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Stephen Frears, el niño terrible del cine inglés

El director británico presentó ayer en el Festival de Venecia su nuevo film, �Liam�, una amarga reflexión sobre la clase obrera de Liverpool en los años �30, con una sorprendente labor del niño Anthony Borrows.

Frears ensaya una alegoría sobre el crecimiento del neofascismo.
En la jornada de hoy se presentará el nuevo film de Woody Allen.


El País de Madrid
Por Angel Fernández Santos 
desde Venecia

t.gif (862 bytes) El gran director británico Stephen Frears, especialista en hacer jugar un frío oficio en sus trabajos para Hollywood, suele recuperar el calor de su talento cuando vuelve la mirada a los orígenes. En Liam, la película que acaba de presentar en la Mostra, Frears reencuentra a los personajes que alimentan los mejores momentos de su cine, bordando una crónica dura y divertidísima de la vida obrera en el Liverpool de los �30. El ejercicio interpretativo coral del reparto de Liam es, como de costumbre en el cine británico, de admirable precisión y refinamiento.
Desde la fría y artificiosa Mary Reilly, película de la que reniega, Stephen Frears parecía estar oscurecido e indeciso, tal vez estudiando y revisando los pasos que dará en el futuro de su ya larga carrera. Si es así, este repaso íntimo lo llevó a mirar hacia atrás, tanto a los orígenes de su estilo como al mundo donde su estilo encontró la cantera de relatos y de historias verídicas que alimentaron lo más vivo y veraz de la obra de este cineasta. Verídicas o inventadas, las ficciones que ama Frears tienen sus raíces e indagan en el hormiguero que se mueve en las aceras sórdidas de los barrios pobres en ciudades inglesas e irlandesas. Esta vez va a Liverpool, a una barriada de emigrantes católicos irlandeses cercada por la hostilidad social y religiosa. Dice Frears: �Hice Liam porque admiro a Jimmy McGovern, el autor de la novela. Es uno de los más grandes cronistas del estilo de vida inglés. Yo no pertenezco a la clase obrera ni tampoco soy católico, pero lo que cuenta este relato me recuerda los años que pasé con mi madre después de la guerra�. Y aunque nada sucediese así en su vida, hay un rasgo secretamente autobiográfico en la figura, elaborada de acuerdo con las leyes del más puro cine lírico, del niño sobre el que converge esta intensa y, aunque amarga, divertida crónica familiar. Frears sabe filmar la vida cotidiana y provocar el contagio.
Anthony Borrows, el niño protagonista de Liam, es otro de los hallazgos. Y hay algo misterioso en cómo Stephen Frears se las arregla para que esta mínima criatura dé a entender con precisión matemática honduras y negruras del mundo adulto que el niño contempla e interpreta a su manera, de cuya sorprendente lógica se extraen choques de ideas y de imágenes irrefutables acerca de la sórdida vida obrera en que está sumergido. La imagen del niño y de sus relaciones con el entorno estallan de humor, de inteligencia y de generosidad indignada. Frears es un viejo humorista radical y enojado, de los pocos que se atreven a mirar hacia atrás con ira, que envuelve en ternura a las víctimas de su relato y escupe bilis de vitriolo a la cara del fascismo en alza. Liam es una fraternal mirada a la charca de miseria histórica de donde procede esta Europa del neofascismo emergente, que aguarda la hora de su retorno y se mueve de forma alarmante.
También es una mirada tierna y dolorida la película china Platform, escrita y dirigida por Jia Zhangke, sobre otro lejano fondo autobiográfico. Con casi tres horas y media de duración, el film discurre sobre una cadencia parsimoniosa vertebrada por prolongados planos secuenciales llenos de rigor y vitalidad. No es una película fácil de ver: sin embargo, Platform merece verse y estudiarse, porque expresa con fuerza y nitidez un suceso histórico de colosales proporciones: los inicios de la mutación, en la China de los �80, del maoísmo estalinista al rompecabezas ideológico en que se agita la China actual. El relato de la formación y el itinerario de un grupo de rock en una provincia del norte de China es la metáfora que sirve de vehículo a esa mutación, a ese desencadenamiento de un hito histórico de consecuencias enormes pero aún desconocidas. Con ello consiguió repercutir en el festival, dentro de un grupo que incluye a Possible words, del canadiense Robert Lepage, y La faute e a Voltaire, película francesa dirigida por el tunecino Abdel Kechiche. Y que hoyincorporará a uno de los platos fuertes del festival, el estreno de Small time crooks, nuevo film del estadounidense Woody Allen.

 

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