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el Kiosco de Página/12

Solo
Por Juan Gelman

El título no remite al adjetivo, ni al personaje de la serie yanqui de televisión: fue el nombre de un ejercicio del FBI de infiltración y espionaje del partido comunista de EE.UU. y de las cúpulas soviéticas que supera en situaciones a los que John Le Carré supo desplegar en sus novelas. Eran los años de la Guerra Fría y la operación se mantuvo en pie durante más de 25 años, todo un record en la materia. Los agentes federales suelen disfrazarse una y otra vez de miembros del partido, hasta el punto de que en los círculos anticomunistas del país se celebra un chiste: si no fuera por el FBI, el Partido Comunista cesaría inmediatamente de existir, porque tiene en sus filas más personal de inteligencia que verdaderos convencidos. Pero la operación �Solo� tocó otras dimensiones.
Su ejecutor fue Morris Childs, a quien los jerarcas del Partido Comunista consideraban �nuestro secretario de Estado�. Con carnet de afiliado desde 1919, había sido director del órgano oficial Daily Worker en los años 40. Fue designado enlace con Moscú a principios de los 50 y su misión principal consistía en arreglar la llegada de fondos del Kremlin destinados a las flaquísimas arcas del partido. En 1953 �plena era de McCarthy� el FBI reclutó a Morris y a su hermano Jack. Morris pasó a ser el agente 58.
En su juventud había seguido los cursos de la escuela para cuadros �Lenin� de Moscú y trabado relaciones de amistad con importantes dirigentes soviéticos, entre otros Otto Kuusinen �secretario que fue del Komintern y del buró político del Partido Comunista de la URSS�, Mijail Suslov y Yuri Andropov, que se convertirían en protectores de Childs con el correr del tiempo. Se estima que en el cuarto de siglo que trabajó para el FBI transportó anualmente, en unos 50 viajes redondos a Moscú, centenares de miles de dólares al principio, millones después, sin problemas de aduana, claro. Tal vez descontando para sí alguna comisión, Childs llevaba de inmediato los billetes a un local del FBI donde se contaban y anotaban sus números de serie. Lo cual permitía detectar a miembros del partido.
La otra cara de su labor fue más fértil para el gobierno yanqui. En virtud de su obsecuencia debida sabiamente administrada, Morris gozaba de la total confianza del liderazgo soviético y obtuvo informaciones de primera mano acerca de sus metas y estrategias. Fue el primero en traer a EE.UU. el informe secreto sobre los crímenes de Stalin que Krushov leyó ante un espantado XX Congreso del PCUS en 1956; el dirigente comunista polaco Wladislaw Gomulka le había conseguido una copia. Anticipó asimismo detalles íntimos de la ruptura entre China popular y la URSS, el apoyo soviético a Vietnam del Norte, la invasión a Checoslovaquia de 1968 y otros materiales valiosos para Washington.
Childs confesó alguna vez que temía que su carrera como espía terminara en uno cualquiera de sus viajes a Moscú, en especial después de que se filtraron a la prensa informaciones sobre la financiación soviética del Partido Comunista yanqui. En 1977, de nuevo huésped del Kremlin, fue repetinamente citado a una reunión urgente con Brezhnev y pensó que le esperaba el tiro en la nuca que los servicios secretos soviéticos solían obsequiar a cierta gente del oficio. Escoltado personalmente por Andropov, entonces jefe de la KGB, entró al despacho donde lo esperaban casi todos los miembros del Politburó... para homenajearlo por sus 75 años. Uno a uno, los máximos dirigentes de la URSS saludaron y felicitaron al cumpleañero, Brezhnev brindó a su salud, lo condecoró con la Orden de la Bandera Roja y nombró al agente 58 del FBI �el último de los bolcheviques�. La operación �Solo� fue levantada un año después del �surprise-party� y Morris Childs y su esposa cambiaron de identidad y delugar de habitación en el marco del Programa Federal de protección a testigos. Sucedió en 1981, cuando el historiador David Garrow develó sucintamente la existencia de �Solo� y de su protagonista.
Morris Childs no fue el único espía que frecuentó las ironías de la Historia. El soviético Richard Sorge, de signo absolutamente contrario, las conoció de otra manera. Infiltrado en la embajada alemana en el Japón, el 12 de mayo de 1941 informó al Kremlin que 170 divisiones de la Werhmacht invadirían la URSS el 20 de junio. Absorto en el pacto de no agresión Berlín-Moscú, Stalin no le creyó. La invasión se produjo el 22 de junio y cuatro meses más tarde Sorge, descubierto, era ejecutado. Marchó a la horca cantando �La Internacional� y en 1964 el Kremlin lo declaró Héroe de la Unión Soviética. Sorge no se presentó a recibir tal honor. Las decenas de miles de rusos masacrados por los nazis a causa de la negligencia staliniana tampoco acudieron a presenciar la ceremonia.


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