico de artistas de todas
las tendencias que va de los consagrados a los emergentes
puedan presentar sus obras en un contexto adecuado en el que se ha buscado
generar un perfil híbrido, mezcla de paseo, galería y museo.
Entre las buenas muestras que se exhiben en estos días hay un trío
que propone el tratamiento especial del género del paisaje como
una categoría ampliada de las convenciones usuales.
Susana Rodríguez presenta en el Nuevo Espacio
del Fondo de las Artes, una amplia exhibición de pinturas
sobre tela y papel que viene de ser exhibida en la Pinacoteca del Estado,
en San Pablo, Brasil, aunque con algunas obras agregadas, de producción
más reciente.
Se trata de una muestra de transición entre dos épocas,
en la que la pintora y dibujante combina sus cadenas barrocas orgánicas
con el mundo de la niñez. Es decir que las secuencias de matriz
biológica, que al modo de una extraña e inquietante vegetación
ofrecía una imagen simultáneamente sensual y amenazante,
se cruzaron con otras imágenes, en las que se condensan la memoria
familiar y la niñez. Familia y niñez propia y ajena. Una
especie de biografía o autobiografía coral, donde se propone
el lugar del artista como mediación, evocación y transformación
de la memoria, el placer y el dolor individual y social. Pero así
como sus cadenas orgánicas desencadenan lo erótico y lo
siniestro, también en las zonas biográficas se cruzan ambiguamente
ternura, angustia, nostalgia y dolor. Es una obra sobre el paso del tiempo.
Pero el tiempo y la distancia no necesariamente liman padecimientos, sino
que, de algún modo, los destilan, purifican y transforman.
Detrás de la aparente composición y proliferación
caótica, sin embargo hay un cuidado formal y compositivo obsesivo
y virtuoso, que busca el equilibrio entre zonas de tensión y distensión
de la imagen, entre el barroquismo de los espacios llenos que dan lugar
a zonas de vacío; entre la sobrecarga erótica y simbólica
y el dolor punzante; entre la pulsión de los colores y los tonos
bajos o la monocromía.
La idea de mi muestra dice la artista es que, así
como se pintaban retratos de cuerpo entero o de la cara, ahora quiero
reunir objetos, fotos, memorias y papeles de la existencia de otros y
realizar algo así como retratos de vida.
En otra sala se puede ver la obra del pintor Mario Grimbaum. Grandes telas
de tamaños iguales 170 x 180 de fuerte potencia expresiva,
en las que se busca presentar una imagen de la ciudad como máquina
ominosa.
En su pintura, hay un módulo constructivo básico: una mole
maciza, impenetrable, atravesada por trazos y pautas verticales y horizontales,
vista desde perspectivas aéreas. Ese bloque se multiplica y yuxtapone
hasta generar un conjunto agobiante y rítmico que evoca un ejército
edilicio. La ciudad de esos cuadros pintados por quien la conoce
desde sus interiores, porque se gana la vida como agente inmobiliario,
que en su faceta de pintor se vuelve un agente paranoico que especula
sobre un complot de la ciudad contra los habitantes parece recibir
los ecos de las ciudades de Fritz Lang (Metrópolis), o Jean-Luc
Godard (Alphaville): ciudades orgánicas, omniscientes, persecutorias,
deshumanizadas. Pintadas como ciudades criminales, que fagocitan y aniquilan
la vida. Otra de las muestras que se destaca en relación indirecta
con el paisaje es la de Irene Banchero. En cierto modo los paisajes abstractos,
objetos pictóricos y relieves de Banchero se contraponen con las
miradas críticas de las dos exhibiciones antes descriptas, en donde
la tensión de la imagen supone cierta sobrecarga simbólica.
En este caso hay una mirada distante y con buen humor, que no apunta al
mundo interior ni a la ciudad como máquina, sino que se remite
a la proximidad del hogar, a la casa como refugio plácido y creativo,
como lugar de trabajo y de ensueño.
En la breve serie del sueño, distintas noches
transfiguradas toman forma en cajitas de madera caladas, en las que se
dibuja algo así como mapas de las estrellas, vistos desde distintas
geografías (Montevideo, Oaxaca o Bristol).
El eje formal de la exposición es el color aplicado. Como si el
tema fuera su propio montaje en el modo de colocar y distribuir
las obras se juega gran parte del acierto, el paradigma del diseño
se vuelve central y recorre una variedad de funciones. Así, una
serie de tiritas de madera, pintadas de celeste y pegadas horizontalmente
sobre la pared en varios conjuntos, configuran El mar. Otra
serie de tiritas de madera, esta vez negras, verticales y equidistantes,
forman La reja. Una tercera serie, en la pared opuesta a la
de La reja, está formada por un conjunto de objetos
que parecen pequeñas jaulas semicirculares de diferentes tamaños,
asocian forma y color con Melodía. Un conjunto de manchas
pintadas sobre madera se aplican sobre la pared como soporte y evocan
los orígenes de la abstracción pictórica.
Al revés de lo que se dice en el catálogo, nada en esta
exposición supone amenaza, confusión
o inquietud. Ninguna obra resulta problemática. Al
contrario, hay en Banchero una mirada no rutinaria sobre el día
a día, un modo de desentumecer y cambiar de signo la extendida
consideración de que la vida rutinaria y doméstica es un
pequeño infierno. (Junín 1930, hasta el 10 de setiembre.)
Inauguran
en la semana
Juan Tessi, María Guerrieri, Verónica Romano y Andrés
Sobrino, desde ayer en Galería Blanca, Espacio Buenos Aires,
Florida 835 3er. piso.
Mónica van Asperen,
objetos y fotografías, hoy, en el ICI, Florida 943.
Alejandro Bachrach,
fotos, hoy Galería Pérez Quesada, Marcelo T. de
Alvear 1550.
Nora Iniesta, hoy,
en Bambú, Av. Córdoba 1415.
Giacomo Balla (1894-1946),
futurista italiano, hoy, en el Museo de Bellas Artes, Av. del
Libertador 1473.
Carlota Beltrame y
Claudia Martínez, artistas de Tucumán, hoy, en la
sala Ojo al País; Centro Borges, Viamonte y San Martín.
Juan Montes de Oca,
pinturas, hoy, en la Alianza Francesa de Billinghurst 1926.
Rolando Sigüenza,
artista mexicano, acuarelas, hoy, en la S.A.D.E., Uruguay 1371.
Carlos Furman, fotos,
hoy, en FotoGalería del Teatro San Martín, Corrientes
1530.
Fernando Fazzolari,
mañana, en Filo, San Martín 975.
Ana Gallardo, mañana,
en el British Arts Centre, BAC, Suipacha 1333.
Presentación
del programa y apertura de las convocatorias a actividades de
Trama: Marcelo Pacheco, Claudia Fontes, Leonel Luna y Pablo Ziccarello,
el jueves 7 a las 19, en el MAMbA, Av. San Juan 350.
Cristóbal Toral,
exposición antológica del artista español,
y Santiago García Sáenz, pinturas, el jueves 7,
en el Centro Recoleta.
María Camila
Franch y Diego Ortiz Mugica, dibujos y fotos, el jueves 7, en
Niko Gulland, Bulnes 2241, P.B. B.
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